jueves, 26 de enero de 2012

Muerte y declaración de muerte



1. La capacidad jurídica del hombre termina con su muerte (1). En materia de Derecho privado no hay posibilidad de que esa capacidad se extinga, ni siquiera sufra una disminución (por ejemplo, por virtud de voto religioso o de sentencia criminal), antes de ese momento; la privación, por vía penal, de los derechos civiles de carácter honorífico se limita casi exclusivamente al campo del Derecho público.

Lo mismo sucede con el nacimiento, la prueba de la muerte icumbe al que  en ella funda un derecho, por ejemplo, el derecho sucesorio. Y esto, tanto en lo relativo al hecho como en lo que respecta al momento de la muerte.

Habiendo perecido varias personas a consecuencia de un peligro común, por ejemplo, en un naufragio o en una explosión sobrevenida en una mina, se presume la simultaneidad de la muerte de todas ellas (art. 20) (2). De modo que si en la catástrofe sucumben, por ejemplo, uno cónyuges que se habían instituido recíprocamente herederos, ninguno de ellos puede heredar al otro; la herencia de uno y otro recaerá, por tanto, en sus respectivos parientes más próximos, y no toda ella en los de aquel de los cónyuges que pudiera considerarse como más viviente.

Por regla general, el fallecimiento de una persona se prueba también con ayuda del Registro del estado civil, y, en su caso, con las certificaciones de defunción extendidas por el Oficial del estado civil de las personas.

2. No siempre es posible suministrar una prueba rigurosa de la muerte. Aún en nuestros tiempos no son raros en ningún modo los casos en que una persona se ausente de su domicilio y no regrese a él. En este caso, lo mismo en el antiguo que en el moderno Derecho, el individuo en cuestión, una vez transcurrido cierto lapso de tiempo (plazo de ausencia), puede ser declarado muerto.

(1) Cfs. art. 32, párrafo 1º del Código Civil español.
(2) El Código Civil español establece también, en su art. 33, la presunción de la simultaneidad de la muerte.


De "Introducción al Derecho Civil" del Prof. Dr. Paul Oertmann; Editorial Labor, Barcelona, 1933.

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