martes, 31 de diciembre de 2013
lunes, 23 de diciembre de 2013
Los dispositivos esperanzadores y la persistente creencia en el más allá
El Hombre es el único animal que medita sobre el fenómeno de la muerte, siendo al mismo tiempo capaz de advertir su existencia y asumirla como la última y más visible de todas las rupturas. A partir de esta forma de conciencia sobre su finitud, podemos comprobar su incesante búsqueda de alternativas, que le ha permitido explicar, resistir y, a la vez, domesticar un acontecimiento que pone culminación a sus días. La muerte ha de ser entendida como el último entre los más importantes ritos de paso. Como tal supone una serie de acciones que se repiten, aunque no de manera idéntica, a lo largo del tiempo y de las culturas, respondiendo a ciertos parámetros preestablecidos que, por sobre todo, buscan instituir una diferencia, "un antes y un después" al decir de Bourdieu, en este caso entre un estado y otro, con relación a la vida.
Este acontecimiento provoca un daño a la red de conexiones que se establecen entre las personas. Parece ser que la única forma de confirmar su existencia es a través del ritual correspondiente al entierro del cadáver. Así los ritos funerarios se constituyen en ceremonias solemnes destinadas a exteriorizar el respeto y la veneración por el fallecido, asimismo el dolor por su pérdida, pero también el temor y la inquietud por la extinción humana en sí misma. La idea de finitud de la existencia del hombre es parte del misterio, que no podrá ser aprehendido como experiencia personal hasta el día de la propia muerte. Mientras tanto, el acontecimiento será percibido como otredad, en los desbordantes signos de que resulta una denuncia inapelable el cadáver.
Los diversos ritos y ceremonias funerarias que identicamos en diversas culturas sólo constituyen vehículos mediante los cuales se reconoce públicamente la dignidad del sujeto. Para Mircea Eliade, su mayor complejidad radica en el cambio de régimen ontológico y social: que supone donde "el difunto debe afrontar ciertas pruebas que conciernen a su propio destino de ultratumba, pero asimismo debe ser reconocido por la comunidad de los muertos y aceptado entre otros..."
De "Muerte y religiosidad en el Montevideo Colonial" por Andrea Bentancor, Arturo Bentancur y Wilson González; Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2008.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Uxoricidio sin consentimiento
Nuestra moral de hombres civilizados nos impide justificar con igual tolerancia el caso siguiente de homicidio por piedad, pero sin pedido ni consentimiento de la víctima. Un médico dice a un sujeto que su mujer, -a quine adora-, tiene una enfermedad incurable y está condenada a muerte segura, después de una agonía dolorosísima. La enferma ignora ese pronóstico y piensa sanar; esa esperanza es el consuelo único de sus dolores. Esa mujer, además de no pedir ni consentir que la maten, acaricia la vida y la sueña llena de felicidades entre su esposo y sus hijos. Pero el marido, desolado frente al mal que la arrastra fatalmente al sepulcro, desesperado por los dolores que torturan a su amada, seguro de que sus nuevos y más crueles sufrimientos atormentarán sus días restantes, decide liberarla de sus penas, dándole una dosis mortal en cualquiera de las inyecciones de morfina que suele aplicarle por prescripción médica.
Este hombre mata por piedad, por infinito amor; su uxoricidio es, subjetivamente, un acto heroico. Prescindamos de los desequilbrios que pueden perturbar que pueden perturbar su mente por la desesperación, las noches insomnes, el espectáculo incesante del dolor irreparable; prescindamos de todo ello y admitamos que ha podido resolver serenamente su acción: ese hombre, ante sí mismo, es un mártir, un hombre de corazón, cristianamente honesto. Sin embargo, no obstante su rectitud moral, no podríamos justificar su acto e irrevocablemente e irrevocablemente le condenaríamos. ¿Por qué? Porque falta el consentimiento de la víctima. La conducta del marido nos parecerá, sin duda, muy atenuada por el móvil piadoso y noble que le impulsó a matar; pero a nadie consideramos autorizado para despenar a quien quiera vivir, aunque los técnicos hayan declarado que la muerte es fatal e inminente.
De "La Psicopatología en el Arte" de José Ingenieros; Elmer Editor, Buenos Aires, 1957.
jueves, 21 de noviembre de 2013
La soledad de Dios
¡Estaba tan solo, tan horriblemente solo! Mi vida era igual, monótona, sin incidencias, sin mudanzas, sin sorpresas: plácida como la corriente de un río que tiene cauce y corre en la oscuridad sin reflejar los árboles de las orillas; todo era tinieblas, todo inmovilidad e inmutabilidad. Ni un sonido, ni un rayo de luz, ni un solo movimiento. Únicamente quien sufre se mueve para que cese su sufrimiento, y mi bienaventuranza era tal, que se asemejaba a la paz de la muerte. Entonces, mi pensamiento oprimido por el tedio y solicitado por la soberbia, se movió y no bien hube pensado en el mundo posible, las estrellas se encendieron en el cielo, los átomos llenaron los abismos vacíos, los cuerpos rodaron en el espacio y sobre la Tierra nación la primera vida, el primer dolor.
De "Memorias de Dios" por Giovanni Papini; Sarmiento Casa Editora, Buenos Aires, s/f.
sábado, 16 de noviembre de 2013
El Castillo de lo Inconsciente
El castillo de lo inconsciente
yérguese sobre una roca enorme, aguda y hosca, rodeada de abismos.
Entre la roca, y la montaña vecina, derrúmbase el agua torrencial, que
luego se arrastra, allá en el fondo lóbrego...
Su estruendo se oye de lejos, sordo
y hasta apacible, y sus espumas, fosforescentes desde la altura, se
adivinan en las tinieblas. Por dondequiera, como guardia
de honor de la roca, levántanse agujas ásperas, dientes pétreos, y se
erizan matorrales de espinos. Pero en las noches de luna, con que arcano prestigio radian, en lo alto, los vitrales del castillo divino en que mora la paz... Sólo pueden escalar tu morada
eminente los que han sangrado en todos los colmillos rocosos, los que
se han herido en todos los espinos...
Yo era de éstos. Yo merecía
habitar en la mansión del sosiego, y una noche apacible, guiado por el
celeste faro lunar, emprendí la ascensión al castillo. Sobre una robusta rama
inclinada, atravesé el torrente. Varías veces el vértigo estuvo a punto
de vencerme. La corriente rabiosa hubiera destrozado mis miembros; la
colérica espuma me habría cubierto con su rizada, y trémula blancura...
Pero yo miraba a lo alto, al
castillo, que mansamente se iluminaba en el picacho gigantesco y una
gran esperanza descendía hasta mi corazón y me daba aliento. Salvado el abismo, hube de escalar la roca. ¡Ay! ¡Cuantas veces en sus
asperezas me herí las rodillas y las manos. ¡Cuántas otras me vi en
peligro de caer al torrente que, como dragón retorcido y furioso,
parecía acecharme!.. Sus espumas llegaban, hasta mí, humedeciendo mis
destrozadas ropas. Pero mi anhelo de llegar al
castillo era demasiado intenso para no triunfar; y, muy avanzada ya la
noche, franqueaba yo por fin los últimos obstáculos y me encontraba en
la breve explanada que precedía a la gótica mole. Una mansa lluvia de luna caía
sobre aquel espacio abierto. La imponente masa, a su imprecisa luz, era
con sus torreones, sus almenas, sus ojivas, sus terrazas, sus techos
agudos, más bella que todos los ensueños.
¡Con qué temblor llamé a la puerta! ¡Cómo resonó en el silencio el aldabón! Esperé... no sé cuántos minutos... Oía mi corazón golpearme el pecho como un sordo martillo. De muy lejos venía a mis oídos el rumor confuso del torrente. Allá, en la hondura, adivinábase un océano informe de sombras y de luces, y el hervidero de plata de las aguas... Por fin la puerta se abrió dulcemente y una figura pálida, envuelta en un manto blanco, apareció en el umbral.
–La paz sea contigo –me dijo–. ¿Qué buscáis aquí, extranjero?
–Ese don santo que acabas de desearme –le respondí–: la Paz.
–¿De dónde vienes?
–De lo más hondo de aquellos
abismos –y le señalé con un amplío gesto la perspectiva lejana–. He
sangrado en todos los espinos... Me he desgarrado en todas las rocas...
Conozco el filo de todos los guijarros.
–¿Sabes lo que encontrarás aquí?
–El paraíso del no pensar...
–¿No te asusta la inconsciencia?
–La ansío. Allá abajo, las breves horas se sueño eran mi bien único...
–Tus más bellas ideas, tus más
luminosas imágines se extinguirán para siempre. Nunca mis sonará n tu
oído la deleitosa melodía de las rimas; nunca más el choque de los
conceptos vibrará en tu cerebro. Tu memoria no descorrerá ya sus
telones de luz amable o trágica... Será como si te hubieses bañado en
el Leteo, como si gustases la flor del olvido en la isla de los
Lotófagos...
–Eso quiero.
–Los seres que amaste no vivirán ya en tu recuerdo su vida vagarosa de fantasmas...
–Los enterraré para siempre.
–Ni siquiera, té acordarás de tu nombre; tu personalidad naufragará eternamente en este océano de la total amnesia.
–Pero seré feliz.
–Lo serás, pero sin saber que lo
eres, sin darte cuenta de tu suprema ventura.. Esta es la divina ciudad
del Nirvana de que habla el Buda. Este es el albergue del silencio
interior; éste es el sosegado sueño del yo. Aquí toda individualidad se
diluye como la gota de agua en el mar... Aquí el maya tenaz
desaparece: aquí todo es idéntico con el Todo; la relación de tu ser
con el Universo acaba... El ser y el no ser son una misma cosa... Aún es
tiempo; vuelve a pasar la explanada y desciende hacia el dolor, que
hiere y maltrata, pero individualiza... Baja hacia el torrente;
arrástrate de nuevo entre las rocas. Duro es el arrastrarse, pero quien
se hace mal eres tú; mientras que aquí el bien nos satura, pero tú ya
no existes. En el Bien están, más el Bien no está en ti...
...¡Vacilé! ¡Oh mísero apego al
yo, cadena que nos liga con tantos eslabones al mundo de la ilusión;
fuiste más fuerte que el anhelo de paz! ...El hombre blanco notó mi
vacilación, inclinó melancólicamente la cabeza; fue cerrando con
suavidad la puerta..., la puerta que da acceso al divino ignorar..., y
me dejó allí, solo con la luna... Torné a bajar hacía el torrente. Más duro era el descender que había sido el subir, Los filos de las rocas herían con mayor encono. La luna descendía ya como un dios triste, aureolado de plata, hacia su ocaso. Allá en lo alto, cada vez más en lo alto, los vitrales del castillo brillaban misteriosamente... Con la herida y ensangrentada diestra, envié un supremo beso de amor y de dolor a la morada excelsa, al paraíso perdido... Y heme de nuevo en la otra
orilla del torrente. Heme de nuevo entre los espinos. Héroe de nuevo en
el Hosco Valle del Pensamiento y del Dolor.
Amado Nervo
lunes, 11 de noviembre de 2013
Los horrores de la Revolución China
Un grupo de transeúntes chinos (adultos y niños) observa un cajón con restos humanos. Los horrores cometidos durante la larga Revolución China se ponen de manifiesto con toda crudreza en esta fotografía tomada en la ciudad de Shangai durante la Nochebuena del año 1947. Nunca se sabrá con exactitud cuantos muertos hubo en China durante la Revolución aunque el historiador Arnold J. Toynbee la considera como el peor genocidio ocurrido en el siglo XX después de las guerras mundiales.
jueves, 7 de noviembre de 2013
El juicio de los muertos
Morir es separarse el alma del cuerpo. Todos hemos de morir una sola vez; no sabemos cuándo, ni cómo, ni en dónde. Si esta vez erramos el paso, lo hemos errado por toda la eternidad. Debemos, pues, estar siempre bien preparados para morir en gracia de Dios. Después de la muerte, inmediatamente tendrá lugar el juicio. El juicio es la cuenta que el hombre debe dar a Dios y la sentencia del Divino Juez.Todos los hombres hemos de ser juzgados dos veces: la primera en la hora de la muerte; la segunda al fin del mundo. En estos juicios se examinarán todos los pensamientos, deseos, palabras, obras y omisiones de cada hombre, desde el primer instante del uso de razón hasta el momento de la muerte. El juicio de la hora de la muerte se llama particular, porque es de una sola persona. El juicio del fin del mundo se llama universal, porque será de todos los hombres. La sentencia del juicio particular es irrevocable. La sentencia del juicio universal será la confirmación de la del juicio particular. Cuando uno muere, el alma va al Cielo o al Purgatorio, o al Limbo de los niños, o al Infierno.
Del libro "Instrucción Religiosa: el Cristianismo, sus dogmas, oraciones, mandamientos y sacramentos"; Librería del Colegio Pío IX, Buenos Aires, s/f.
martes, 5 de noviembre de 2013
¿Post Mortem LXXVIII?
No tengo dudas en cuanto a afirma que el niño está vivo, pero ¿qué hay de su madre? Me resulta tan extraña su expresión, tan distante y apagada. ¿Estará realmente viva o se trata de un cadáver morosamente preparado para crear esa ilusión? Si es así, estamos ante un trabajo magistra. En fin, ustedes deciden...
sábado, 2 de noviembre de 2013
jueves, 31 de octubre de 2013
La necrofilia del siglo XVIII
¿Se inspiraban esas imaginaciones en relatos auténticos? El marqués Sade nos lo dice: 'Frecuentemente he visto en París a un hombre que pagaba a precio de oro todos los cadáveres de jóvenes muchachos y muchachas muertos de muerte violenta y enterrados recientemente; se los hacía llevar a su casa y cometía una infinidad de horrores sobre sobre aquellos cuerpos frescos.' El marqués no es testigno digno de fe. Sus palabras quedan extrañamente confirmadas, sin embargo, por una memoria dirigida en 1781 al procurador general de París sobre la indecencia de las sepulturas: 'Los cuerpos descendidos a ese abismo común están expuestos todos los días a la violación más indigna: algunas gentes, so pretexto de estudiar, no se contentan con los cuerpos que les dan en los hospitales, roban también los cuerpos muertos de los cementerios y cometen sobre ellos todo lo que la impiedad y el libertinaje pueden sugerirles.' ¿Era verdad? ¿Era mentira? Por lo menos se creía que los particulares 'aficionados a la anatomía' eran sospechosos de 'libertinaje' con los cadáveres.
De "El Hombre ante la Muerte" por Philippe Ariès; Taurus Humanidades, Madrid, 1999.
martes, 29 de octubre de 2013
La lección de anatomía del Dr. Frederick Ruysch
Autor: Jan Van Neck
Título: La lección de anatomía del Dr. Frederick Ruysch
Fecha: 1683
Esta pintura del flamenco Jan Van Neck (1634-1714) muestra el acto de disección del cadáver de un niño recién
nacido que aparece junto con la placenta y el cordón umbilical. Junto al Dr. Ruysch, médico cirujano de gran fama en Amsterdam, aparece su hijo sosteniendo un pequeño esqueleto de
niño y observando a los estudiantes.
domingo, 27 de octubre de 2013
A las puertas de la muerte
Una niña enferma, casi moribunda, aparece fotografiada en brazos de su madre. El aspecto lívido, casi cadavérico y la expresión ausente de la niña parecen indicar una enfermedad, acaso tuberculosis, en una fase muy avanzada. La mirada extática y el brillo de los ojos parecen indicar la inminencia de la muerte. Observen también la expresión de angustia y resignación de la madre. La
imagen data de alrededor del año 1860 y es un tipo de fotografía llamada "ambrotipo" que
estuvo muy difundida en la segunda mitad del siglo XIX. Se trataba de un
complejo proceso que fijaba las imágenes sobre una placa vidrio
miércoles, 23 de octubre de 2013
La temida viruela
La fotografía muestra un caso de un muchacho afectado de viruela que falleció pocos días después debido a una toxemia generalizada con el consiguiente envenenamiento de la sangre. La viruela es una enfermedad causada por el virus Variola mayor.
Algunos especialistas dicen que a lo largo de los siglos mató a más
personas que todas las otras enfermedades infecciosas juntas. La
vacunación en todo el mundo detuvo la diseminación de la viruela hace
tres décadas. El último caso se denunció en 1977 y en 1980 la Organización Mundial de la Salud la declaró erradicada. Dos laboratorios de
investigación aún guardan pequeñas cantidades del virus.
martes, 22 de octubre de 2013
Los huerfanitos
Tomados de la mano, los dos niños recorren diariamente el camino "por donde siempre vuelven menos de los que van". Son dos huérfanos, dos hermanitos que desde el día en que perdieron a la madre, se acompañan el uno al otro, unidos por un cariño fraterno más delicado y profundo. Todos los días se les ve avanzar por el largo sendero, la cabeza inclinada bajo el peso de un dolor irremediable, y en las manos algunas flores silvestres. Lento el paso... Los labios sellados por una vieja angustia... Parece que hubieran dejado de ser niños. Ha tiempo que la alegría no ilumina sus rostros. Son dos avecillas que perdieron en una hora infausta, el don del gorjeo y del canto.
De tarde en tarde, la niña interrumpe el prolongado silencio fijamente, y, como si hublara consigo misma, exclama: - Anoche soñé como mamá... Estaba triste... Me miró primero fijamente y luego me tomó de las manos para llevarme... ¡Tuve miedo! Otra vez la pregunta: - ¿Echaste agua en el tiesto de los claveles?... Hoy arrancaremos las hierbas...Al final del camino y en las afueras de la aldea está el cementerio: lo rodea una pared baja y derruída. Se entra a él por un portón sostenido por gruesos pilares de ladrillo. ¡Lugar de tristeza! ¡Cuántas de esas flores que cubren las veredas y las tumbas fueran regadas con lágrimas! ¡Cuántas veces los labios de la madre besaron aquella tierra que oculta la cajita blanca, en la cual el hijo duerme para nunca jamás depertar!
Los dos huerfanitos se acercan a la cruz; la conocen bien... El padre la colocó una tarde, enseguida que volvió del trabajo. Después de besarlos con ternura, les dijo: - Aquí descansa vuestra mamita... Le traeréis flores todos los días y os arrodillaréis para orar. Se sentirá dichosa al veros junto a ella. Decidles en vuestras oraciones que le prometéis ser buenos, y que la recordaréis siempre... siempre... Los dos hermanos habían escuchado estas palabras con religioso silencio. Ni un solo día dejaron de cumplir aquel deseo de la madrecita, y cada vez que se acercaban al humilde sepulcro les parecía oír la voz de ella entre el canto de los pájaros o entre el rumor del follaje, movido por el viento.
¡No hay soledad más triste que la de los niños sin madre! ¡Acercáos a ellos y acariciadlos mucho, ya que la adversidad quiso privarlos de las ternuras que anidan en los labios de la madre!
J.D.F.
Del libro "Cómo se enseña la composición" (Método Activo) por José D. Forgione; Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1931.
domingo, 20 de octubre de 2013
No lloremos a los muertos
¿Quién tiene razón, los que creen que los muertos desaparecen definitivamente, para siempre, o los que creen que sus muertos no han cesado de vivir, y creen que los ven, que los oyen, que los sienten? ¿Sabemos qué es lo que muere en nuestros muertos, o si hay algo que muere? Cualquiera que sea nuestra religión, siempre hay un lugar donde no pueden morir nuestros muertos. Este lugar es dentro de nosotros.
Debemos vivir con nuestros muertos, vivir con ellos, sin tristeza y sin terror. Ellos no piden lágrimas, sino un dulce afecto. hay quienes llaman a los muertos, mientras nosotros arrojamos y ahuyentamos a los nuestros; les tenemos miedo, y ellos comprenden, y se van, y nos dejan para siempre. Necesitan que les amen tanto como a los vivos.
Mueren, no en el instante en que se hunden en el sepulcro, sino lentamente, al hundirse en el ovido. Es el olvido quien los mata definitivamente. No debemos permitir que sobre ellos se acumule el olvido. No hay sepulcro, por más profundo que sea, cuya losa no pueda ser levantada y cuya ceniza no pueda ser removida por un pensamiento.
Maurice Maeterlink
sábado, 12 de octubre de 2013
Post Mortem LXXVII: la niña de las estrellas
domingo, 22 de septiembre de 2013
Una tarde en el cementerio
Me agrada esta fotografía en colores, tomada en 1962 en el estado de Maryland, EE.UU. Nos muestra a una alegre grupo de niños y adolescentes posando sonrientes en una verde pradera. Tras ellos se ven los autos de sus padres y más allá lo que parece ser un campo plantado de maíz. Pero lo que más me ha llamado la atención son las tumbas del cementerio que se puede ver en el extremo izquierdo, al fondo. Quizás alguien también observaba desde allí, quien sabe...
lunes, 16 de septiembre de 2013
Unamuno y la muerte
Miguel de Unamuno
(1864-1939)
Uno de los temas predilectos de Don Miguel es la muerte. Siempre la ha enfrentado con una serenidad y una gallardía admirable. Mas en la vejez se cree que Unamuno le va a tener miedo. Un ateneísta le pregunta:
- Pero, ¿de veras, no ha sentido ninguna inquietud ante la muerte?
- Absolutmanete ningua. Lo mismo que no echo de menos la compañía ajena, me quedaría tan tranquilo sin la mía.
De "Genio e ingenio de Don Miguel de Unamuno" por Francisco Madrid; Aniceto López Editor, Buenos Aires, 1943.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Amado Nervo: El Miedo a la Muerte IV y V (Epílogo)
IV
No, no es posible ya padecer más; la resistencia humana tiene sus límites, y la mía está agotada. Esta obsesión de la muerte, en los últimos tiempos se ha enseñoreado de mí en modo tal, que ya no puedo hablar más que de ella, ni pensar más que en ella... Mis noches son de agonía lenta y odiosa..., mis días tristes hasta opacar mi tristeza la luz del sol... Mi tormento llega al heroísmo de los tormentos... Ya no puedo con mi mal y voy a acudir al más absurdo..., al más extraño..., al más ilógico, pero también al más efectivo de los remedios... ¡¡Voy a matarme!! Sí, a matarme; ¿concebís esto? A matarme... ¡por miedo a la muerte!
V
Sobre el pecho del suicida se encotraron a guisa de carta, las páginas que copio. Los periódicos han publicado ya parte de ellas. Yo he creído piadoso reproducirlas todas...
De "Almas que Pasan" de Amado Nervo; Editorial Calomino, La Plata, 1946.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Fotografía erótica victoriana
Este un excelente ejemplo de fotografía erótica victoriana que data del año 1900 y pertenece al fotógrafo H. von Jan. La chica desnuda con un cráneo entre las manos o junto a un esqueleto es un tema recurrente en este tipo de fotografía. Los temas mórbidos eran del gusto de las bellas artes y la literatura de la época victoriana.
martes, 3 de septiembre de 2013
Sala de disecciones de la Universidad de Cambrige en 1815
La imagen representa la sala de autopsias de la Universidad de Cambridge en 1815. Obsérvese su diseño circular en forma de anfiteatro en la que los alumnos se ubican en las gradas para observar a los profesores en el centro, donde se encuentra la mesa de disecciones. Otro detalle interesante es bóveda provista de unaa cúpula vidriada que provee abundante luz natural, necesaria para las observaciones. Desde la cúpula aparece suspendido un esqueleto que es sostenido mediante un sistema de poleas que permite subirlo y bajarlo a discresión. También pueden verse algunos frascos con preparados en formol con fetos deformes y otras curiosidades. Cabe recordar que la Universidad de Cambridge fue fundada en el año 1209 y es una de las más antiguas del mundo que aún subsiste. Junto con la Universidad de Oxford, ha formado a una gran cantidad de los más destacados científicos, escritores y políticos del Reino Unido.
sábado, 31 de agosto de 2013
Lamentación por Cristo muerto
Autor: Giotto di Bondone (1267-1336)
Título: Lamentación por Cristo muerto
Técnica: Fresco
Ubicación: Capilla Scrovegni, Padua
Esta obra muestra con expresividad y dramatismo el momento posterior al Descendimiento de Cristo de la Cruz. María, su Madre, de perfil, lo tiene en sus brazos y le mira con angustioso dolor. San Juan en frente de Cristo, manifiesta su pena de manera veraz extendiendo los brazos. María Magdalena como ensimismada sostiene los pies. Nicodemo, quien pidió a Pilato poder descender el Cuerpo de Cristo de la
Cruz y José de Arimatea, a la derecha, quien portó con Cristo la Cruz
camino al Calvario, también contemplan la escena con actitud meditativa. Giotto es de los primeros “artistas”, tal y como entendemos hoy esta palabra, de los que tenemos constancia. Consiguió fama y es nombrado por el tratadista del S. XVI Vasari, en su
libro de las Vidas de los grandes artistas del Renacimiento.
El arte de Giotto fue pionero en la búsqueda de la naturalidad, el realismo.La escena parece que ocurre delante de nosotros, frente a los fondos dorados medievales, aparece el paisaje, éste se empieza a tratar perspectiva. La composición, distribución y la proporción de las figuras es creíble; pero sobre todo, lo más innovador quizás sea la manifestación directa del sentimiento. Las figuras con gran expresividad y cada una a su manera muestran el dolor. Se busca transmitir el hecho con un lenguaje claro, dejando la frialdad de los solemnes iconos medievales. Giotto es el nexo entre la pintura hierática y solemne bizantina y el comienzo del Renacimiento.
El plano superior, el Cielo, azul profundo, el color de la espiritualidad, asociado a la meditación y la vida interior. Recortando en diagonal un muro donde se sitúan las figuras, de forma natural y a la vez estudiada, dos de espaldas creando profundidad, varias de perfil, algunas de pie, otras sentadas. En el extremo superior del muro un árbol sin hojas, símbolo de la Muerte, tal vez alusión al pecado, en el extremo opuesto Cristo muerto, quien resucitando dará la Vida. En el cielo, ángeles “humanizados” lloran con rostros descompuestos y movimientos agitados, todo ello contribuye a expresar con dramatismo la intensidad del momento.
De "Arquvolta", un blog dedicado a la historia del arte, junio 21 de 2011.
El arte de Giotto fue pionero en la búsqueda de la naturalidad, el realismo.La escena parece que ocurre delante de nosotros, frente a los fondos dorados medievales, aparece el paisaje, éste se empieza a tratar perspectiva. La composición, distribución y la proporción de las figuras es creíble; pero sobre todo, lo más innovador quizás sea la manifestación directa del sentimiento. Las figuras con gran expresividad y cada una a su manera muestran el dolor. Se busca transmitir el hecho con un lenguaje claro, dejando la frialdad de los solemnes iconos medievales. Giotto es el nexo entre la pintura hierática y solemne bizantina y el comienzo del Renacimiento.
El plano superior, el Cielo, azul profundo, el color de la espiritualidad, asociado a la meditación y la vida interior. Recortando en diagonal un muro donde se sitúan las figuras, de forma natural y a la vez estudiada, dos de espaldas creando profundidad, varias de perfil, algunas de pie, otras sentadas. En el extremo superior del muro un árbol sin hojas, símbolo de la Muerte, tal vez alusión al pecado, en el extremo opuesto Cristo muerto, quien resucitando dará la Vida. En el cielo, ángeles “humanizados” lloran con rostros descompuestos y movimientos agitados, todo ello contribuye a expresar con dramatismo la intensidad del momento.
viernes, 16 de agosto de 2013
Amado Nervo: El miedo a la Muerte III
¡Morir! -seguía pensando (y sigo aún por mi desgracia)-. He de morir, pues, y todo seguirá lo mismo que si yo viviera. ¡Esta multitud que inunda las aceras continuará su activo y alegre tráfago, bajo el mismo azul del cielo, calentada por el mismo oro tibio del Sol! En los bosques los nidos seguirán piando y los amantes seguirán buscándose en las bocas la furtiva miel de la vida. Las mismas preocupaciones atormentarán a las almas... Los mismos placeres, sin cesar renovados, deleitarán a las generaciones... La Tierra continuará girando como una inmensa mariposa alrededor de la llama del Sol... y yo ya no existiré, ya no veré nada, ya no sentiré nada... Me pudriré silenciosamente en un cajón de madera que se desmoronará conmigo...
Pasarán las parejas de aves sobre la tierra que me cubre, sin conmover mis cenizas... El Sol despertará germinaciones nuevas en derredor mío, sin que mis pobres huesos se calienten con su fuego bendito. Mi memoria habrá pasado entre los hombres, mi huella se habrá perdido, mi nombre nadie habrá de pronunciarlo. El hueco que deje estará lleno... Y si al menos fuese así, si la muerte se redujese a un eterno e inconmovibles sueño... pero las palabras de Hamlet nos torturan el pensamiento: "Morir... dormir... soñar... ¡¡¡soñar acaso!!!
De "Almas que pasan" de Amado Nervo; Editorial Calomino, Buenos Aires, 1946.
sábado, 10 de agosto de 2013
Metodología postmortem
Fig. 3, "Mostrando el estiramiento de la piel, y el método de sostener el bisturí en la incisión preliminar". Así reza dicha figura de la placa 2 del tratado Post Mortem Methods de James Martin Beattie, publicado por la Universidad de Cambridge de Londres en el año 1915. Dicho tratado trata de las técnicas de disección y está destinada a los peritos forenses que realizan autopsias así como a los estudiantes de Medicina que deben realizar disecciones en cadáveres.
jueves, 8 de agosto de 2013
La caída de la casa Usher
El genial Alberto Laiseca narra La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe (1809-1849). Se trata, quizás, del cuento de Poe donde el terror llega a su punto máximo. El relato de Laiseca nos puede llegar a helar la sangre. Te invito a escucharlo de noche, en la soledad de tu cuarto y con la luz apagada...
sábado, 3 de agosto de 2013
Los enterramientos de los neandertales
Los neandertales vivieron desde 200.000 a 30.000 antes de Cristo en África y Eurasia, coincidiendo con los períodos glaciales. Cazaban el mamut, el rinoceronte lanudo y el oso gigante de las cavernas. Sus útiles de piedra eran superiores en variedad, acabado y precisión a las hasta entonces conocidas, y ya habían aprendido definitivamente a encender fuego. Fueron los primeros homínidos que enterraron a sus muertos. Los anteriores, como los animales en general, se limitaban a abandonarlos cuando caían, con lo que eran devorados por los predadores, y lo que restaba de ellos se descomponía. El hecho de que los neandertales inhumaran a sus muertos, sustrayéndolos a los devoradores, ya que no a las bacterias responsables de la descomposición, parece demostrar que se atribuía cierto valor a la vida, y que los individuos eran objeto de afectos y cuidados.
A veces los muertos eran viejos y tullidos, y sólo pudieron vivir tanto tiempo gracias a la amorosa ayuda de otros miembros de la tribu. Además, se enterraba a menudo alimento y flores junto al difunto, lo cual parece indicar que los neandertales consideraban que la vida continuaba después de la muerte sobre la base de la individualidad. Si creían en una existencia de ultratumba, se trataría de un indicio de las primeras manifestaciones de lo que podemos llamar religión; esto es, un sentimiento de que en el Universo hay algo más de lo que resulta aparente para los sentidos.
De "Cronología de los descubrimientos" de Isaac Asimov; Editorial Ariel Ciencia, Barcelona, 1992.
miércoles, 31 de julio de 2013
¿Post Mortem sí o no?
No me atrevo a incluir a esta vieja fotografía en nuestra serie postmortem porque me genera muchas dudas al respecto. No tengo dudas en afirmar que el niño está vivo, según lo demuestran sus ojos abiertos y expresivos. ¿Pero qué decir de su mamá? Ella parece adormecida, con un gesto de dulzura y felicidad, la felicidad que naturalmente toda madre siente cuando está con su hijo. ¿Pero la madre está viva o no? ¿Ustedes qué opinan?
sábado, 27 de julio de 2013
Mitomanía criminal
Mottet refiere la observación de un adolescente que se acusaba de haber matado a su hermana llenando la habitación con óxido de carbono, fabricado por él mismo en una habitación vecina, y libertado cerca de la víctima mediante un tubo de caucho adaptado al matraz generador del gas. Muy ufano de sí mismo, detallaba el procedimiento de fabricación, tomado de la lectura de los libros de su padre, farmacéutico. Devuelto una primera vez a su familia, se fué a buscar al jefe de Seguridad, al que refirió su pretendido crímen. Remitido a la cárcel preventiva, repitió con satisfacción los detalle de su fratricidio. Cuando vió que no se le creía, y que se le mantenía en una celda, confesó al cabo de cinco días que no había cometido el acto del que se acusaba, y que su hermana había muerto como consecuencia de una larga enfermedad.
De "La infancia irregular" por L. Bourrat, J. Dechaume, R. Gallavardin y otros; Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1958.
viernes, 19 de julio de 2013
Los que no quisieron vivir XVII: Félix Molina Téllez, el suicida desconocido
El otro suicida era un poeta rosarino, o, por lo menos, que había vivido en Rosario muchos años. Publicó tres o cuatro libros de versos. En La Nación leí la noticia de su muerte, en un suelto de diez o doce centímetros. Según el diario, el poeta era al morir director de la imprenta de la Penitenciería Nacional. Acaso yo leí mal y sólo ocupaba allí un empleo. El caso es que nadie sabe el apellido de este poeta. En la Penitenciería dicen que no fué director de la Imprenta ningún poeta. He preguntado a buen número de escritores. Nadie sabe nada. Nadie recuerda a este hombre que publicó varios libros y que fué elogiado por La Nación en un suelto no breve. Cosas como ésta sólo pasan en este país. Podemos decir de este hombre que fue "el suicida desconocido"...*
* Estando ya en impresión estos Recuerdos, me aseguró Fermín Estrella Gutiérrez que el poeta desconocido para todos se llamaba Félix Molina Téllez.
De "Entre la Novela y la Historia" de Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.
miércoles, 17 de julio de 2013
“¿Embalsamar o ser embalsamado?”
La limpieza del cadáver es el primer paso en el procedimiento de embalsamamiento.
Para aplicar el formol buscan una arteria para realizar la transfusión. Esto para conservar en mejor estado al cadáver.
El siguiente paso es drenar todo el cuerpo, con una máquina llamada Hidroaspiradora.
Al drenar el cuerpo, se extraen todos los líquidos. En su mayoría sangre.
En el momento en que drenan, se debe tener cuidado ya que el tubo se llega a tapar, y se derraman los líquidos del cuerpo.
El cuerpo lleva 8 horas de haber muerto por un infarto al corazón.
En la mujer de casi 80 años se nota ya la descomposición del cuerpo, poniéndose duro y llenándose de hematomas.
Llegando a los últimos pasos de embalsame, se tapan con algodón todos los orificios del cuerpo.
Al tapar los orificios del cadáver se evita que se derrame el formol, y
algunos líquidos que pudieron haber quedado dentro del cuerpo.
El cuerpo es vestido y maquillado con lo que mandan los parientes, o según la petición del difunto.
Fotorreportaje presentado por la periodista mexicana Rebeca Fabiola Lopez Lozano, 2010.
sábado, 13 de julio de 2013
Amado Nervo: El miedo a la Muerte II
¡Morir! ¡Ah, Dios mío! Los animales, cuando sienten que se aproxima su término, van a tumbarse en un rincón, tranquilos y resignados, y expiran sin una queja, en una divina inconsciencia, en una santa y piadosa inconsciencia, devolviendo al gran laboratorio de la Naturaleza la misteriosa porcioncita de su alma colectiva. Las flores se pliegan silenciosas y se marchitan sin advertirlo (¡o quien sabe!) y sin angustia alguna (¡¡o quien sabe!!). Todos lo seres mueren sin pena... menos el hombre. Ninguno de los animales sabe que ha de morir, y vive cada uno su furtiva existencia en paz... Sólo el hombre va perseguido por los fantasmas de la muerte, como Orestes por su séquito de Euménides... ¡horror! ¡horror!
Dos maneras sólo hay de morir: se muere, o por síncope o por asfixia. Poco me espanta la primera de estas muertes... Un desmayo... y nada más; un desmayo del que ya no se vuelve: la generosa entraña cesa de latir y nos dormimos dulcemente para siempre; pero la asfixia... ¡Dios mío!, la asfixia que nos va sofocando sin piedad, que nos atormenta hasta el paroxismo... Y unido a ella el terror de lo que viene..., de lo desconocido que abre, su bocaza insaciable..., de los "único serio" que hay en la vida.
A más de cien médicos he preguntado: - Qué, ¿se sufre al morir? Y casi todos me han respondido: - No; se muere dentro de una perfecta inconsciencia... ¡Ah!, sí; esto es lo natural, lo bueno, lo misericordioso: la santa madre, la noble madre Naturaleza debe envolvernos en un suave entorpecimiento; debe adormecernos en sus brazos benditos durante esa transición de la vida a la muerte. Sin duda que morimos como nacemos... en una misteriosa ignorancia... Pero ¿y si no es así?... ¿si no es así?... me preguntaba yo temblando.
De "Almas que pasan" de Amado Nervo; Editorial Calomino, Buenos Aires, 1946.
miércoles, 10 de julio de 2013
Las catacumbas de Roma
Los cristianos, en Roma, durante las persecuciones de que fueron objeto en los primeros tiempos, se reunían en las llamadas "catacumbas", lugares subterráneos donde celebraban sus ritos, se confortaban mutuamente y enterraban a sus muertos. Las catacumbas de Roma tienen en conjunto una longitud de varios centenares de kilómetros. El origen de las catacumbas se encuentra en
las minas de arena que habían perforado los romanos en el subsuelo de la
ciudad para extraer materiales e construcción. Catacumba se
traduce literalmente por "agujero", y era una hondonada de la Vía Appia.
Cerca estaba un cementerio subterráneo al que trasladaron
provisionalmente los cuerpos de san Pedro y San Pablo en el siglo III.
Más tarde se designó, por extensión, con la palabra catacumba a todos
los hipogeos funerarios excavados extramuros de Roma. Así surgen las
catacumbas de Priscila, Lucila, Domitila, Calixto, etc.
De la "Enciclopedia Práctica Jackson", tomo VII; W. M. Jackson, Inc., Editores, México DF, 1958.
lunes, 8 de julio de 2013
Post Mortem LXXVII
Nuevamente nos encontramos frente a una fotografía postmortem, tomada de perfil, de un niño que yace en su ataúd de color blanco, rodeado de flores. No puedo precisar la fecha ni el lugar donde fue tomada, pero me atrevo a fecharla aproximadamente hacia el año 1900.
sábado, 6 de julio de 2013
El suplicio de Savonarola
Fray Girolamo Savonarola (1452-1498)
El pontificado de Alejandro VI (Rodrigo de Borja, 1492-1503), tuvo características de franca decadencia. Su mayor error fue el de favorecer por todos los medios los intereses y el poder de sus cuatro hijos, habidos antes de llegar al pontificado. Particular descrédito dio a su gobierno el favor excesivo acordado a uno de ellos: César Borgia, llamado "el Duque Valentino", aventurero sin escrúpulos (Maquiavelo vio en él el ideal de su Príncipe). Durante el gobierno de Alejandro VI tuvo lugar la discutida condena de fray Jerónimo Savonarola (1452-1498), ardiente apóstol de Ferrara, prior del convento dominicano de San Marcos, en Florencia. Dotado de arrebatadora elocuencia, Savonarola, con sus acentos apocalípticos, había conseguido reformar las costumbres de Florencia y dio a la ciudad una constitución republicana de carácter democrático.
Alejandro VI no lo veía con buenos ojos, sobre todo por las audaces y a veces injustas palabras de condenación que Fray Jerónimo hacía resonar contra los escándalos de la corte romana. La situación se hizo insostenible cuando el Papa prohibió a Savonarola la predicación. Éste no obedeció y fue excomulgado (13 de mayo de 1497). Ni aún así se sometió el fraile; al contrario, porque, a su parecer, el propio Papa había pecado de simonía y herejía.
Entretanto en Florencia se iban exasperando los ánimos y los enemigos de Savonarola ponían todo su empeño en humillarlo. Un fraila franciscano desafió a Jerónimo a que se sometiese al llamado "Juicio de Dios": un franciscano y un dominico, que asumiría el lugar de Jerónimo, debían atravesar una hoguera ardiente para saber de qué parte estaba la razón. El insensato desafío no se realizó por varias razones y el pueblo, que se había apasionado por el singular duelo, sufrió una gran desilución y volcó su ira contra Savonarola, invadiendo el convento de San Marcos: Fray Jerónimo fue tomado prisionero; lo llevaron ante un tribunal, y allí, sometido a juicio, ante jueces influidos por sus adversarios, fue condenado por rebeldía contra la Iglesia.
El 23 de mayo de 1498 fray Jerónimo, ocn otros dos hermanos de orden, fue ahorcado y quemado, y sus cenizas esparcidas en el río Arno. Savonarola afrontó la muerte con serenidad: muchas personas, y hasta algunos santos, lo consideraban un mártir. Su error principal consistió en negar la obediencia a la autoridad legítima de Alejandro VI, cuyas culpas habían sido exageradas por leyendas que la sana crítica histórica está ahora deshaciendo.
De la "Historia de la Iglesia" por F. Degalli; Editorial Codex, Buenos Aires, 1963.
martes, 2 de julio de 2013
El corazón de Sarmiento
El día en que Sarmiento asumió el mando de la presidencia de la Argentina, su casa estuvo muy concurrida por los visitantes que fueron a felicitarlo. Al retirarse uno de los últimos amigos que quedaban, Sarmiento lo acompañó con su habitual cortesía hasta la puerta de la calle. El amigo, que era íntimo, manifestaba a Sarmiento la transición tan enorme que se había operado en él entre su vida del día anterior y la de ese momento, que ahora el jefe de la Nación, que todo dependía de su voluntad, que todo lo podía.
En esa circunstancia desembocó por la calle una mujer, que loca y desesperada, pedía socorro a gritos. Sorprendido por aparición tan extraña, Sarmiento la detuvo al pasar por su lado, inquiriendo las causas de su desesperación. Entonces la mujer le manifestó que su hijo estaba muriéndose. Volviéndose Sarmiento a su amigo, como si continuara el hilo de la conversación interrumpida, le dijo: -¿Ves? ¡Ahí tiene para lo que sirve ser presidente de la República: para llevar un poco de consuelo a una madre que pierde a su hijo!
De "El Derecho de Saber" por Luis Umbert Santos; Editorial Humanidad, México DF, 1953.
lunes, 1 de julio de 2013
Los que no quisieron vivir XVI: Alejandro Marcó
Quedan otros dos suicidas, de los cuales debo hablar aquí. Del primero de ellos no es dudoso que se matara, pero es harto dudoso el año del suceso. No he logrado encontrar, ni aproximadamente, la fecha en que se mató Alejandro Marcó. Dos o tres de sus amigos viven, pero están viejos y nada recuerdan. Debió ser, según mis cálculos, hacia 1925. No hay noticia en los diarios ni en las revistas. No dejó parientes próximos. He hablado de Alejandro Marcó largamente en el capítulo que dediqué a mi novela Nacha Regules, en el volumen anterior de estos Recuerdos. Marcó debe ser considerado como escritor porqué escribió tres o cuatro comedias, una de las cuales fué publicada en Nosotros y aun creo que representada.
Era artista y hombre de buen gusto, distinción y cultura, aunque no hubiese leído demasiados libros. Ya referí como, al ir yo al conventillol en donde se había metido para largo viaje, un viaje largo... Era abúlico, excesivamente preocupadizo y harto sensible. Debía tener, por lo menos, una formidable neurastenia. Su situación de hijo natural, seguramente, le humillaba. Incapaz de trabajar. Era un enfermo. Tenía además una pasión amorosa frustrada. Se había enamorado de la mujer de un amigo, y fué tan noble que, en la estancia del amigo, se le presentó con un revólver, y le dijo: "-Matáme, estoy enamorado de tu mujer".
Era artista y hombre de buen gusto, distinción y cultura, aunque no hubiese leído demasiados libros. Ya referí como, al ir yo al conventillol en donde se había metido para largo viaje, un viaje largo... Era abúlico, excesivamente preocupadizo y harto sensible. Debía tener, por lo menos, una formidable neurastenia. Su situación de hijo natural, seguramente, le humillaba. Incapaz de trabajar. Era un enfermo. Tenía además una pasión amorosa frustrada. Se había enamorado de la mujer de un amigo, y fué tan noble que, en la estancia del amigo, se le presentó con un revólver, y le dijo: "-Matáme, estoy enamorado de tu mujer".
De "Entre la Novela y la Historia" por Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.