domingo, 14 de octubre de 2018

Velorio del angelito

"Entierro de un angelito", dibujo a lápiz de Juan Luis Blanes realizado entre 1880 y 1890.
 (Colección del Sr. Octavio Assucao)

Cuarenta años atrás subsistía la diabólica (esta es la palabra que se me ocurre) costumbre, de que al morir una criatura de menos de año, se le velara unos cuantos días, pues el difunto se prestaba a las relaciones, para ello. Pasaban a veces días y días en este préstamo original, del difunto "angelito", sin darle sepultura, hasta que medio momificado se le dejaba en descanso. Dije sin darle sepultura y no es así, el angelito no se enterraba; era costumbre que su ataúd se colgara en un árbol o se colocara sobre algunas piedras. Si por la muerte del angelito, alguna persona se ponía a llorar, todos trataban de hacerla callar diciéndole: ''No llore que sus lágrimas van a mojar las alas del angelito y as1 no va a poder subir al cielo".

El Velorio del Angelito daba lugar o mejor dicho obligaba a bailar, y es así que en todas las casas que habían pedido el angelito prestado (como una verdadera demostración de amistad), se hacían los preparativos de esperarlo con un vestidito, para cambiarle la ropa al angelito que venía de la casa de fulano o zutano; en la sala los convidados y la música preparada para el baile. En la pieza contigua, la mesa con la bandeja de masas botellas de licores, etc. Y se bailaba, y se bailaba toda la noche, "porque el angelito iba derecho al cielo".

Para el Velorio del Angelito, se mandaba invitar gente y así fue que una vez, un viejo amigo, allá por el año 1887, una tarde se encontró con un gurí, y extrañado de verlo solo y tarde en el camino real, lejos de su casa, le preguntó: "¿Qué estás haciendo?", a lo que el muchacho contestó: "Ando invitando para el baile del Angelito, que esta noche se vela en lo de Doña Benjasmina". Después del último baile-velorio, decididos a dejar tranquilo el angelito, se reúnen todos y en acompañamiento, como en salida de una fiesta, haciendo parejas novios o compañeros de baile, iban hasta el camposanto o lugar que se hubiera destinado para depositar el angelito.

De "La vida rural en el Uruguay" por Roberto J. Bouton. Libreros editores, A. Monteverde y Cía."Palacio del Libro". Montevideo, 1961.

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