domingo, 27 de septiembre de 2015

Deber de humanidad


En el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires existe un monumento que la admiración y la gratitud erigieron hace algún tiempo a la memoria de un héroe muerto en el mar. No se trata, sin embargo, de un marino, ni de un militar, sino de un simple ciudadano: don Luis Viale. El monumento representa un hombre cuyo rostro refleja mezcla de dolor y firme resolución, dirigiéndose a largos pasos a un sitio del cual no aparta la vista, y llevando en la mano derecha un salvavidas, de esos que se usan en alta mar cuando ocurre un naufragio. ¿Adónde va? ¿Por qué lleva ese objeto en la mano? Van a saberlo.

Una víspera de Navidad, el 24 de diciembre de 1871, embarcáronse en el vapor América numerosos pasajeros con destino a Montevideo. La alegría y animación, propias de personas que viajan por placer, reinaban entre ellas hasta pasada la medianoche, por cuyo motivo muchos no se habían retirado aún a sus respectivos camarotes. De pronto, la voz de ¡fuego a bordo! resuena repetida y multiplicada por los labios de los consternados pasajeros, a la que siguieron las de ¡socorro! ¡sálvemonos! lanzadas con la desesperación que da el convencimiento de que todo esfuerzo es inútil e imposible. El fuego avanza con desesperante rapidez... los tumbos del buque revelan ya los estragos del voraz elemento... ¡comienza a hundirse!... La tripulación trabaja esforzada y abnegadamente, pero todo es inútil.

La más espantosa confusión sucede a la alegría de momentos antes. Todos corren en busca de salvavidas y luchan por conseguir uno. Las madres llaman a sus hijos y piden que se salven. Los hombres tratan de embarcar a los suyos en las lanchas desamarradas ya del buque. Los gritos de los que caen al agua o de los que ven la muerte inminente, se mezclan a los de la gente de a bordo que lucha aún contra el fuego. Aquello es horrible.

En ese momento, Viale, que viaja solo y ha conseguido un salvavidas, se dirige hacia la borda para cenírselo y saltar al agua. Es buen nadador y espera salvarse. Pero, ante él, una señora, con la desesperación pintada en el rostro, sin proferir una queja espera, aterrada y convencida, sin duda, de la inutilidad de toda tentativa. Viale se detiene... aquella señora es madre, y, por lo tanto, su vida es más necesaria que la de él.... ¿La dejará perecer?... Su conciencia se rebela ante la cruel interrogación. No hay tiempo que perder, Viale ha tomado una resolución: rápido como el pensamiento, entrega el salvavidas a la señora de Marcó del Pont, diciéndoles: sálvese usted, señora.

Y, llena el alma de satisfacción, después de consumado el propio sacrificio, cruza los brazos sobre el pecho y espera la muerte. Entre los náufragos del vapor América recogidos con vida, estaba la joven señora salvada por Viale; el cadáver de éste jamás ha aparecido... Pero si perdió la existencia en tan heroico y generoso arranque, ganó, en el corazón de su pueblo, el derecho a ser colocado entre los héroes que realizan el sacrificio de su vida con la sencillez del que cumple un deber de humanidad.

De "Cultura Moral y el código moral para los niños" por Willian J. Hachtchins. Papelería Comini, Casa editora, Montevideo, s/f.                                                                                                             

domingo, 20 de septiembre de 2015

Una tragedia que conmovió al pueblo de Salto hace 150 años


Hoy vamos a intentar rescatar del olvido un suceso tragico ocurrido en el año 1865 y que conmovió enormemente al Salto Oriental. He aquí la crónica de los hechos según lo relataba el diario Tribuna Salteña en un suplemento especial del 18 de julio de 1930:

"La presente nota gráfica, en la que aparecen los cadáveres de seis personas, recuerda una penosísima tragedia ocurrida en uno de los pasos del arroyo San Antonio, donde perecieron ahogadas esas personas, que iban de viaje en una diligencia. La N° 1 corresponde a la señora Victoria V. de Carini, la N° 2 a una niña de Carini, la N° 3 a Pedro Banetti, italiano; la N° 4 a la señora de don Ambrosio Minoga, italiano; la N° 5 a don Ceferino Baltar, argentino; la N° 6 a una señora italiana cuyo nombre se ignora. La señora Carini era propietaria de los edificios de la hoy calle Brasil desde el Mercado Central hasta la ferretería de Cesio e Irazusta. Por tratarse de personas conocidísimas y muy vinculadas en la ciudad, cuando llegó la noticia de que habían perecido ahogados, a causa de una gran creciente del arroyo San Antonio, el conocimiento del hecho produjo una gran impresión. Creemos oportuna esta ocasión para recordar, entre otros hechos del Salto antiguo, este doloroso acontecimiento del que han de conservar algún recuerdo ciertos antiguos habitantes de la ciudad. El hecho se produjo en (ilegible) del año 65".

El documento gráfico que acompaña a la nota es impresionante pues muestra a los seis cadáveres expuestos ante unos pórticos con arcos de estilo ojival, que quizás sean parte de las naves de la antigua Iglesia de Nuestra Señora del Carmen (demolida en 1889) o bien un panteón del Cementerio central de la ciudad (inaugurado en 1853). Cabe recordar que en esos momentos se desarrollaba la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay y ocurría el asedio de Paysandú y eso significaba una gran actividad para el puerto de Salto, atestado de veleros y vapores con soldados, suministros y mercancias en tránsito. Sobre este asunto señalaba el periódico El Salteño en 1865:

"Asombroso movimiento presenta nuestro puerto; hay en él más de cuarenta buques de cabotaje en cargas y descargas y ocho de la marina brasileña. Es una verdadera Babilonia... Faltan carretas para transportar las grandes cantidades de mercaderías... Los carreros se han hecho dictadores de la situación..."(1)  En consecuencia, el negocio de las diligencias, en la época anterior a los ferrocarriles, se hizo muy próspero como señala esta reseña:

"Se fundaron empresas de diligencias que recorrían la campaña, hasta Santa Rosa, San Eugenio, Rivera, Tacuarembó y otros puntos intermedios. Los artículos de comercio y las cargas eran conducidos en grandes carretas que a veces formaban un grupo de veinte o más, constituyendo una población ambulante en la que acompañaban al carretero, la mujer, los hijos, etc. Estas carreterías volvían cargadas de cueros, lanas y otros frutos del país, para los grandes depósitos de los barraqueros. Al llegar al Salto, el punto designado para las carretas era la Plaza Libertad, (hoy Plaza de Deportes) donde a veces se reunían cerca de cien, imprimiendo en aquel punto un movimiento e importancia de un pueblo eminentemente comercial".(2)

Podemos imaginar largas caravanas de carretas y diligencias recorriendo lentamente los polvorientos caminos la campaña del departamento y muchas veces aventurándose a cruzar los arroyos y cañadas crecidos en una época en la cual los puentes eran casi inexistentes en nuestro país. Los accidentes no eran infrecuentes y seguramente este fue uno destacado dado que se trataba de personas muy conocidas y queridas por la sociedad salteña. Además tenían un cierto nivel social dado que eran propietarios de varios inmuebles la ciudad y acaso de negocios o campos, cosa muy frecuente entre los inmigrantes italianos de la época. Posiblemente esto motivara sus viajes en diligencia al interior del departamento. Por otra parte, tampoco es posible precisar a que altura del arroyo se produjo la tragedia dada la falta de referencias de la época, ya que aún no había sido fundado el pueblo de San Antonio, ubicado a unos 13 km. de la capital salteña, cosa que recién ocurriría diez años más tarde, en 1875.

Otro aspecto interesante que he podido rastrear es que en el año 1865 se produjo una gran epidemia de viruela en el Salto Oriental, seguramente traída en los barcos cargados de soldados brasileños que provenían de las campañas en el Paraguay. Al respecto, una reseña de la Junta Económico Administrativa señalaba lo siguiente: "El 24 de junio, por ejemplo, se produjeron 15 defunciones sólo de individuos del ejército brasileño; el día 26 otros tantos; 10 casos el 27; y así en proporción variable hasta que julio con sus heladas y sus glaciales vientos, hinchó considerablemente las cifras: el 1° fallecieron 17; el día 3 sucumbieron 20; el 15, 22; y el 17, 29".(3) En definitiva, el balance del año 1865 ha sido nefasto para el país, pues ha estado signado por guerras, revoluciones, epidemias y tragedias.

De momento no he podido encontrar más información acerca de este antiguo caso que ha quedado oculto en la oscuridad de los tiempos. En los próximos meses voy a continuar investigando para intentar arrojar algo de luz de este suceso impresionante que conmovió a la opinión pública de la tranquila y prospera ciudad del Salto Oriental de hace ciento cincuenta años.Aprovecho para agradecer la gentileza que ha tenido el bloguero salteño Pablo Villaverde que me hizo llegar la nota de prensa con la fotografía. Desde ya recomiendo muy especialmente su blog dedicado a temas del pasado, presente y futuro de Salto.

(1) Citado por el libro conmemorativo "Salto en su Centenario 1837-1937", obra dirigida por A. Lagrilla Yrazú, L. Guimaraens y H. Tafernaberry. Talleres Gráficos A. Barreiro y Ramos, Montevideo, 1937, pág. 127.

(2) Obra citada, pág. 66-67.

(3) Obra citada, pág. 28.