Grabado que ilustra el Epitafio Villon, en la primera edición de las Obras de Villon (1489)
Oh hermanos, que vivís después de nosotros,
no nos cerréis los corazones piadosos,
pues, teniendo piedad de nuestras pobres almas,
Dios la tendrá luego de vuestros ojos
que aquí nos miran. Juntos estamos cinco o seis
y la carne que alimentamos a demasiado costo
está, después de mucho, roída y putrefacta,
y nosotros, huesos, nos volvemos ceniza y polvo.
De nuestros males no se burle nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
No nos desdeñéis, hermanos, en nuestro clamor,
porque hayamos sido muertos nosotros
en homenaje a la justicia. Pues debéis entender
que el espíritu sereno no saben tenerlo todos;
perdonadnos ahora, después de nuestra muerte,
frente al hijo de la Virgen María, solos;
procurad que Su gracia no nos sea negad,
y pueda preservarnos de los infernales rescoldos.
Muertos estamos, no nos moleste nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
La lluvia nos ha colado y lavado;
el sol nos desecó y ennegreció el tronco.
Nos arrancaron la barba y las cejas
urracas y cuervos, y nos cavaron los ojos.
Nunca jamás, ni un instante, pudimos sentarnos:
aquí y allá nos mecimos, según los antojos
del viento, que nos arrstra sin cesar,
en tanto los pájaros nos picotean más que al sorgo.
De nuestra cofradía no sea, por favor, nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
Príncipe Jesús, que sobre todo reinas,
procura que el Infierno no lleve las almas nuestras:
nada tenemos que hacer ni pagar en su lodo.
Hombres, en esto no hay burla alguna:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
(Traducción de Luis Gregorich)
Con la balada sobre el tema: ‘Muero de sed cerca de la fuente’, Francois Villon triunfó en uno de los concursos poéticos organizados en Blois por Charles d’Orleans. Al enterarse de la condena a morir ahorcado, pena que luego le fue conmutada, el poeta compuso el ‘Epitafio Villon’ o ‘Balada de los ahorcados’, una de sus obras maestras, la última escrita antes de su desaparición. La visión de la muerte se traduce mediante imágenes de estremecedor realismo y mediante un ritmo obsesivo. En el resto de la obra del poeta aflora siempre el tema de la muerte: la muerte propia, la muerte como igualadora de todos los hombre, la muerte que aniquila y espanta, y a la cual sin embargo el poeta se entrega con resignación cristiana.
En: "La literatura medieval francesa", Biblioteca Básica Universal, CEAL, Buenos Aires, 1970.
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