lunes, 10 de octubre de 2016

A una joven vestida de luto

 

De aquella que de negro viste, 
Descubre la parda loca, 
Dos corales en su boca
Una azucena en su tez:
Dos luceros en sus ojos;
Una rosa en su mejilla;
Y el coro que en trenzas brilla
Símbolo es de su niñez.

Su estatura es más gallarda
Que la palma del desierto, 
Y su talle aunque cubierto
Por los pliegues del mantón, 
Se ve que es suelto y rotundo
Y que su aérea ligereza
No le cede en gentileza, 
Al de la madre de amor.

De su linda mano el guante,
No deja ver la blancura, 
Ni las gracias de su hechura,
Pero sí su pequeñez:
Su andar es de una vírgen
Que ha descendido del Cielo,
Para lucir en el suelo
Sus pequeñísimos pies.

Por piedad ! jamás te quites
  Si a la calle sales, niña, 
Ese manto, esa vasquiña, 
Esos guantes; porque así
La ardiente antorcha que lleva
En su mano el niño ciego,
No tiene bastante fuego
Para que incendie sin tí.

Pero si quieres que el mundo
En hoguera se convierta,
Suelta el manto y descubierta
Un día déjate ver,
Y yo que te juro que el fuego
De tus ojos celestiales,
A los míseros mortales
Hará de improviso arder.

Necio yo, mil veces necio
Cuando por piedad te pido
Que ocultes lo más cumplido,
Que hay en toda la creación!
No escuches esta plegaria, 
A tus gracias quita el velo,
Y arda la tierra y el cielo
como arde mi corazón.

Juan Godoy 

NOTA: Este poema romántico del poeta y político mendocino Juan Gualberto Godoy (1793-1864) apareció publicado en el periódico semanal "La Mariposa" de Montevideo, N° 23, agosto 3 de 1851.  

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