lunes, 23 de julio de 2012

Piensa bien en estas grandes verdades



 I - Todos hemos de morir, y vendrá un día, que será para nosotros el último de los días.

II - El momento de la muerte nos es desconocido, y vendrá más pronto de lo que nos pensamos.

III - Del momento de la muerte depende nuestra eternidad.

IV - Después de la muerte no habrá ya más recurso para nosotros.

Pensémoslo pues ahora

Nada más común que la muerte; todos los días se oye decir: fulano ha muerto, una tal acaba de expirar, zutano ha sido atacado de una accidente imprevisto, zutana ha sucumbido a una larga enfermedad, un tal acaba de ser asesinado, el otro se ha anegado, ese ha caído y ha muerto bajo el golpe, aquella ha sido envuelta en las ruinas de un edificio. No hay día que no nos preste algún ejemplo, siendo nosotros los que también algún día daremos unos a los otros. ¿Lo pensamos bien?

Todos los hombres sin excepción  están sujetos a la muerte, bajo cuyo dominio están todos los los estados de la vida. El joven no se halla cubierto de sus golpes: el niño muere muchas veces al momento mismo en que comienza a vivir, y la puerta del rico no escapa a sus golpes; el poder, las riquezas, las coronas, los cetros. Todo cede a la muerte, la cual igualmente penetra en los palacios de los grandes, que en la cabaña de los pobres, extendiendo al grande y al pequeño en un mismo ataúd. Todos los días se inmola alguna víctima, tú puedes ser la primera. ¿Lo piensas bien?

¿Cómo es posible que los hombres se cieguen sobre la muerte que los amenaza a cada momento? Sabemos que podemos morir a todo instante, y vivimos como si nunca hubiésemos de morir: siempre miramos la muerte muy lejana, como si nunca hubiese de llegar. Oímos decir: fulano acaba de morir repentinamente, sin dejar por esto de lisonjearnos continuamente de una larga vida. En la muerte de los otros encontramos siempre razones para confirmar nuestro modo de pensar: fulano ha muerto, decimos, pero ya no gozaba de salud, hace largo tiempo que iba enflaqueciéndose, no tenía cuidado de sí mismo, hacía excesos, le habían advertido, se encontraba amenazado, no se le han dado los socorros a tiempo, etc.

De este modo hallamos razones para asegurarnos, en lugar de decir: fulano ha muerto hoy ¿quien me dice que mañana existiré todavía? Fulano ha salido repentinamente de este mundo, puede ser que mañana las fúnebres campanas anunciarán mi muerte. El que cree encontrarse muy lejos de su última hora, lleva tal vez el tiro de la muerte en su seno: hoy piensa en los placeres, y mañana se verá en la presencia de Dios. ¿Lo has pensado bien?

Lo más terrible en este punto es, que las consecuencias de la muerte son eternas e irreparables: la muerte no es más que un momento, y ese momento decide todo para siempre, de suerte que lo que habremos sido en el momento de la muerte seremos por toda una eternidad. Si morimos en estado de gracia, somos felices para siempre; si en pecado mortal, no somos más que infelices, malditos y réprobos para los siglos de los siglos. El árbol caerá algún día, dice el Espíritu Santo, si cae a derecha, está reservado para el edificio de la celestial Jerusalén; si a izquierda, está destinado al fuego. Ubi ceciderit arbor, ibi erit.

No, desde el mismo momento de la muerte, ya no hay más recursos. Ni arrepentimientos, ni suspiros, ni llantos, ni lágrimas, ni resoluciones, ni promesas, nada puede cambiar la suerte, queda fijada para siempre; el decreto está dado, y la eternidad entera será su ejecución. Convenía haberlo pensado, y entonces ya no será tiempo. Nuestra vida debería ser empleada en prepararnos para la muerte; si no lo hemos hecho, toda la eternidad será empleada en deplorar nuestra desgracia y en gemir en la desesperación. El Salvador del mundo nos lo advierte: Quá horá non putatis Filius hominis veniet (Luc. 12).

El hijo del hombre vendrá en la hora, que menos lo pensaréis. Voy a pensarlo, lo pensaré toda mi vida, procuraré estar siempre aparejado, y desde ahora me miraré como que puedo morir a cada instante.


De "El Alma Penitente" o el "Nuevo piénsalo bien", consideraciones sobre las verdades eternas, con historias y ejemplos. París, en la Imprenta de Pillet Aine, 1837.

No hay comentarios: