martes, 10 de abril de 2012

Carta de pésame IV: a un viudo



Muy Señor mío,

Vd. no puede figurarse cuan penosamente he sido afectado al saber la noticia de la muerte de su digna esposa. Bien comprendo, Señor, toda la extensión de la perdida que Vd. acaba de experimentar, para no sentir también cuáles deben ser su pesadumbre y su abatimiento. Después de haber pasado veinte años de su vida con una compañera afectuosa, la soledad en que Vd. se encuentra actualmente obligado a vivir, estará sin duda llena de una dolorosa tristeza; pero ¡ay de mi! no se une nadie en la tierra sino para separarse en breve; feliz aún si, después de esta separación, no queda del tiempo que se ha pasado juntos sino dulces recuerdos y pensamientos consoladores: es eso pues, Señor, lo que debe dulcificar la amargura de sus pesares. En efecto, Vd. no podrá pensar en la buena esposa, en la excelente madre de familia, sin que el pensamiento de las virtudes de la que Vd. llora venga como a derramar un bálsamo sobre su herida. Por otra parte, Señor, hay una cosa que debe traer algún alivio a sus penas: es el luto universal en que han sido sumidas las personas que conocieron a su Señora esposa, y que pudieron apreciar todas sus nobles prendas. Ánimo pues, Señor, y crea Vd. en los sentimientos de estima con que soy

Su afectísimo servidor, 

TURPIN

Estrasburgo, 3 de mayo de 1854.


De "El Secretario Universal" de A. Armand Dunois; Casa Editorial Garnier Hermanos, París, 1884.

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