domingo, 1 de enero de 2012

Peligros que pueden ocasionar las exhumaciones




Los autores abundan en tantas observaciones que tienden a probar que puede ser perjudicial a la salud desenterrar a los cadáveres, que será difícil no reconocer que al menos en ciertos casos estas operaciones pueden tener algún peligro. Sin embargo, me parece que los que han escrito sobre ésto, han exagerado los peligros como podrá juzgarse por los hechos siguientes.

I - Se lee en Ramazzini que un sepulturero llamado Pistou había enterrado a un joven bien vestido y con calzado nuevo; pocos días después encontrando hacia las doce del día abierta la puerta de la iglesia, bajó al sepulcro, quitó la piedra que lo cerraba y bajando a él quiso quitar el calzado al cadáver. En el acto cayó muerto, siendo castigado de este modo, por haber violado un lugar sagrado. ("Enfermedades de los artesanos";  pág. 205, año 1777)

II - Vicq' d Azyr refiere que en Riom, en la Auvernia, se recogió la tierra de un cementerio antiguo, con objeto de hermosear la ciudad. Poco tiempo después apareció una enfermedad epidémica, que arrebató gran número de personas, particularmente en el pueblo, notándose más mortandad en las inmediaciones del cementerio. La misma causa ocasionó seis años antes, una epidemia en un lugar de la misma provincia, llamada Ambert. Semejantes hechos, no dejan duda sobre la infección que pueden causar las emanaciones cadavéricas. ("Ensayo sobre los lugares y peligros de las sepulturas"; pág. 113)

III - En el mismo autor se lee, que Pennicher en su "Tratado sobre los embalsamamientos", dice que el vapor de un sepulcro causó, a un desgraciado enterrador, una fiebre maligna. (Gockel; cen. 111, observ. 33). En Breslan sucedió un caso semejante, en 1719. (Vicq' d Azyr: obra citada; pág. 117).

IV - Según Hailer, se infestó una iglesia por las emanaciones de un solo cadáver, doce años después de su sepultura; dicho cadáver ocasionó una enfermedad muy peligrosa en todo un convento. (Vicq' d Azyr: obra citada; pág. 117).

V - Raulin refiere que en 1744 la ciudad de Lectoure, sufrió una enfermedad que hizo perder un tercio de sus habitantes; se atribuyó la causa a un cementerio antiguo donde se habían practicado excavaciones profundas. En la página siguiente dice que muchos jugaban con el cadáver de un ahorcado que lo había sido pocos meses hacía. El más atrevido de todos dió un puñetazo en el pecho del cadáver, de donde salió un líquido tan corrosivo, que en lo que tocó el brazo del tan malhadado niño se formó una escoriación tan profunda, que costó mucho trabajo impedir se gangrenara el brazo. ("Observaciones de Medicina" por José Raulin; pág. 390, año 1754).

VI - En 1644 murieron tres hombres en la bóvedas de una iglesia de Montpellier, el cuarto no debió su vida más que a la velocidad de su fuga y aún así experimentó vértigos, lipotimias, etc., que pusieron en peligro su vida. Durante muchos días sus vestidos y toda su persona exhalaban un olor cadavérico. (Haguenot: "Memoria leída a la sociedad de Montpellier" en 1746).

VII - Habiendo un general cartaginés mandado hacer atrincheramientos, en el cementerio de un pueblo de Sicilia, se declaró la peste en su ejército. ( Navier: "Reflexiones sobre los peligros de las exhumaciones"; año 1775, pág. 9).

VIII - Un enterrador que abría un sepultura en la iglesia de San Alpino, de Amsterdam, encontró un cadáver casi entero, aunque enterrado de mucho tiempo. Lo rompió de un azadonazo, sintiendo en el momento el olor infecto propio del cadáver: enfermó y murió al cabo de veinte y cuatro horas. ( Idem; pág. 20).

IX - Durante el invierno de 1749, se habían quitado los bancos de la Iglesia de San Eustaquio, en París, para hacer unas cuevas. Se sacaron los cadáveres hallados al excavar el terreno, trasladando la mayor parte  detrás de la obra. Los que debían sepultarse en la iglesia se colocaron en una cueva particular situada debajo del osario y que hacía mucho tiempo no se había abierto. El 7 de marzo siguiente, los niños que estaban en la iglesia aprendiendo la doctrina sufrieron casi todos, síncopes. El domingo siguiente sucedía el mismo accidente a unos 20 niños y varias personas. La semana siguiente sucedió lo mismo en Saint Perine donde se habían desenterrado cadáveres para construir una fábrica de cintas, donde trabajaban niñas. (Idem; pág. 19, observación referida por Malouin).

X - El 20 de abril de 1773 se abrió una sepultura en la nave de la iglesia de San Saturnino en Sailieu, para una mujer que había fallecido de una fiebre pútrida. Los sepultureros encontraron el ataúd de un cadáver enterrado el 5 de marzo. Al bajar al hoyo el cadáver de la mujer, se abrió la caja como también la que contenía el cadáver de que acabo de hablar, esparciéndose un olor tan fetidísimo, que se vieron obligados a salirse todos los circunstantes. De 120 jóvenes de ambos sexos que se hallaban en la iglesia, para la primera comunión, 114 cayeron peligrosamente enfermos, además de los sepultureros y otras 70 personas, de las que murieron diez y ocho, entre ellas el cura y el vicario. (Maret: "Diario enciclopédico"; setiembre de 1773 y Navier: obra citada, pág. 5).

XI - El abate Rosier dice, que un habitante de Marsella mandó abrir hoyos para plantar árboles en un sitio donde treinta años antes se habían enterrado muchos cadáveres. Apenas se hubo cavado un poco, cuando cayeron sofocados tres trabajadores, siendo inútiles los remedios hechos para salvarlos. ("Observaciones físicas"; año 1773, tomo 1º, pág. 109).

XII - Según refiere el padre Cotte, un sepulturero que se hallaba, el 15 de enero de 1772, ocupado en abrir una huesa, en el cementerio de Montmorensy, dió una azadonada en un cadáver enterrado un año antes. Se desprendió un vapor infecto que le hizo estremecer, erizándosele los cabellos. Al apoyarse sobre el azadón para tapar la sepultura que acababa de hacer, cayó muerto siendo inútiles los socorros que se le dieron. (Idem; pág. 109).  

XIII - El señor de un pueblo situado a dos leguas de esta ciudad, falleció de una fiebre pútrida el 15 de diciembre de 1773. Se le quiso preparar un sepulcro distinguido en la iglesia, para lo cual se removieron muchos cadáveres, entre ellos el ataúd de uno de sus parientes, enterrado en el mes de febrero. Inmediatamente se esparció la infección por la iglesia, lo que no impidió continuar la ceremonia como si fuese más esencial enterrar pronto un muerto que huir de la epidemia abandonando la iglesia y el cadáver por unos días. De modo que, los que asistieron a estas exequias, pagaron cara su obstinación. Quince murieron en ocho días, de este número fueron cuatro desgraciados trabajadores, que habían abierto la sepultura y removido los ataúdes. Seis curas que asistían a esta repugnante ceremonia, estuvieron cerca de perecer. ("Gaceta de Sanidad" del 10 de febrero de 1774).   

XIV - En la colección de documentos referentes a las exhumaciones hechas en la iglesia de San Eloy de Dunquerque (París, 1783) se lee que de dos jóvenes que la curiosidad había atraído al sitio de la exhumación, el uno fue atacado de un violento dolor de cabeza, declarándose viruelas de las que murió. Entre los cadáveres cerca de los cuales se había detenido, muchos habían fallecido de viruelas confluentes. Un trabajador pereció por otra imprudencia; jugaba con los restos de los cadáveres, creyendo encontrar en el vino un poderoso específico. (Pág. 73).

Los diversos accidentes de que acabo de hablar, han asombrado de tal modo a los autores de medicina legal, que muchos no han titubeado en asegurar que el médico podría rehusar su ministerio, cuando se tratase de un caso de exhumación, mucho tiempo después de la muerte.


Del "Tratado de Medicina Legal" (tomo II),  del Dr. Mateo Orfila; Imprenta de Don José María Alonso, Madrid, 1847.

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