miércoles, 30 de marzo de 2016

La más triste mañana


Mi padre enfermó de pronto, se puso grave tres días después, y no hubo esperanza de salvarlo. Fué aquella de su muerte la más triste mañana de mi vida. Aclaraba, llegaba del nuevo día; los árboles y los pájaros lo saludaban... ¡Y mi padre moría!... ¡Todo ajeno a mi dolor! ¡Todo lo mismo que antes! ¡Todo completamente como si yo fuera el mismo niño que ayer!... 

Aquel contraste entre la naturaleza y mi alma, me parecía inexplicable. Inexplicable aquella indiferencia ante el desamparo en que yo quedaba. Salía a cada momento de la casa para andar bajo los árboles, para mostrarles a todas las cosas y a todos los seres mi casa empapada en lágrimas. 

Yo quería que las plantas, los insectos y los pájaros queridos vieran mi dolor al quedar huérfano. En mi inocencia de niño, creí que mi tragedia iba a ser compartida por los pájaros; creí que ellos cantarían tristemene al comprender mi pena.

Pero el sol iluminaba como antes; los pájaros trinaban con la alegría de siempre; las flores no se marchitaban. Me detuve ante una arañita que tejía su tela y ví que no dejaba su trabajo y que tampoco estaba triste. ¿A nadie, pues, le importaba mi dolor, en aquel mundo que yo amaba tanto?... ¿Nadie ni nada comprendía que yo no era el de antes, y que lloraba porque quedaba sin mi padre?...

De "Mangocho" por Constancio C. Vigil. Editoria Atlántida, Buenos Aires, s/f.

jueves, 17 de marzo de 2016

Muerte y resurrección: el mito eterno


El mundo del cazador era el mundo mágico, pero el mundo del agricultor y del criador de ganado, del hombre de campo, es el mundo mítico. En el mito aparece como fuerza decisiva el cambio de las estaciones, la sucesión de la primavera, verano, otoño e invierno. En el hombre se repite este proceso en la niñez, la juventud, la madurez y la vejez. Y a la idea mítica del uno, corresponde la del otro. Así se antepone la idea de la fecundidad. Por su naturaleza está ligada a la muerte. El fruto del campo crece, madura, muere y contiene el gérmen de otra vida, y nuevamente se origina en la muerte, la vida. El secreto de la muerte de la naturaleza en invierno y de su resurrección en primavera, es el sentido más hondo, el símbolo grandioso de esa concepción majestuosa del mundo.Sin embargo, entre agricultores, los símbolos míticos del nacimiento, de la muerte y de la resurrección aparecen en forma distinta que entre los criadores de ganado. Entre los agricultores se traslada el punto decisivo de la concepción hacia los elementos del mundo que reflejan el nacimiento y la muerte. Son elementos distintos que están ligados lógicamente, pero que en el más profundo sentido mítico constituyen una unidad: luna, mujer, serpiente, cigarra, árbol, cuerno del toro.

Entre los criadores de ganado se expresa el símbolo de la fecundidad de otra manera: es el animal en celo quien lleva la fecundidad, la fuerza masculina, y así deben ligarse los dioses de los criadores de ganado con la fuerza del toro, del caballo, del macho cabrío. La idea de la Gran Madre, de la magna mater, no aparece en este mundo. Es cierto que el cambio de las estaciones anima también aquí el pensamiento, pero son figuras masculinas las que llevan el universo en el mito, no la Gran Madre, no Istar, Astarté, Démeter, Venus o Diana. El trueno, el relámpago, el sol, la luz, la dominación, el poder, la fuerza, son los que se anteponen. En ambos grupos se concibe la idea del poder como abstracto, como autónomo y real en sí. El poder puede también ser sustraído de un objeto, de un amuleto, de un templo, de manera que éste pierda su carácter sagrado. La noción del poder adquiere existencia y valor propios; se separa de la realidad como algo independiente y al mismo tiempo algo eficaz. El poder en sí se transforma en una cosa con vida propia. Se materializa y toma valor autónomo. Ésta es una ley fundamental del pensamiento en el período mítico. La tarea del hombre, su objetivo y su obligación es, entonces, la de dominar este poder que se ha vuelto una sustancia propia, y asimilarlo al acontecer cultural y al deber del hombre de sobreponerse a su ambiente.

Estos poderes consisten en la bendición, la imposición de manos, la conjuración. Lo contrario se logra con la maldición, la imprecación, el encantamiento. Cosas sin vida: piedras, árboles, fuentes, casa, que pueden ser santificados porque este poder entra en ellos. La materialización de la idea del poder constituye el hecho más importante del pensamiento de este período mítico. Se transforma una abstracción, la idea del poder, en realidad; el pensamiento mismo se separa de su conjunto y se iguala con las cosas del mundo de los fenómenos como valor autónomo y sustancial. Este hecho es lo realmente trascendente de la época. Por eso sólo puede expresarse por un arte trascendente, abstracto. Este mundo se caracteriza por el fetichismo, el animismo, el culto de los antepasados y la mitología astral. Todas estas concepciones tienen el mismo fondo, el mítico. Su premisa fundamental consiste en la escisión de uno a la realidad e identidad; esta escisión separa la noción pensada del conjunto del pensamiento. Tal hecho confiere realidad a la aparición de los espíritus y otorga autenticidad a la idea de la fuerza.

El mundo de los muertos, de los antepasados, domina al hombre. Los antepasados y los espíritus pueden ocasionarle daño; por eso debe aplacarlo con sacrificios. Y a fin de que favorezcan su vida y le sean propicios, les construye grandes y hermosas casas de piedra imperecedera. El mismo vive en una cabaña, pero para los antepasados se edifican pirámides en el sur y monumentos megalíticos en el norte. Así se reemplaza la magia por el mito y el pensamiento acerca de los astros, del alma, de los espíritus, de la muerte, y poco a poco se forma en este mundo el politeísmo, el mundo de los dioses. En la cúspide se encuentra, entre los agricultores, la gran divinidad femenina, y entre los criadores de ganado, el gran dios masculino. Sólo partiendo de este pensamiento se comprende el cambio decisivo de la posición del hombre en el universo. El mundo mítico reemplaza al mágico, el pensamiento abstracto a la realidad. Por eso aparece también la imagen abstracta en lugar de la realista. Se presentan espíritus, demonios, formas misteriosas, inhumanas y sobrehumanas, que están más allá de la realidad, como lo están también la idea de poder, la del nacimiento eterno, la de la Gran Madre. Este mundo sólo puede desarrollarse en el momento en que nacen la agricultura y la cría del ganado.

De "Los primeros pasos de la humanidad" por Herbert Kuhn. Compañía General Fabril Editora, Buenso Aires, 1962.

sábado, 5 de marzo de 2016

Antropología de la muerte


Weismann admitía que la muerte es una "ventajosa adaptación". ¿Para qué? ¿A quién? Parece un contrasentido. Osler opinó que el hombre es tan viejo como sus arterias. Con admitirlo ya probaba bastante. Aun significa menos el decir que el hombre es tan viejo como sus glándulas endócrinas. Las arterias y las glándulas son tan viejas como el hombre. Metchnikoff atribuyó la causa de las "desarmonías" en el cuerpo, a los fagocitos; parece que éstos se ocupan más de alimentarse con pigmentos capilares, dedicándose poco  a combatir la flora bacteriana de nuestro tubo digestivo. El resultado es la fermentación, la intoxicación y la muerte. Su teoría vino a combatir la del tratamiento glandular en el repertorio de las de productos medicamentosos; pero la leche fermentada pierde terreno apareciendo como una cura de tiempos pretéritos.La pubertad es un período, pero a la hora de nacer se inicia una especie de vida sexual; para muchos, la verdadera madurez sexual no llega nunca. Así ocurre con los adultos; algunos son más adultos en cuerpo y mente a los quince que otros a los treinta y cinco; otros se precipitan al senilismo antes de que el cuerpo y la mente hallan llegado a la edad adulta. La edad provecta normal es la fisiológica y no es más enfermedad que la adolescencia. En la edad provecta patológica, el senilismo es prematuro y constituye una enfermedad. Su causa puede obedecer a cualquier infección bacteriológica.

En la muerte natural, morimos por pulgadas. Pero mientras existe un solo medio o camino para que podamos estar en el mundo tal como dice Pearl en su notable libro sobre la muerte, hay muchos caminos que conducen a la laguna Estigia. La muerte no asalta de repente, sino por medios progresivos; así que por cualquier encrucijada va haciendo su labor. Morimos cuando una parte esencial de nosotros se quebranta. De un análisis de las tablas de mortalidad de Inglaterra y Gales, de los Estados Unidos y Sao Paulo (Brasil), Pearl halló que más de la mitad de las muertes se deben a defectos del sistema respiratorio y el digestivo. Aunque ambos elementos principales estén en el interior del cuerpo, se hallan en contacto con el aire, el alimento y el agua del exterior. La piel también está expuesta al medio ambiente exterior; pero es una defensa armada contra las asechanzas de los elementos externos. Los sistemas respiratorio  y digestivo no tienen tal capa protectora de células como aquella. La epidermis y los revestimientos del tubo digestivo y el respiratorio constituyen la primera línea de defensa contra la invasión de las bacterias.

La causa más inmediata de la muerte es el sistema circulatorio; la sangre es el segundo medio de defensa del organismo. Cuando el primero falla, la segunda entra en funciones y el camino de la sangre ya está abierto. De ahí la gran parte que le incumbe al sistema circulatorio como segunda gran causa de la muerte. Como dice Pearl, viviríamos mucho si nuestros pulmones fuesen tan buenos como nuestro corazón. El promedio de mortalidad coincide con determinadas fluctuaciones en sexo y edad. La mortalidad de primera infancia es muy densa. Luego es escasa de los 10 a los 15 años para aumentar en la edad de los 20 a los 25. El promedio aumenta con progresiva lentitud de los 50 a los 55, que es cuando aumenta la razón directa de la edad. Las muertes por defectos del sistema circulatorio tienen un aumento persistente desde la madurez hasta los 85 y luego decrecen. Pero entre los 5 y los 35 sea proporción es mayor en las mujeres que en los hombres; es posible que a causa de los cambios que acompañan su pubertad, los casos sean más graves. Hasta los 65 años, las muertes por desórdenes en el aparato genital, son mucho mayores en las mujeres.La causa principal de la muerte entre los hombres durante el primer año, es debida al tubo alimenticio; después, hasta los 6 años, al sistema respiratiorio; luego de los 6, al circulatorio.

Un 60% aproximado de las muertes se debe a los órganos derivados del endodermo o de grupo germinal interior, el seno que en principio estaba fuera del cuerpo. En el embrión en desarrollo, ese seno se pliega dentro del cuerpo y es el revestimiento del tubo alimenticio y los órganos accesorios de la digestión. Es una reliquia a la moda antigua, anacronismo de ectodermo antediluviano. Por ser la cubierta de nuestro sistema digestivo, es nuestra tara de debilidad. Nuestras combinaciones más fuertes son la piel que cubre nuestro cuerpo y el sistema nervioso. Ambos derivan del ectodermo o del seno germinal exterior. Las muertes producidas por esas estructuras procedentes de esa capa, alcanzan a un 10% del total. Casi no hay gérmenes nocivos que puedan pasar a través de una piel sana. Las células de piel y los nervios, son las que más se han diferenciado de su primitiva estructura. El 30% restante de muertes, pertenece al mesodermo o seno germinal medio, sistema circulatorio, urogenital y muscular. El trastorno y destrucción de los órganos reproductivos de la mujer también es factor de importancia en la mortalidad infantil. Mientras la mortalidad debida a la dolencia de los órganos del ectodermo casi se equilibra para todos los sexos, la mortalidad femenina procedente del mesodermo, veinte años antes en el género masculino. 

La muerte llega, según Pearl, porque nuestros cuerpos están hechos de sistemas especializados en estructura y función. Al llegar a especializarse, sus células se han diferenciado tanto que han perdido el poder o capacidad para una indefinida existencia independiente. Así las células que cubren nuestros pulmones, sólo pueden ser nutridas, si las células del tractor intestinal y los de la sangre intervienen en el jugo. Unos sistemas están mejor constituídos que otros. El cerebro rige el corazón, éste a los pulmones. La coincidencia extraña que con respecto a las causas de la muerte halla Pearl en países tan desemejantes, como Inglaterra, los Estados Unidos y Brasil, le obligan a deducir que los factores congénitos en la constitución, en coincidencia con los elementos del medio, determinan el tipo de mortalidad. En cierta enfermedades, naturalmente, el medio es importantísimo. Las causas de la muerte, dice Pearl, se suceden por el siguiente orden descendente: sistema respiratorio, sistema digestivo, circulatorio y sangre, sistema nervioso y órganos sensoriales, riñones y órganos excretorios, órganos sexuales, esqueleto y sistema muscular, piel, endócrinas. Ahora bien, referidos proporcionalmente a su origen embrionario: enfermedades del endodermo 5.2 veces y 3.8 veces sobre las de origen ectodérmico. Podemos ser tan viejos como nuestras arterias y no ser capaces para abrir un surco; pero también somos tan jóvenes como nuestro cerebro y buenos donde la función de ese órgano sea precisa. Lo que sí es verdad que al romperse cualquier sistema, la máquina se para y morimos.

De "Por qué actuamos como seres humanos" del Dr. George A. Dorsey. Luis Miracle, editor. Barcelona, 1931.