En el año 1780, el italiano Luigi Galvani (1737-1798) descubrió por casualidad que cuando una rana muerta estaba suspendida por un hilo metálico, al ser tocado éste accidentalmente con el escalpelo con el que la estaba diseccionando, sus patas se contraían de la misma forma que cuando aún se encontraba con vida. Al principio, Galvani había supuesto que la electricidad se hallaba presente de forma natural en el cuerpo del animal y que residía en su cerebro. No tardaría en comenzar una serie de grotescos experimentos con cadáveres humanos. Según los testimonios los invitados a presenciar esos experimentos salían corriendo del susto al ver moverse a los cadáveres. Hasta emitían sonidos al serle estimuladas las cuerdas vocales. Sería su compatriota Alessandro Volta quien, repitiendo los experimentos, llegaría a una conclusión muy diferente. Prescindiendo de la rana, acabó construyendo la mítica pila voltaica. La rana simplemente conducía la electricidad generada por la pila.
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