17 de marzo de 1861 - A las primeras horas de esta tarde se ha reapoderado de mí una languidez homicida; disgusto y lasitud de la vida, tristeza mortal. He andado errante por el cementerio; yo esperaba que en aquel lugar me recogería y reconciliaría con el deber. ¡Vana quimera! El mismo campo del reposo se había hecho inhospitalario. Unos obreros raspaban y arrancaban el césped; los árboles estaban secos, el viento frío, el cielo gris; una aridez prosaica y profana deshonraba el asilo de los muertos. Me ha impresionado fuertemente este gran vacío de nuestro sentimiento: el respeto de los difuntos, la poesía de las tumbas, la piedad del recuerdo. Nuestros templos están demasiados cerrados, y nuestros cementerios demasiado abiertos. El resultado es el mismo. El alma agitada, atormentada que quisiera encontrar fuera de la casa y de las miserias cotidianas un lugar donde orar en paz, o derramar ante Dios sus angustias, o recogerse en presencia de las cosas eternas, no sabe adonde acudir. Nuestra Iglesia ignora estos sentimientos del corazón, no los adivina, tiene poca previsión compasiva, pocas consideraciones discretas por las penas delicadas, ninguna intuición de los misterios de la ternura, ninguna suavidad religiosa. So pretexto de espiritualidad, lastimamos aspiraciones legítimas. Hemos perdido el sentido místico, y sin él ¿qué es la religión? una flor sin perfumes. ¡Siempre estamos repitiendo arrepentimiento, santificación! Pero también la adoración y el consuelo son dos elementos esenciales, y quizá deberíamos darles más lugar.
Del "Diario Íntimo" de Henri-Fréderic Amiel. La España Moderna. Madrid.
HENRI-FRÉDERIC AMIEL (1821-1881): Filósofo y escritor suizo, autor de un "Diario Íntimo" del cual ha dicho Renán: "Este libro admirable ha revelado el poderoso genio de Amiel".
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