domingo, 20 de octubre de 2013

No lloremos a los muertos



¿Quién tiene razón, los que creen que los muertos desaparecen definitivamente, para siempre, o los que creen que sus muertos no han cesado de vivir, y creen que los ven, que los oyen, que los sienten? ¿Sabemos qué es lo que muere en nuestros muertos, o si hay algo que muere? Cualquiera que sea nuestra religión, siempre hay un lugar donde no pueden morir nuestros muertos. Este lugar es dentro de nosotros.

Debemos vivir con nuestros muertos, vivir con ellos, sin tristeza y sin terror. Ellos no piden lágrimas, sino un dulce afecto. hay quienes llaman a los  muertos, mientras nosotros arrojamos y ahuyentamos a los nuestros; les tenemos miedo, y ellos comprenden, y se van, y nos dejan para siempre. Necesitan que les amen tanto como a los vivos.

Mueren, no en el instante en que se hunden en el sepulcro, sino lentamente, al hundirse en el ovido. Es el olvido quien los mata definitivamente. No debemos permitir que sobre ellos se acumule el olvido. No hay sepulcro, por más profundo que sea, cuya losa no pueda ser levantada y cuya ceniza no pueda ser removida por un pensamiento.

Maurice Maeterlink

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