viernes, 21 de noviembre de 2014

El espiritismo es el mejor antídoto contra el temor a la muerte

 


Acostumbramos a mirar a la muerte con temor y repugnancia, y nuestra imaginación se complace en prestarle las tintas más negras de su rica colección, las más extravagantes imágenes de sus tesoros fantásticos: se la pinta generalmente en forma de un esqueleto humano armado de afilada guadaña, listo para dividir el hilo de la vida en el momento menos pensado. Lo último no carece de verdad, y tal incertidumbre que a primera vista inquieta y asusta, es no obstante, bien examinada, un beneficio real que Dios nos ha concedido en su eterna bondad y sabiduría.En efecto, la noticia exacta del límite de nuestra existencia terrena, amargaría sin tregua el tránsito rápido de la vida, y hasta llegaria a ser un inconveniente para nuestro adelanto moral e intelectual, sobre todo en aquellas personas que todo lo refieren a los efímeros placeres del mundo, sin tener ideas claras y definidas de su ser, ni de su suerte futura; muchos nobles estímulos desaparecerían, y los mejores y más enérgicos propósitos se entibiarían en nuestro ánimo, o serían mal ejecutados bajo la influencia del desaliento que traería aparejada la noción fija de nuestra hora final.

Por el contrario, la incertidumbre del momento último de nuestra peregrinación terrestre agranda los horizontes de nuestras esperanzas, expande nuestro espíritu y nuestro corazón, y mecidos en brazos de nuestras ilusiones, apenas nos apercibimos de que todo lo que tiene vida perece mas tarde o mas temprano, siendo el Creador la única excepción de esa ley universal y eterna.¿Más, por qué miramos a la muerte por un prisma tan falaz, que nos la presenta como la última y más tremenda de las catástrofes que pueden abrumar a la mísera humanidad?  Preguntádselo a nuestras preocupaciones, a nuestra ignorancia, a nuestro egoísmo, y consultad sobre esto el catálogo de nuestro extravíos y de nuestras demencias. A no dudarlo, los antiguos era más razonables que nosotros, aunque los dejamos a muchos centernares de años a la retaguardia.Verdad es que ni los griegos, ni los romanos alzaron templos, ni altares a la Muerte, sin embargo que la daban por padre a la Noche, y al Sueño por hermana y compañera; pero no le atribuian los horribles rasgos y símbolos que, en tiempos más recientes, las creencias populares se han entretenido en dibujarla.

En la antiguedad, con más o menos excepciones, entre otros símbolos o figuras con que los pueblos se complacían en representarla, era uno, la de una joven bella, durmiendo el sueño eterno en los brazos de su silenciosa madre, la Noche, y al lado de su perezosa hermana, el Sueño.Nos parece que ese significativo cuadro daba una una idea más verosímil, a par que menos asustadora de la muerte, y que las ideas que de su contemplación surgían retemplaban mejor el ánimo, para soportar con mayor dignidad y valentía la materialidad del trance final que tan gravemente preocupa a las masas inconscientes en medio de las epidemias, o de otros desastres con que la Providencia suele probar a los hombres, o hacerles expiar sus crímenes, en el interés de su progreso. El temor a la muerte, es pues, una enfermedad del Espíritu favorecida por preocupaciones que la verdadera religión y el Espiritismo condenan y que la razón ayudada por los conocimientos espiritas acaba por destruir totalmente.

De la "Revista Espiritista, periódico de estudios sicológicos"; Año I, Num. 12, Montevideo, mayo de 1873.

lunes, 17 de noviembre de 2014

La muerte según Carl Gustav Jung

El periodista John Freeman entrevista a C.G. Jung para el programa de la BBC “Face to Face” (1959.

domingo, 16 de noviembre de 2014

A la memoria de Adolfo Berro: la juventud de su patria


Adolfo Berro nació en Montevideo el 11 de agosto de 1819. Cursó jurisprudencia e hizo su práctica al lado de Florencio Varela, cuya amistad sin duda decidió la vocación del poeta. Su nombre, que quedado estrechamente vinculado a la historia literaria del país, representa la tradición de toda una época. Sin embargo su gloria no está en lo que ha sido, sino que hubiera podido ser. Sus composiciones tiernas y melancólicas, inspiradas en el incoloro romanticismo de principio de siglo, son frutos de una sensibilidad exquisita. No hay en ellas arranques épicos ni gritos inspirados; un sentimentalismo sereno y dulce guía al poeta. Pero en todos sus versos hay una suma de candor y sinceridad que los hace adorables. Poco tiempo antes de morir reunió sus composiciones en un volúmen titulado Versos. Su temprana muerte produjo un verdadero duelo. Falleció en 1841, a los 22 años. Sobre su tumba Juan Carlos Gómez se reveló recitando unos hermosos versos. La juventud de la época erigió un monumento en la necrópolis al poeta. Su lema dice: "A la memoria de Adolfo Berro. La juventud de su patria. Año 1841. R.I.P."

De "El Parnaso Oriental; antología de poetas uruguayos"; Montevideo, 1905.




miércoles, 12 de noviembre de 2014

Lázaro resucitado


El escultor inglés Jacob Epstein (1880-1959) contempla su famosa obra representando a Lázaro resucitado, que fue expuesta el Park Battersea de Londres en 1951. Prescindiendo de todo convencionalismo, Epstein imprimió a sus obras el sello de una deformacion expresivista acentuada por los temas religiosos, bíblicos o sociales de sus esculturas.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Muerte cruel de una inmaculada doncella

 
La doncella de Orléans condujo al ejército francés a tantas victorias, que los ingleses la creyeron una hechicera, aunque no faltaron quienes la tuviesen por santa. Después de una batalla, algunos franceses cerraron las puertas de la fortaleza en que pudo haberse salvado Juana de Arco, y, merced a esta traición, la joven fue hecha prisionera. Los ingleses la quemaron viva en la plaza pública de Ruán. Su memoria vivirá siempre unida a un admirable ejemplo del más puro heroísmo.

De  "El Tesoro de la Juventud o Enciclopedia de Conocimientos" (Tomo I); W. M. Jackson, Inc., Editores, Nueva York, s/f.