miércoles, 31 de julio de 2013

¿Post Mortem sí o no?


No me atrevo a incluir a esta vieja fotografía en nuestra serie postmortem porque me genera muchas dudas al respecto. No tengo dudas en afirmar que el niño está vivo, según lo demuestran sus ojos abiertos y expresivos. ¿Pero qué decir de su mamá? Ella parece adormecida, con un gesto de dulzura y felicidad, la felicidad que naturalmente toda madre siente cuando está con su hijo. ¿Pero la madre está viva o no? ¿Ustedes qué opinan?   

sábado, 27 de julio de 2013

Mitomanía criminal


Mottet refiere la observación de un adolescente que se acusaba de haber matado a su hermana llenando la habitación con óxido de carbono, fabricado por él mismo en una habitación vecina, y libertado cerca de la víctima mediante un tubo de caucho adaptado al matraz generador del gas. Muy ufano de sí mismo, detallaba el procedimiento de fabricación, tomado de la lectura de los libros de su padre, farmacéutico. Devuelto una primera vez a su familia, se fué a buscar al jefe de Seguridad, al que refirió su pretendido crímen. Remitido a la cárcel preventiva, repitió con satisfacción los detalle de su fratricidio. Cuando vió que no se le creía, y que se le mantenía en una celda, confesó al cabo de cinco días que no había cometido el acto del que se acusaba, y que su hermana había muerto como consecuencia de una larga enfermedad. 

De "La infancia irregular" por L. Bourrat, J. Dechaume, R. Gallavardin y otros; Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1958.


viernes, 19 de julio de 2013

Los que no quisieron vivir XVII: Félix Molina Téllez, el suicida desconocido


El otro suicida era un poeta rosarino, o, por lo menos, que había vivido en Rosario muchos años. Publicó tres o cuatro libros de versos. En La Nación leí la noticia de su muerte, en un suelto de diez o doce centímetros. Según el diario, el poeta era al morir director de la imprenta de la Penitenciería Nacional. Acaso yo leí mal y sólo ocupaba allí un empleo. El caso es que nadie sabe el apellido de este poeta. En la Penitenciería dicen que no fué director de la Imprenta ningún poeta. He preguntado a buen número de escritores. Nadie sabe nada. Nadie recuerda a este hombre que publicó varios libros y que fué elogiado por La Nación en un suelto no breve. Cosas como ésta sólo pasan en este país. Podemos decir de este hombre que fue "el suicida desconocido"...*

* Estando ya en impresión estos Recuerdos, me aseguró Fermín Estrella Gutiérrez que el poeta desconocido para todos se llamaba Félix Molina Téllez.

De "Entre la Novela y la Historia" de Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.

miércoles, 17 de julio de 2013

“¿Embalsamar o ser embalsamado?”


La limpieza del cadáver es el primer paso en el procedimiento de embalsamamiento.


Para aplicar el formol buscan una arteria para realizar la transfusión. Esto para conservar en mejor estado al cadáver.



El siguiente paso es drenar todo el cuerpo, con una máquina llamada Hidroaspiradora.

 
Al drenar el cuerpo, se extraen todos los líquidos. En su mayoría sangre.


En el momento en que drenan, se debe tener cuidado ya que el tubo se llega a tapar, y se derraman los líquidos del cuerpo.



El cuerpo lleva 8 horas de haber muerto por un infarto al corazón.



En la mujer de casi 80 años se nota ya la descomposición del cuerpo, poniéndose duro y llenándose de hematomas.



Llegando a los últimos pasos de embalsame, se tapan con algodón todos los orificios del cuerpo.


Al tapar los orificios del cadáver se evita que se derrame el formol, y algunos líquidos que pudieron haber quedado dentro del cuerpo.



El cuerpo es vestido y maquillado con lo que mandan los parientes, o según la petición del difunto.

Fotorreportaje presentado por la periodista mexicana Rebeca Fabiola Lopez Lozano, 2010.    

sábado, 13 de julio de 2013

Amado Nervo: El miedo a la Muerte II


¡Morir! ¡Ah, Dios mío! Los animales, cuando sienten que se aproxima su término, van a tumbarse en un rincón, tranquilos y resignados, y expiran sin una queja, en una divina inconsciencia, en una santa y piadosa inconsciencia, devolviendo al gran laboratorio de la Naturaleza la misteriosa porcioncita de su alma colectiva. Las flores se pliegan silenciosas y se marchitan sin advertirlo (¡o quien sabe!) y sin angustia alguna (¡¡o quien sabe!!). Todos lo seres mueren sin pena... menos el hombre. Ninguno de los animales sabe que ha de morir, y vive cada uno su furtiva existencia en paz... Sólo el hombre va perseguido por los fantasmas de la muerte, como Orestes por su séquito de Euménides... ¡horror! ¡horror! 

Dos maneras sólo hay de morir: se muere, o por síncope o por asfixia. Poco me espanta la primera de estas muertes... Un desmayo... y nada más; un desmayo del que ya no se vuelve: la generosa entraña cesa de latir y nos dormimos dulcemente para siempre; pero la asfixia... ¡Dios mío!, la asfixia que nos va sofocando sin piedad, que nos atormenta hasta el paroxismo... Y unido a ella el terror de lo que viene..., de lo desconocido que abre, su bocaza insaciable..., de los "único serio" que hay en la vida.

A más de cien médicos he preguntado: - Qué, ¿se sufre al morir? Y casi todos me han respondido: - No; se muere dentro de una perfecta inconsciencia... ¡Ah!, sí; esto es lo natural, lo bueno, lo misericordioso: la santa madre, la noble madre Naturaleza debe envolvernos en un suave entorpecimiento; debe adormecernos en sus brazos benditos durante esa transición de la vida a la muerte. Sin duda que morimos como nacemos... en una misteriosa ignorancia... Pero ¿y si no es así?... ¿si no es así?... me preguntaba yo temblando.

De "Almas que pasan" de Amado Nervo; Editorial Calomino, Buenos Aires, 1946.

miércoles, 10 de julio de 2013

Las catacumbas de Roma



Los cristianos, en Roma, durante las persecuciones de que fueron objeto en los primeros tiempos, se reunían en las llamadas "catacumbas", lugares subterráneos donde celebraban sus ritos, se confortaban mutuamente y enterraban a sus muertos. Las catacumbas de Roma tienen en conjunto una longitud de varios centenares de kilómetros. El origen de las catacumbas se encuentra en las minas de arena que habían perforado los romanos en el subsuelo de la ciudad para extraer materiales e construcción.  Catacumba se traduce literalmente por "agujero", y era una hondonada de la Vía Appia. Cerca estaba un cementerio subterráneo al que trasladaron provisionalmente los cuerpos de san Pedro y San Pablo en el siglo III. Más tarde se designó, por extensión, con la palabra catacumba a todos los hipogeos funerarios excavados extramuros de Roma. Así surgen las catacumbas de Priscila, Lucila, Domitila, Calixto, etc. 

De la "Enciclopedia Práctica Jackson", tomo VII; W. M. Jackson, Inc., Editores, México DF, 1958.

lunes, 8 de julio de 2013

Post Mortem LXXVII



Nuevamente nos encontramos frente a una fotografía postmortem, tomada de perfil, de un niño que yace en su ataúd de color blanco, rodeado de flores. No puedo precisar la fecha ni el lugar donde fue tomada, pero me atrevo a fecharla aproximadamente hacia el año 1900.

sábado, 6 de julio de 2013

El suplicio de Savonarola

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Fray Girolamo Savonarola (1452-1498)

El pontificado de Alejandro VI (Rodrigo de Borja, 1492-1503), tuvo características de franca decadencia. Su mayor error fue el de favorecer por todos los medios los intereses y el poder de sus cuatro hijos, habidos antes de llegar al pontificado. Particular descrédito dio a su gobierno el favor excesivo acordado a uno de ellos: César Borgia, llamado "el Duque Valentino", aventurero sin escrúpulos (Maquiavelo vio en él el ideal de su Príncipe). Durante el gobierno de Alejandro VI tuvo lugar la discutida condena de fray Jerónimo Savonarola (1452-1498), ardiente apóstol de Ferrara, prior del convento dominicano de San Marcos, en Florencia. Dotado de arrebatadora elocuencia, Savonarola, con sus acentos apocalípticos, había conseguido reformar las costumbres de Florencia y dio a la ciudad una constitución republicana de carácter democrático.

Alejandro VI no lo veía con buenos ojos, sobre todo por las audaces y a veces injustas palabras de condenación que Fray Jerónimo hacía resonar contra los escándalos de la corte romana. La situación se hizo insostenible cuando el Papa prohibió a Savonarola la predicación. Éste no obedeció y fue excomulgado (13 de mayo de 1497). Ni aún así se sometió el fraile; al contrario, porque, a su parecer, el propio Papa había pecado de simonía y herejía.

Entretanto en Florencia se iban exasperando los ánimos y los enemigos de Savonarola ponían todo su empeño en humillarlo. Un fraila franciscano desafió a Jerónimo a que se sometiese al llamado "Juicio de Dios": un franciscano y un dominico, que asumiría el lugar de Jerónimo, debían atravesar una hoguera ardiente para saber de qué parte estaba la razón. El insensato desafío no se realizó por varias razones y el pueblo, que se había apasionado por el singular duelo, sufrió una gran desilución y volcó su ira contra Savonarola, invadiendo el convento de San Marcos: Fray Jerónimo fue tomado prisionero; lo llevaron ante un tribunal, y allí, sometido a juicio, ante jueces influidos por sus adversarios, fue condenado por rebeldía contra la Iglesia.

El 23 de mayo de 1498 fray Jerónimo, ocn otros dos hermanos de orden, fue ahorcado y quemado, y sus cenizas esparcidas en el río Arno. Savonarola afrontó la muerte con serenidad: muchas personas, y hasta algunos santos, lo consideraban un mártir. Su error principal consistió en negar la obediencia a la autoridad legítima de Alejandro VI, cuyas culpas habían sido exageradas por leyendas que la sana crítica histórica está ahora deshaciendo.

De la "Historia de la Iglesia" por F. Degalli; Editorial Codex, Buenos Aires, 1963.

martes, 2 de julio de 2013

El corazón de Sarmiento


Domingo F. Sarmiento (1811-1888)

El día en que Sarmiento asumió el mando de la presidencia de la Argentina, su casa estuvo muy concurrida por los visitantes que fueron a felicitarlo. Al retirarse uno de los últimos amigos que quedaban, Sarmiento lo acompañó con su habitual cortesía hasta la puerta de la calle. El amigo, que era íntimo, manifestaba a Sarmiento la transición tan enorme que se había operado en él entre su vida del día anterior y la de ese momento, que ahora el jefe de la Nación, que todo dependía de su voluntad, que todo lo podía.

En esa circunstancia desembocó por la calle una mujer, que loca y desesperada, pedía socorro a gritos. Sorprendido por aparición tan extraña, Sarmiento la detuvo al pasar por su lado, inquiriendo las causas de su desesperación. Entonces la mujer le manifestó que su hijo estaba muriéndose. Volviéndose Sarmiento a su amigo, como si continuara el hilo de la conversación interrumpida, le dijo: -¿Ves? ¡Ahí tiene para lo que sirve ser presidente de la República: para llevar un poco de consuelo a una madre que pierde a su hijo!

De "El Derecho de Saber" por Luis Umbert Santos; Editorial Humanidad, México DF, 1953.

lunes, 1 de julio de 2013

Los que no quisieron vivir XVI: Alejandro Marcó



Quedan otros dos suicidas, de los cuales debo hablar aquí. Del primero de ellos no es dudoso que se matara, pero es harto dudoso el año del suceso. No he logrado encontrar, ni aproximadamente, la fecha en que se mató Alejandro Marcó. Dos o tres de sus amigos viven, pero están viejos y nada recuerdan. Debió ser, según mis cálculos, hacia 1925. No hay noticia en los diarios ni en las revistas. No dejó parientes próximos. He hablado de Alejandro Marcó largamente en el capítulo que dediqué a mi novela Nacha Regules, en el volumen anterior de estos Recuerdos. Marcó debe ser considerado como escritor porqué escribió tres o cuatro comedias, una de las cuales fué publicada en Nosotros y aun creo que representada.

Era artista y hombre de buen gusto, distinción y cultura, aunque no hubiese leído demasiados libros. Ya referí como, al ir yo al conventillol en donde se había metido para largo viaje, un viaje largo... Era abúlico, excesivamente preocupadizo y harto sensible. Debía tener, por lo menos, una formidable neurastenia. Su situación de hijo natural, seguramente, le humillaba. Incapaz de trabajar. Era un enfermo. Tenía además una pasión amorosa frustrada. Se había enamorado de la mujer de un amigo, y fué tan noble que, en la estancia del amigo, se le presentó con un revólver, y le dijo: "-Matáme, estoy enamorado de tu mujer".

De "Entre la Novela y la Historia" por Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.