jueves, 14 de abril de 2016

El martirio de Santa Inés


Condenada por el juez a ser quemada viva, reunieron un gran montón de leña, le pegaron fuego y, cuando las llamas se agitaban y elevaban en toda su poderosa actividad, arrojaron a la Santa en medio de la hoguera; pero apenas las llamas tocaron al cuerpo de Inés, formaron en torno de ella un gran hueco, y al extenderse por los lados, envolvieron a los circunstantes, mientras que la Santa en el centro permanecía ilesa. Levantó sus manos al cielo, y comenzó en alta voz a orar y bendecir a Dios, y cuando terminó su oración, la hoguera estaba apagada. El pueblo que esto presenciaba, en vez de admirar el poder de Dios y la inocencia de la Santa, ebrio de furor clamaba contra ella, y el juez mandó que la degollasen.

Oyo la sentencia Inés serena y alegre; conducida al lugar del suplicio, parecía un corderillo en medio de lobos; sin embargo, sus tiernos años y su candor hicieron brotar lágrimas de compasión a muchos de los espectadores. El verdugo mismo estaba como indeciso y turbado, e Inés le dijo: "¿Por qué te detienes? No temas matarme, la muerte es para mí el principio de una nueva vida." Dichas estas palabras, oró por un momento, y terminada que fué su oración inclinó la cabeza; el verdugo, algún tanto recobrado, descargó sobre ella el golpe mortal. Aconteció esto en el año 303 del nacimiento de Cristo.

De "Niños santos o Leyendas infantiles" por el P. Francisco Hattler. Herder & Cía. Friburgo de Brisgovia, 1926.

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