sábado, 30 de octubre de 2010

Las Edades y la Muerte

Título: Las Edades y la Muerte (1547)
Autor: Hans Baldung Grien
Museo: Museo del Prado
Caract: Oleo sobre tabla 151 x 61 cm.
 
El tema de esta inquietante tabla tiene mucho que ver con la Vanitas, elemento de reflexión cristiana que tuvo gran trascendencia en la Europa central, en la pintura flamenca, y en España. La Vanitas se refiere a lo efímero de los placeres mundanos y la presencia constante de la muerte que convierte en vanos los placeres del amante desde el conocimiento del filósofo. Así, esta pareja, la Armonía y las Tres Edades, hacen evidente la belleza de la juventud y su capacidad para el amor, así como su final inevitable en la fealdad y la muerte, convirtiéndolas por tanto en inútiles. En esta tabla, de formato muy vertical, nos encontramos enfrentados a unas figuras cercanas al tamaño natural, lo que acerca al espectador a la escena contemplada. En esta escena, la muerte calva, desdentada y con el vientre lleno de gusanos, agarra por el brazo a una vieja para llevársela, al tiempo que la vieja arrastra consigo a una joven malencarada y enjaezada con collares; a los pies de estas mujeres hay un bebé dormido, bajo la lanza rota de la Muerte: ¿es la vida renovada venciendo a la Muerte o es la Muerte omnipresente velando el sueño del recién nacido? Al otro lado, una lechuza, todo ello dentro de un paisaje en tonos ocres y amarillos, desértico, infernal, con una torre demoníaca al fondo. Sólo existe un fondo de esperanza, flotando en el cielo, que no es otra esperanza que la imagen de Cristo y una Cruz en el Sol. Tanto por sí misma, como en relación con la anterior tabla, dedicada a La Armonía, la imagen que transmiten es desasosegante, cargada de moral cristiana, puesto que según su mensaje, nada de este mundo se disfruta ya que la Muerte y el pecado planean continuamente sobre nuestras acciones terrenales. Las dos tablas fueron un regalo del Conde de Solms a Juan de Ligne. Compradas por Felipe II para su colección privada, permanecen definitivamente en España, en las salas del Palacio Real, hasta que Fernando VII se deshizo de la colección completa entregándola al Museo del Prado en 1814.

El asesinato de Idiarte Borda

Juan Idiarte Borda (1844-1897), político uruguayo perteneciente al Partido Colorado, presidente de la República entre marzo de 1894 y agosto de 1897, víctima del único magnicidio registrado en la historia del Uruguay.



El 21 de marzo de 1894, asumió la Presidencia Constitucional del Uruguay, comenzando un gobierno absolutamente bipolar, donde las dificultades económicas se agudizaron tremendamente por el desorden administrativo, pero donde realizó importantes obras. Una vez en el poder, Idiarte Borda demostró su poca habilidad para la maniobra y el acuerdo, lo que le valió el inicio de una de las guerras civiles más sangrientas del Uruguay, la Revolución de 1897. Dicha contienda se desató en medio de una áspera polémica en torno a su persona, pues se le acusaba de permitir e incluso favorecer el fraude electoral, según el antecedente de Julio Herrera y Obes. José Batlle y Ordóñez le realizó una firme y severa acusación, donde lo califica de “El más grande manipulador de todos los escandalosos fraudes que en este período se han cometido”. Esta declaración ya advertía sobre la futura rivalidad entre las filas batllistas y los militantes idiartistas, que le costaría la vida al mismo Presidente Borda. Pero el problema más grande de su gobierno seguía en pie, la contienda civil seguía su curso con su secuela de fallecidos y heridos, sin mencionar los perjuicios económicos. El 25 de agosto de 1897, Idiarte Borda se disponía a asistir a la celebración de un Te Deum en la Iglesia Matriz de Montevideo. A la salida de la ceremonia, mientras desfilaba a la cabeza de una comitiva por la calle Sarandí –Ciudad Vieja–, yendo desde la Catedral a la Casa de Gobierno, desde el portal número 331 de dicha calle, un solitario atacante, Avelino Arredondo, lo asesinó de un impacto de bala frente al Club Uruguay. La bala dio en el corazón y el Presidente Idiarte Borda falleció instantáneamente.

El fantasma de los muertos vigila

El fantasma de los muertos vigila es una pintura al óleo de Paul Gauguin (1848-1903).




Representar las costumbres tahitianas supone todo un reto para Gauguin. En este lienzo recoge el miedo de aquellas gentes al espíritu de los muertos, utilizando para ello a una joven desnuda, de espaldas sobre una cama, que mira al espectador con ojos de sorpresa. Según el propio pintor, se trataría de su compañera, Tahamana. Al fondo de la escena encontramos el fantasma de una mujer como si fuera una máscara, recortada sobre un fondo violeta en el que destacan destellos ya que las creencias indígenas asimilaban las fosforescencias nocturnas con los espíritus de los muertos. El cuerpo tostado de la joven contrasta con el color amarillento de las sábanas y éstas, a su vez, con el azul oscuro de la tela del colchón, jugando con contrastes simultáneos. La postura de la modelo interesa a Gauguin por "las líneas y el movimiento... pintando el cuadro de manera sencilla, para que resultase salvaje e infantil" como el mismo pintor escribe. Curiosamente fue considerado indecente por la crítica cuando se presentó en París, alejándose del infantilismo que quería transmitir Gauguin con el cuadro. Posiblemente el artista se inspiró para realizar esta obra en la Olimpia de Manet, por la que sentía gran admiración. 

Vía  │ ArteHistoria

domingo, 24 de octubre de 2010

Autopsia IV

En este caso se trata del cuerpecito de una niña pequeña que fue violada y asesinada salvajemente y que yace en la sala de autopsias en los años 30.

Autopsia III

Fotografía de cuerpo de un tal Warre Curtis muerto de un balazo tras batirse a duelo en 1902. El motivo del duelo fue la posesión de un caballo en un caso que conmovió a la opinión pública de su pueblo en ese momento..

sábado, 23 de octubre de 2010

Post Mortem XVIII

Juzguen ustedes el resultado de esta fotografía en la que el fiambrecito aparece de pie, abrazando a su hermana, sostenido por abrazaderas y con los ojos cerrados. Resulta curioso preguntarse porque no se abrieron los ojos manualmente ya que se pretendía conseguir una ilusión de vida. Quien sabe, quizás el aspecto de los ojos abiertos hubiera sido demasiado chocante...