sábado, 26 de mayo de 2012

Los que no quisieron vivir I




Don Miguel de Unamuno llama "tierra de suicidas" a Portugal porque se suicidaron dos escritores eminentes: Antero de Quental y Camilo de Castello Branco. Nosotros, con más de veinte escritores suicidas en treinta y cuatro años ¿qué podemos decir? Hubo tres épocas en que "floreció" la epidemia de matarse. La primera, entre los años 22 y 29; la segunda, en los años 37 y 38; y la tercera que duró desde el 40 hasta el 46. Y hubo otros dos suicidas por los días anteriores y posteriores a la caída de Perón (1955).

El primer suicida de nuestras letras en este siglo fue Belisario Roldán, el  hombre ingenioso, el artista de la oratoria. La tuberculosis en la garganta le quitó el encanto de su palabra. Se fue a Alta Gracia. Y cuando no pudo soportar su horrible mal, se pegó un tiro en la boca. Seis años más tarde, en 1928, teniendo él veinticuatro, se suicida Francisco López Merino. Ya era todo un poeta por entonces. Esperábase de él que llegase a ser uno de los grandes de nuestra poesía. ¿Por qué se mató este muchacho?

Ese mismo año de 1928 nos llegó la noticia de haberse quitado la vida mi amigo Alfredo López Prieto en Estambul, donde era cónsul de nuestro país. Yo le había encontrado allá, por 1926. Nos llevó en automóvil a ver algunas cosas y con él almorzamos, en el restaurante del Hotel Tokatlian. Al otro día salió conmigo. No parecía enfermo ni descontento. Pero el pobre López era raro. En nuestra juventud, en los ya lejanos tiempos de Ideas, solía decir cosas agresivas. Había adquirido la avariosis, enfermedad muy grave por entonces. Pero él nos aseguraba haberla vencido. ¿Lo habría matado la espiroqueta pálida? Yo creo que fue más bien la soledad. Estambul no era ya la capital de Turquía, y López, que ignoraba el turco y el griego, no tenía más relaciones que con dos o tres miembros del cuerpo consular, que hablaban español. Vivía solo, para peor, Y había sido siempre algo huraño, amigo del aislamiento, amargado, tal vez de alma un poco sombría.

Un año después, en octubre de 1929, se quitó la vida Alberto Meyer Arana. Su literatura valía poco. Había historiado a la Sociedad de Beneficencia en varios tomitos. Fue vicepresidente del directorio de Nosotros. Era solterón, elegante, aunque con algo de demasiado llamativo. Usaba cuellos desmesuradamente altos y valientes corbatitas de moño, y sus bigotes eran largos y de puntas levantadas. Cuerpo erguido, en ocasiones con exceso, hasta sacar el pecho hacia adelante. Bondadoso, cordial, sociable, mundano, un tanto donjuanesco y otro tanto afeminado. Vinculado a instituciones católicas y de caridad, era él mismo católico práctico. ¿Por qué se mató? Díjose que, jugando a la bolsa, había perdido cuanto poseía.


De "Entre la Novela y la Historia" de Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.

NOTA: En entradas sucesivas iré desarrollando esta exposición del notable escritor argentino Manuel Gálvez (1882-1962). En dicho capítulo de su obra, el autor se refiere a la gran incidencia del suicidio en el ambiente intelectual rioplatense de mediados del siglo XX. Allí encontraremos a Horacio Quiroga, a Lisandro de la Torre, a Leopoldo Lugones, a Alfonsina Storni y a tantos otros que se se quitaron la vida, en algunos casos como el fruto de una decisión madurada y reflexiva; en otros como resultado de una gran soledad o depresión y por fin en otros de manera absurda e inexplicable. Lo cierto es que todos ellos siguen viviendo en su obra inmortal para nosotros y para las nuevas generaciones.

1 comentario:

Triplex dijo...

MANUEL GÁLVEZ (Paraná, 1882 - Buenos Aires, 1962) Narrador argentino representante de la novela realista tradicional. De distinguida ascendencia española, estudió con los jesuitas de Santa Fe y se graduó en Leyes en Buenos Aires, pero no se dedicó al ejercicio de la profesión de abogado. Cultivó el periodismo desde que se inició en la vida literaria con la publicación de un trabajo sobre Ibsen en Nuestra Época de Santa Fe, fundó la revista Ideas y colaboró en La Nación y otros periódicos y revistas, y fue inspector de Enseñanza, lo que le permitió un intenso y amplio contacto con la vida y el ambiente del país.

Pasó el Atlántico en tres ocasiones (1906, 1910 y 1926). Evolucionó con paso firme de un liberalismo ponderado a un catolicismo a lo Mauricio Barrès, es decir, de estirpe nacionalista, y tuvo un adversario decidido en el poeta Leopoldo Lugones. Se casó con Delfina Bunge en 1910.

Manuel Gálvez fue un escritor realista de tendencias naturalistas e inquietudes ideológicas, que tuvo presente como novelista a Pérez Galdós y como ensayista a Ángel Ganivet para mirar por dentro a su patria argentina, en sus costumbres y en su evolución histórica; y es necesario señalar que a medida que se iba intensificando en su producción la pretensión psicológica y la preocupación religiosa, iba perdiendo la obra calidad artística.

Es perceptible la distancia entre La maestra normal por una parte y "La sombra del convento", "El cántico espiritual", "Miércoles Santo", "La tragedia de un hombre fuerte", "La noche toca a su fin" y "Cautiverio por otra". En el plano de sus mejores novelas, junto a la ya citada ("La maestra normal"), se encuentran "Nacha Regules" (1919), premio municipal, pintura del bajo ambiente bonaerense, y su complemento "Historia de arrabal" (1923), en donde nos muestra el novelista singularidades de técnica y estilo.