sábado, 7 de octubre de 2017

Ante el suicidio de Stefan Zweig

 

¿Fue la muerte de este escritor de la burguesía un sacrificio, un holocausto o cobardía? ¿Fue algo sublime o algo indigno en un hombre que se precie de ser tal? Yo condeno la actitud de Zweig y no veo en ella nada más que cobardía, no veo nada más que un precedente que debe ser desterrado de todas las acciones del hombre.  El suicidio como acto personal puede ser necesario, pero nunca si sus consecuencias repercuten contra los intereses de las conciencias humanas. Cuando más se necesita que todos los hombres capacitados unieran sus fuerzas y se opusieran a este desborde asesino de las multitudes, he aquí que uno de los principales no sólo se opone, sino que escapa eludiendo vergonzosamente una responsabilidad que cae sobre todos los seres por igual. En toda su vida no se ve un rasgo de valentía, su muerte es una lógica continuación de ella. Su existencia es una constante huída hacia la felicidad, hacia lo imposible.

Rehuyó toda lucha y todo sacrificio contra un estado de cosas que agobiaba al mundo. Cuando su "patria espiritual" fue invadida por el Instinto del hombre que no le hizo frente sino que escapó hacia cualquier parte, en un afán desesperado de eludir el sufrimiento. Dice él en una carta explicatoria de su suicidio, que: "Después de ver caer al país de mi idioma y a mi patria espiritual (Europa) destruyéndose, y habiendo llegado a la edad de 60 años, se necesitaría una fuerza inmensa para reconstruir mi vida, y mi energía está exhausta por los largos años de pereginación como un sin patria." En una palabra, se suicidó porque se sentía impotente y tenía miedo de luchar contra la crueldad natural de la vida, de esa vida que podría hacerlo sufrir más aún, porque ella siente un infinito placer en castigar a los pobres de espíritu y a los cobardes aunque se incline temerosa cuando se halla frente a los valientes y a los hombres de acción, a los que no se dan por vencidos jamás. 

El suicidio de Zweig no es solo un crímen contra las leyes de la naturaleza, sino que es un atentado contra la Razón y la Dignidad humanas. No es siguiendo este ejemplo que se combate a una Multitud, y como se podrá conseguir la armonía y el amor entre los hombres, sino luchando honradamente, con la frente erguida, mirando hacia el cielo, morada eterna de la verdad. Matarse es huir y toda huída tiene como única excusa y única justificación la cobardía. Sus sesenta años de vida pueden sintetizarse en dos grandes aspectos: lo que significó como hombre y lo que representó como escritor. El primer aspecto nos produce una pobre impresión. Si exceptuamos sus primeros años, la época de su juventud, cuando se entregaba por entero a la vida, no encontramos luego otros gestos activos: éstos desparecen con el estallido de la guerra mundial de 1914, la que lo convirtió en un ser sin voluntad, incapaz de adoptar actitudes enérgicas.

Estos actos posteriores son una constante huída. Solo una vez detuvo su enorme peregrinación, al llegar a América. La tierra del Futuro y de la Paz lo acogió con toda su dulzura. Sin embargo, también ella debia pagar tributo a la locura y Zweig sintió muy pronto vibrar en el aire un suave e inconfundible murmullo que se filtraba por los poros de su cuerpo, retorciéndose y acariciando, con algo de Mujer y de Bestia... y luego un silencio absoluto. Una calma atormentada que explotó en un gran rugido que subió hasta el espacio y quebró su limpidez como si fuera de cristal. En el cerebro de Zweig volvió a resonar la palabra que le había sido asignada por los dioses al nacer: Huir. Y en su huída fue hacia el único camino que le quedaba al hombre que no quiere sufrir: la muerte. Zweig siempre huyó de la guerra y de la violencia. No las amó, pero tampocó la combatió. Su alma y su cuerpo no tenían pasta de luchador y sólo aspiraban a una sola cosa: vivir en paz, escribiendo sus libros.

Stefan Zweig como escritor es la representación más genuina de una época decadente que solo vivió para la materia, despreciando o ignorando el supremo equilibrio que se consigue con el espíritu. Zweig fué, además, el prototipo de los escritores por el dinero. Nadie como él ha sabido pulsar de manera tan delicada el alma de esa serpiente casi humana que es la Burguesía. Fue en este aspecto, hay que reconocerlo, muy sutil. Se dio perfecta cuenta que el éxito monetario de un escritor no está en dar producciones fuertes, vibrantes, profundas en ideas, sino en halagarle los sentidos a la Burguesía, esa Bestia adormecida que se dirige a pasos seguros y firmes, a menos que suceda un cataclismo que cambie la faz del mundo, hacia el dominio absoluto de las cosas, tanto materiales como espirituales.

Hay dos cosas que yo, perteneciente a una nueva generación, jamás le perdonaré: el que haya escrito exclusivamente por el dinero y el que viviendo en una época materialista no intentara resurgir el poder del espíritu. Todas sus obras, con una sola excepción, tratan el tema del sexo y su repercusión en el hombre. No hay en él la magnífica elevación que posee Romain Rolland, el único escritor, de esa generación, que se proyectará en el futuro. De su vastísima producción solamente merecen mencionarse como obras de real significación, las biografías de Fouché y Magallanes, su obra de teatro Jeremías y su novela Los ojos del hermano eterno, la única entre todas sus producciones que deja el estigma del sexo para abarcar un tema netamente espiritual. Las dos biografías que he citado atraen no sólo por la verdad histórica que encierran, están presentados sus personajes principales, sino por ese aspecto de sí y de no en que esa posición dudosa, intermedia, que es defecto y virtud, y que arrancan ora un grito de indignación, ora un grito de fervorosa admiración.

Washington Nión

De la revista  "Apex" Nº 1. Órgano de la Asociación de Arte y Cultura Apex. Montevideo, julio de 1942.                        

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