Nada es más ridículo que las ceremonias extravagantes que la superstición ha inventado en algunos pueblos para alentar a los hombres contra los temores de la muerte. Un baniano está seguro de que todos sus pecados le serán perdonados, si puede al expirar tener asida la cola de una vaca, y recibir su orina en la cara. Otros creen segura su salvación si pueden morir a orillas del Ganges. Los parsis no dudan en la expiación de sus culpas si un sacerdote hace por ellos ciertas oraciones y ceremonias cerca del fuego santo. Para asegurar la salud del mahometano, se le pone en las manos, al morir, un pasaje del Corán. El sacerdote ruso, en virtud de cierto dinero, expide al que está de muerte, un pasaporte para el otro mundo...
De "La Moral Universal o los deberes del hombre fundados en su naturaleza" (volúmen III) de Paul Henry Thiry Holbach; Madrid, 1821.
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