sábado, 30 de junio de 2012

Abuelo y nieto, juntos en la eternidad



AQUI YACEN LOS RESTOS
DE D. VENTURA FRIAS DE BIANQUET.
FALLECIÓ A LOS 71 AÑOS, EL 27 DE 
SEPTIEMBRE DE 1834
Y LOS DE SU NIETO MIGUEL XIRAL. FALLECIÓ 
A LOS 7 AÑOS, EL 16 DE DICIEMBRE DE 1834.

Nuevamente nos encontramos ante un lápida conmovedora en el Cementerio Central de Montevideo. Esta vez se trata de los restos de un abuelo que yace junto a su nieto fallecido pocos meses después que él. Seguramente este nieto era la alegría de su abuelo y ahora lo sigue siendo en la eternidad. 

lunes, 25 de junio de 2012

Post Mortem LXII



Podemos afirmar que esta fotografía post mortem es realmente desagradable. La cabeza inclinada de la niña, los ojos y la boca abiertos le dan un aspecto grotesco. Aquí no se ha querido mostrar una "ilusión de vida" como en otros casos que hemos visto sino que se ha pretendido mostrar la muerte en toda su crudeza. Esto nos lleva a pensar que quizás no estemos ante una fotografía post mortem convencional sino ante una fotografía de tipo forense, como las que se ven en los viejos tratados de medicina legal o tanatología.

sábado, 23 de junio de 2012

Fenómenos cadavéricos tardíos IV: Livideces cadavéricas



Después de la muerte, la sangre, obedeciendo a leyes físicas de gravedad, baja hacia los sitios declives del cadáver y esta translación constituye uno de los tipos de circulación póstuma. En virtud de ello, se acumula en regiones bajas de las vísceras y de la piel. En el primer caso constituye las llamadas hipostasias viscerales; en el segundo, las livideces cadavéricas o manchas hipostáticas cutáneas. Estas últimas, sobre todo, tienen
Importancia médicolegal.

Ellas dan datos de orientación sobre la forma de la muerte, cambio de posición del cadáver y, sobre todo, como la rigidez, sobre la hora del fallecimiento.

En efecto, estas manchas cutáneas producidas por el descenso de la sangre que por gravedad busca en el cadáver los sitios declives, aparecen generalmente entre tres y seis horas después de la muerte. El comienzo de su producción es variable, pues hay causas que  lo retardan y otros que lo anticipan. Como para la rigidez, se ha buscado el momento de su iniciación, y Lourdes da cinco horas después de la muerte; Maschka da tres a cuatro horas (estudio de varios centenares de casos); Strassmann, tres horas; Borri, tres horas; Vibert, tres horas; Thoinot habla de gran precocidad posible hasta media hora; los peritos belgas del famoso asunto Peltzer, después de experiencias, dan cuatro horas; Hofmamm, fija tres horas; Lecha-Marzo, tres horas.

Estas manchas son de color rojo vinoso. Pero son rojo vivo, intenso, en la muerte por CO; pardo chocolate en la por venenos metahemoglobinizantes; el frío las aclara transitoriamente; son pálidas poco marcadas en la muerte por hemorragia. Alguna vez en este último caso han faltado (Hofmann).

Las manchas se presentan en forma de puntillado o de vetas, en los primeros momentos de su producción o en sitios con cierta presión; en cambio, al hacerse más completas horas después, adoptan una disposición en grandes manchas o placas más o menos homogéneas como coloración.

En los primeros momentos de las livideces la sangre fluida del cadáver se mantiene en los vasos en las zonas declives, pero luego va infiltrando francamente los tejidos, adquiriendo la mancha densidad y persistencia. Esto explica el fenómeno de su desaparición posible o no con el cambio de posición del cadáver, según el tiempo transcurrido después de la muerte.

Tal cuestión de gran interés médicolegal ha sido estudiada especialmente. La localización de las livideces depende de la situación de las zonas declives del cadáver, y por eso los alemanes las llaman “manchas de posición”, pues indican la posición del cuerpo en las horas consecutivas al fallecimiento. Pero, si aquella es cambiada, las livideces pueden modificarse y aún aparecer en otro sitio.

Así resulta de las investigaciones de Lourdes y de los peritos belgas con motivo del famoso asunto Peltzer. Las livideces, según esas experiencias, desaparecen con el cambio de posición y se producen en el nuevo sitio declive, durante las primeras horas (cuatro a cinco horas); alcanzan su mayor intensidad y ya no desaparecen entre las doce y quince horas; es imposible provocar nuevas manchas en la nueva posición, después de veintitrés horas. De acuerdo con esa norma, los peritos belgas del ruidoso asunto, afirmaron que no era un suicidio, sino un homicidio y que el cadáver había sido movido y sentado en la silla por lo menos después de 23 horas del fallecimiento.


De "Medicina Legal" del Dr. Nerio Rojas; III edición. editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947.

miércoles, 20 de junio de 2012

Post Mortem LXI



En esta fotografía victoriana fechada en 1860 vemos a un chico fallecido que está apropiadamente vestido con su mejor traje y sentado en su silla. Luce una expresión de serena tranquilidad y de tristeza infinita.

lunes, 18 de junio de 2012

Carta de pésame VII: sobre la muerte de un pariente cualquiera



Muy Señor mío,

Acabo de saber la pérdida dolorosa que Vd. ha hecho, y creo que es del deber de un amigo tratar de distraerle de una pesadumbre tan legítima, mostrándole la parte muy sincera que tomo en ese cruel acontecimiento.

Vd. Sabe que no soy de esos rígidos censores que quieren que se encuentre en la razón consuelos suficientes para soportar todas las desgracias sin derramar una lágrima; pero a lo menos se puede domar su dolor, y al ver la aflicción general que causado la muerte de... (su hermano, tío, etc.), el recuerdo mismo de sus virtudes debe ofrecer a Vd. los mayores consuelos.

Sin embargo crea Vd. bien, Señor, que, a pesar de estas palabras que pueden parecerle frías, no por eso dejo de estar tan afligido como como se puede estarlo de la pérdida de una persona que yo aprendí a venerar bajo tantos conceptos.

Ánimo, querido Señor, y crea Vd. en los sentimientos de afectuosa consideración de

Su atento servidor

BINET

Orleans, 13 de abril de 1856.


De "El Secretario Universal" por M. Armand Dunois; Casa Editorial Garnier Hnos, París, 1884.

sábado, 16 de junio de 2012

Los que no quisieron vivir III: Alfonsina Storni




Ocho meses después que Lugones, el 25 de octubre de 1938, se suicidó Alfonsina Storni. ¿Por qué? Concretamente, no lo sabemos. Creo que no lo sabe nadie. Acaso en una palabras mías publicadas en Nosotros, a raíz de su muerte, en el número especial que le dedicó la revista, pueda encontrarse un rumbo. Decía así:

Alfonsina Storni no pertenecía al tipo de los escritores que fríamente, pegan con arte unas bellas palabras junto a otras bellas palabras. Puede afirmarse que se ha arrancado del alma cada uno de sus poemas. Porque cada uno corresponde a un dolor diverso, o a un matriz del mismo dolor; o a una inquietud casi obsesionante; a una angustia moral. No ha habido en nuestra literatura un alma tan atormentada como ella. Sufría hondamente por cosas que no hacen sufrir a otras mujeres. Por toda esta cantidad de dolor que había en su alma, era, como mujer y como escritora, tan humana. Tenía un sentido trágico de la vida, del cual no creo, dada la tristeza de su final, que se hubiera atenuado con los años. ¡Para ella sí que era la vida una tragedia! Llevaba la tragedia en su corazón apasionado; en su espíritu, que buscaba el equilibrio y la paz sin encontrarlos; en su alma, que ha de haber llegado, más de una vez, a la desesperación.

Decía yo en mi artículo cosas que creo interesantes, pero que aquí no caben. Y terminaba:

Esta mujer apasionada, sensible, intuitiva, soñadora, atormentada, dolorida y bondadosa, conoció como nadie la soledad. Puede decirse que vivió huyendo de la sociedad.

Por Manuel Ugarte supe que Alfonsina había leído mi novela Hombres en soledad, recién aparecida y que había quedado hondamente impresionada. No menos impresionado estaba Ugarte, en cuyos ojos, al hablar de mi libro, ví que asomaba una lágrima. Estoy seguro de que esa impresión fue una de las razones que indujeron a mi amigo a huir de Buenos Aires, yéndose a Chile. Me aterroriza el pensar que pude haber influido en la resolución de Alfonsina.

Pocos años antes había sido operada de un cáncer en uno de los pechos. Quedó bien, perfectamente bien. Es verdad que el mal podía reproducírsele en el otro lado, pero entiendo que nada anunciaba semejante calamidad. ¿Bastó el temor a otra operación para empujarla a la muerte?

Ya dije que ella era atea, atea en absoluto. Ugarte me contó que vivía siempre inquieta, atormentada. Alfonsina había sido tremendamente humillada en su adolescencia, allá en Santa Fe, donde vivía; pero no por la sociedad sino por un hombre. Considerábase al margen de la existencia regular. Daba extremada importancia a las opiniones de ciertas personas sobre su conducta. Creíase despreciada, y no era así. Tal vez la compadeciesen, pero nunca oí hablar de ella con antipatía, sino al contrario. Recuerdo que una joven distinguida, de gran familia y fortuna, que después se casó con un príncipe alemán, me dijo que ella admiraba extraordinariamente a Alfonsina por su vida; y no la había tratado, y hasta creo que nunca la había visto.

No sentía amor por la vida, por la vida que ella llevaba. Sin halagos personales, viviendo con estrechez, llena de inquietudes, tormentos, ansiedades y careciendo del consuelo de Dios -único verdadero consuelo para esa clase de males- era lógico que deseara la muerte. El ateísmo absoluto es uno de los caminos que conducen al suicidio. Esta es también la opinión de Dostoievski. Recordemos su libro Bési, que en francés y en español se titula Los poseídos, y en donde uno de los personajes principales, Kirilov, se mata porque cree que Dios no existe.

En casa nos enteramos por la radio de la muerte de Alfonsina. Mi consternación fue muy grande. Al otro día, dijeron los diarios que, hallándose la escritora en Mar del Plata, se había arrojado al mar y que había dejado un par de cartas: una para el comisario y otra para mí. Fue enorme mi sorpresa. ¿Qué diría esa carta? Estuve inquieto varios días hasta que  el documento llegó a mis manos. Debí viajar a La Plata, donde me lo entregó el juez federal.

¿Fue Alfonsina a Mar del Plata con intención de quitarse la vida allá? Me parece más probable que el mar la atrajo. Amaba el mar, y entiendo que había nacido en alta mar; pienso que ella me lo contó. Ahora aseguran que había nacido en Suiza. Lamenté con toda el alma no haberla buscado en los últimos años, pues acaso yo hubiera podido decirle cosas que la apartaran de su obsesión de morir.

Antes de copiar las breves líneas que me dirigió, debo confesar que, después de haberlas leído, comprendí que me escribiese a mí y no a otro. Ella tenía de mí una alta idea: me juzgaba leal, caballero y buen amigo. Me sabía cumplidor, exento de egoísmo y capaz de hacer un gran servicio a cualquiera. Decía así la carta de Alfonsina:

Querido Gálvez: Estoy muy mal. Por favor... mi hijo... Tiene un puesto municipal, yo otro; ruégele al Intendente en mi nombre que lo ascienda, acumulándole mi sueldo. Gracias. Adiós. No me olviden. No puedo escribir más. Alfonsina.

Tinta roja. Palabras que se caen hacia la derecha. Líneas muy irregulares. Impresionante documento. "Estoy muy mal"... Y luego las tristes, las dolorosas palabras finales: "Gracias. Adiós. No me olviden. No puedo escribir más."

Las tres palabras del comienzo, "estoy muy mal", hacen creer que acaso estuviese enferma, que hubiese principiado a reaparecer el cáncer. Pero creo que se refiere a la enfermedad de su alma.

No hay para qué decir que enseguida me ocupé de realizar el deseo de Alfonsina. Lamé al joven Alejandro Storni y lo llevé ante Goyeneche, Intendente Municipal de Buenos Aires. Goyeneche me prometió hacer lo que Alfonsina pedía. Y nos presentó a un funcionario importante, al que encargó arreglar pronto el asunto.


De "Entre la Novela y la Historia" de Manuel Gálvez: Librería Hachette S.A., Buenos Aires, 1962. 

jueves, 14 de junio de 2012

Peter, un chico sin cabeza



PETER
el amado hijo de 
Charles y Minnie Elwin
quien falleció el 5 de octubre de 1936
a los 5 años y 9 meses de edad

Me ha causado mucha tristeza el vandalismo que se ha cometido hacia este monumento fúnebre de un niño en un cementerio londinense. Sin embargo parece que después de 76 años alguien si lo recuerda y le deja flores a los pies de su estatua. Acaso le alegren un rato la tarde a Peter que debe estar bastante molesto sin su cabeza...

miércoles, 13 de junio de 2012

La noche previa a la muerte




"La noche previa a la muerte" es el sugestivo nombre de esta fotografía fechada en 1896 que muestra a una niña abatida por la fiebre y que lucha contra la muerte en la noche anterior a su deceso. Se trata de una imagen llena de expresión y dramatismo que seguramente es muy montaje muy bien realizado.

miércoles, 6 de junio de 2012

Liga contra los entierros prematuros




En esta frase están expresados las denominación y el objeto de una sociedad inglesa recientemente constituida. Entre otras cosas conducentes para su propaganda, dicha Liga ha publicado datos que revelan un gran peligro al que todos, si bien se mira, estamos expuestos, dada la ignorancia de los médicos sobre los signos positivos de la muerte real y sobre el modo de distinguirla de la sólo es aparente. Trátase de una multitud de enterrados vivos y no pocos que han vuelto en sí al comenzar la autopsia.

La única manera de evitar tan horrible riesgo, es la espera de los primeros signos de la descomposición; pero los señores médicos, con su terror por los microbios, tienden cada vez más a apresurar el entierro, para suprimir, o así creen ellos, un foco posible de contagio. De manera, pues, que esa probabilidad espeluznante que a todos nos alcanza, de ser enterrados vivos, es en gran parte otra de las consecuencias de la funesta doctrina microbiana.

Nosotros creemos que, mientras los médicos no posean una seguridad absoluta o infalible en la constatación de la muerte real, un simple certificado facultativo no debe bastar, para exponer a nuestros semejantes o para que se nos exponga a nosotros mismos, a dolor y pavor tales, cuyo solo recuerdo estremece. Si se cree que los probables cadáveres pueden considerarse como un agente infeccioso, aisleselos en parajes adecuados y con las precauciones requeridas; pero no se proceda a la inhumación, hasta que se hayan presentado signos inequívocos de la muerte.


De la revista "Natura", órgano oficial de la Institución Naturológica de Montevideo; Año V, octubre de 1908, núm, LVIII.  

lunes, 4 de junio de 2012

Fenómenos cadavéricos tardíos III: Espasmo cadavérico



No debe ser confundido con la rigidez, del cual es muy diferente como momento de aparición, como mecanismo y como significación médicolegal. Considero, pues, injustificado llamarle rigidez precoz, como hacen algunos autores.

El espasmo es la persistencia en el cadáver de la posición que tenía el sujeto en el momento de morir. El puede ser parcial, localizado, tomando un brazo y la mano que empuña el arma, como en algunos suicidas; o ser  generalizado a todo el cuerpo, como se han visto casos impresionantes durante la guerra europea.

El hecho de reproducir la actitud en que la muerte sorprendió a la persona, asigna a este proceso valor médicolegal para reconstruir el hecho. La producción del espasmo es favorecida por: a) muerte súbita y b) grandes traumatismos del sistema nervioso central.


De "Medicina Legal" (III Edición) del Dr. Nerio Rojas; Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947.

sábado, 2 de junio de 2012

Sensible desgracia: anciana muerta por un carro



En las primeras horas de la tarde de ayer ocurrió una desgracia en la calle Sarandí frente al número 142, el fatal accidente que pasamos a referir.

Transitaba dirigiendo un carro cargado de verduras Gerardo Marchese, cuando pretendió cruzar la acera atropelladamente la anciana Paula Bagnana, italiana, viuda de 82 años de edad, que fue arrollada por los caballos, cuya marcha fue imposible detener el conductor, de manera que que las ruedas del vehículo le pasaron sobre el cuerpo ocasionándole tan graves contusiones, que falleció momentos después en circunstancias que Marchese la conducía a la botica del Sr. Domingo Falcone, calle Sarandí esquina Alzáibar.

La policía de la 2a. intervino que intervino en el hecho, procedió al arresto del conductor, disponiéndose que el cadáver de la Sra. Bagnara fuera conducido a la Jefatura donde lo reconoció el médico forense de turno, Dr. Tagle. Más tarde el cuerpo de la anciana fue entregado a sus deudos, domiciliados en la calle Zabala Nº 230.

En cuanto al conductor, recobró su libertad a las 9 de la noche por haberlo así dispuesto el Juez de Instrucción Dr, Pastor, en vista de que los testigos presenciales manifestaron que el hecho se produjo de una  manera casual y que Marchese hizo cuanto pudo por evitar el accidente.

De "El Día" de Montevideo; Año XVIII, Nº 4537, 15-IV-1904.


NOTA: No puedo evitar sentir una gran pena por esta pobre señora fallecida en un accidente en las calles de Montevideo de hace 108 años. Me imagino cuanto debe haber impactado esta nota en la opinión pública de la tranquila y pueblerina Montevideo de 1904. Es que en esa época la sensibilidad de las personas era distinta a la de hoy y una nota de este tipo calaba duro en las personas. Hoy, en cambio, hemos perdido esa sensibilidad, esa solidaridad y esa empatía hacia el dolor ajeno que sí tenían nuestros antepasados, menos egoístas que nosotros.

viernes, 1 de junio de 2012

Los que no quisieron vivir II: Leopoldo Lugones


En 1937 se pegó un tiro Horacio Quiroga. Ya se habían suicidado su primera mujer y su hija, y más tarde se mataría su hijo. Quiroga tenía cáncer de próstata. Era Quiroga ultrahuraño. En su vida había otras tragedias. Debe haber sido harto desgraciado.

Pocos meses después, el 18 de febrero de 1938, se quitó la vida Lugones. Dejó unas palabras significativas: "no hay sino lodo, lodo y más lodo". Esta disconformidad con el ambiente corrompido del país ¿basta para un hombre se mate? Sí, en el caso de él, porque era harto apasionado. Era verdad que no se veía sino lodo. El país, por otra parte, había caído en manos de gente vulgar. Lugones odiaba la democracia, que saca a la superficie a los mediocres y a los pillos.

Acaso tenía también motivos personales para buscar la muerte. Uno de ellos, su fracaso. Con tanto talento como tenía, era apenas el director de una biblioteca de segundo orden. Ganaba, creo, ochocientos pesos. En este país no haber sido siquiera diputado, o rector de una universidad, o director de un diario, o no poseer una gran fortuna o una alta posición social, es ser un pobre diablo. Lugones, para su mayor desgracia, había también fracasado como escritor. No había realizado la obra genial que, acaso, pudo realizar. Sé que estaba descontento de su obra, por lo menos de buena parte de ella, y por ésto no quería que se reeditasen sus libros. No había cumplido con su destino.

Su obra en prosa, excepto La guerra gaucha, nació muerta y sigue muerta.  Perdió años en un diccionario. La necesidad de escribir artículos para vivir, le perjudicó mucho. Sus versos interesaron a una minoría, y nada más. Le faltó suerte, vale decir, encontrar asuntos apropiados a su talento. Ricardo Güiraldes tenía menos talento que él, pero no le faltó la suerte: Don Segundo era un tema grande y muy para sus aptitudes.

Tal vez Lugones aspiró a ser "un hombre del Renacimiento", un Leonardo de Vinci. Sólo así se explica que, autodidacto, sin formación universitaria, escribiese sobre arqueología, arquitectura, estética, pedagogía, música, matemáticas, filología e historia natural y que se le ocurriese -lo que llevó a cabo- medir el dique San Roque. En el Elogio de Ameghino quiso mostrarse como un naturalista consumado e incurrió en la enormidad -ya referida en Amigos y maestros- de creer que las palabras alemanas tiesen y faultier designaban a dos sabios, cuando quieren decir "gigantesco perezoso", nombre de un animal antediluviano...

Fracasó también, ante el público. Sus libros no se vendieron jamás. No tuvo nunca el menor éxito de librería. Su editor me dijo que de los Poemas Solariegos habían salido apenas doscientos ejemplares. Ya he contado como los mil de La grande Argentina fueron comprados por la Comisión de Bibliotecas Populares y otras instituciones oficiales, quedando sólo doscientos para el público. No he oído absolutamente a nadie hablar de ese libro que, años después de su aparición, no estaba agotado aún. 

Esta diferencia del público -del público culto, se entiende- debe ser cruel para un escritor que se sabe con talento y tiene ambiciones. Sólo una obra suya se reeditó: La guerra gaucha, que se vendió muy lentamente. El magnífico film de Lucas Demare ha favorecido al barroco libro.

A este fracaso de su literatura debe asegurarse el fracaso ideológico y espiritual. Anarquista primero, socialista después, frecuentador de los conservadores más tarde, anarquista nuevamente, dio una última media vuelta -no una vuelta entera- para predica "el culto de la espada". Esto era militarismo puro o absolutismo, no fascismo. Los liberales lo atacaron con violencia. En ciertos diarios de la tarde se le dijeron horrores. Entonces lo rodearon algunos muchachos nacionalistas y católicos.

Empezó a mirar hacia la Iglesia, y escribió artículos sobre Esquiú, San Francisco de Asís y la Vírgen María. Pero no se hizo católico, pues no llegó a confesarse, aparte de que un católico no se mata. Debe haber existido en el alma de Lugones, en los días anteriores a su muerte, un angustioso drama de conciencia. Él, antiguo masón -lo era en 1906, como me lo dijo- ¿iba a volverse católico? ¿Él, que escribiera cosas terribles contra la Eucaristía, iba a hincarse ante Cristo?

Hombre honrado, debían torurarle los remordimientos. En Prometeo ¿no había dicho que la Cruz era "símbolo ideográfico del falo"? ¿Y no había llamado "miserable culto de los órganos a la devoción al Corazón de Jesús, es decir, a la piedad de Jesús, a su amor por todos los hombres? En su delirio, pues lo era, llegó a la espantosa afirmación de que Adán y Eva habían sido hermafroditas, lo mismo que Caín y Abel, y a sugerir que los hijos de Abel le fueron hechos por Caín, en su parte femenina...

Estas blasfemias, aunque escritas en 1910, tenían que atormentar a la conciencia recta de Lugones. Al padre  Fourlong, sabio historiador y virtuoso sacerdote, miembro de la Compañía de Jesús, le dijo: "Es terrible caer en la evidencia de haber trabajado en vano, desligado de los intereses trascendentales y de haber conspirado contra la verdad, en vez de haberla hallado, esclarecido y defendido".

Creo que todo lo anterior explica que un hombre de su temple se suicidará. Dicen que hubo motivos sentimentales... En La Nación cuentan haber oído por teléfono ciertas palabras... En fin, no quiero continuar con un tema que pudiera herir los sentimientos de personas que viven. Aparte del crimen cometido ante Dios, el error de Lugones, al suicidarse, fue una catástrofe para el país. Si hubiera vivido siquiera diez años más, habría hecho a la patria un bien enorme.


De "Entre la novela y la historia" de Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.