lunes, 25 de diciembre de 2017

Frente a una tumba


Tiene sepulcros el cementerio, donde hay silencio que conmueve y oraciones y suspiros almacenados que las almas buenas recogen. Hay para ellas lápidas donde las lágrimas se estrellan; y tiene cada tumba su ciprés al lado, como mustio centinela. Tiene el sepulcro coronas con flores sin perfume, pero de vistosa porcelana alabastrina, y lucecitas débiles que rutilan al soplo de la brisa...

Las almas de los vivos también tienen sepulcros, do muertos están afectos muy intímos, sin más lápida que el velo gris de la tristeza, sin más leyenda que las bajadas tétricas del recuerdo traducidas en discretos suspiros... Una avecilla oculta en la espesura verde del ciprés canta alegremente, mientras casi al pie del árbol hay quien de rodillas reza con profundo fervor. 

¿Por qué canta el pajarillo? Ríe y blasfema al mundo, a ese mundo que tiene un día para los difuntos, en que todo es llanto y dolor, y tiene tres días para el carnaval, en que todo es risa y locura.

Luis A. Thévenet

De la "Revista del Salto" Año 1, n. 2 (18 set. 1899)

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