jueves, 21 de noviembre de 2013

La soledad de Dios



¡Estaba tan solo, tan horriblemente solo! Mi vida era igual, monótona, sin incidencias, sin mudanzas, sin sorpresas: plácida como la corriente de un río que tiene cauce y corre en la oscuridad sin reflejar los árboles de las orillas; todo era tinieblas, todo inmovilidad e inmutabilidad. Ni un sonido, ni un rayo de luz, ni un solo movimiento. Únicamente quien sufre se mueve para que cese su sufrimiento, y mi bienaventuranza era tal, que se asemejaba a la paz de la muerte. Entonces, mi pensamiento oprimido por el tedio y solicitado por la soberbia, se movió y no bien hube pensado en el mundo posible, las estrellas se encendieron en el cielo, los átomos llenaron los abismos vacíos, los cuerpos rodaron en el espacio y sobre la Tierra nación la primera vida, el primer dolor.

De "Memorias de Dios" por Giovanni Papini; Sarmiento Casa Editora, Buenos Aires, s/f.

sábado, 16 de noviembre de 2013

El Castillo de lo Inconsciente


El castillo de lo inconsciente yérguese sobre una roca enorme, aguda y hosca, rodeada de abismos. Entre la roca, y la montaña vecina, derrúmbase el agua torrencial, que luego se arrastra, allá en el fondo lóbrego...
Su estruendo se oye de lejos, sordo y hasta apacible, y sus espumas, fosforescentes desde la altura, se adivinan en las tinieblas. Por dondequiera, como guardia de honor de la roca, levántanse agujas ásperas, dientes pétreos, y se erizan matorrales de espinos. Pero en las noches de luna, con que arcano prestigio radian, en lo alto, los vitrales del castillo divino en que mora la paz... Sólo pueden escalar tu morada eminente los que han sangrado en todos los colmillos rocosos, los que se han herido en todos los espinos...
Yo era de éstos. Yo merecía habitar en la mansión del sosiego, y una noche apacible, guiado por el celeste faro lunar, emprendí la ascensión al castillo. Sobre una robusta rama inclinada, atravesé el torrente. Varías veces el vértigo estuvo a punto de vencerme. La corriente rabiosa hubiera destrozado mis miembros; la colérica espuma me habría cubierto con su rizada, y trémula blancura...

Pero yo miraba a lo alto, al castillo, que mansamente se iluminaba en el picacho gigantesco y una gran esperanza descendía hasta mi corazón y me daba aliento. Salvado el abismo, hube de escalar la roca. ¡Ay! ¡Cuantas veces en sus asperezas me herí las rodillas y las manos. ¡Cuántas otras me vi en peligro de caer al torrente que, como dragón retorcido y furioso, parecía acecharme!.. Sus espumas llegaban, hasta mí, humedeciendo mis destrozadas ropas. Pero mi anhelo de llegar al castillo era demasiado intenso para no triunfar; y, muy avanzada ya la noche, franqueaba yo por fin los últimos obstáculos y me encontraba en la breve explanada que precedía a la gótica mole. Una mansa lluvia de luna caía sobre aquel espacio abierto. La imponente masa, a su imprecisa luz, era con sus torreones, sus almenas, sus ojivas, sus terrazas, sus techos agudos, más bella que todos los ensueños. 

¡Con qué temblor llamé a la puerta! ¡Cómo resonó en el silencio el aldabón! Esperé... no sé cuántos minutos... Oía mi corazón golpearme el pecho como un sordo martillo. De muy lejos venía a mis oídos el rumor confuso del torrente. Allá, en la hondura, adivinábase un océano informe de sombras y de luces, y el hervidero de plata de las aguas... Por fin la puerta se abrió dulcemente y una figura pálida, envuelta en un manto blanco, apareció en el umbral.
–La paz sea contigo –me dijo–. ¿Qué buscáis aquí, extranjero?
–Ese don santo que acabas de desearme –le respondí–: la Paz.
–¿De dónde vienes?
–De lo más hondo de aquellos abismos –y le señalé con un amplío gesto la perspectiva lejana–. He sangrado en todos los espinos... Me he desgarrado en todas las rocas... Conozco el filo de todos los guijarros.
–¿Sabes lo que encontrarás aquí?
–El paraíso del no pensar...
–¿No te asusta la inconsciencia?
–La ansío. Allá abajo, las breves horas se sueño eran mi bien único...
–Tus más bellas ideas, tus más luminosas imágines se extinguirán para siempre. Nunca mis sonará n tu oído la deleitosa melodía de las rimas; nunca más el choque de los conceptos vibrará en tu cerebro. Tu memoria no descorrerá ya sus telones de luz amable o trágica... Será como si te hubieses bañado en el Leteo, como si gustases la flor del olvido en la isla de los Lotófagos...
–Eso quiero.
–Los seres que amaste no vivirán ya en tu recuerdo su vida vagarosa de fantasmas...
–Los enterraré para siempre.
–Ni siquiera, té acordarás de tu nombre; tu personalidad naufragará eternamente en este océano de la total amnesia.
–Pero seré feliz.
–Lo serás, pero sin saber que lo eres, sin darte cuenta de tu suprema ventura.. Esta es la divina ciudad del Nirvana de que habla el Buda. Este es el albergue del silencio interior; éste es el sosegado sueño del yo. Aquí toda individualidad se diluye como la gota de agua en el mar... Aquí el maya tenaz desaparece: aquí todo es idéntico con el Todo; la relación de tu ser con el Universo acaba... El ser y el no ser son una misma cosa... Aún es tiempo; vuelve a pasar la explanada y desciende hacia el dolor, que hiere y maltrata, pero individualiza... Baja hacia el torrente; arrástrate de nuevo entre las rocas. Duro es el arrastrarse, pero quien se hace mal eres tú; mientras que aquí el bien nos satura, pero tú ya no existes. En el Bien están, más el Bien no está en ti...

...¡Vacilé! ¡Oh mísero apego al yo, cadena que nos liga con tantos eslabones al mundo de la ilusión; fuiste más fuerte que el anhelo de paz! ...El hombre blanco notó mi vacilación, inclinó melancólicamente la cabeza; fue cerrando con suavidad la puerta..., la puerta que da acceso al divino ignorar..., y me dejó allí, solo con la luna... Torné a bajar hacía el torrente. Más duro era el descender que había sido el subir, Los filos de las rocas herían con mayor encono. La luna descendía ya como un dios triste, aureolado de plata, hacia su ocaso. Allá en lo alto, cada vez más en lo alto, los vitrales del castillo brillaban misteriosamente... Con la herida y ensangrentada diestra, envié un supremo beso de amor y de dolor a la morada excelsa, al paraíso perdido... Y heme de nuevo en la otra orilla del torrente. Heme de nuevo entre los espinos. Héroe de nuevo en el Hosco Valle del Pensamiento y del Dolor.

Amado Nervo

lunes, 11 de noviembre de 2013

Los horrores de la Revolución China


Un grupo de transeúntes chinos (adultos y niños) observa un cajón con restos humanos. Los horrores cometidos durante la larga Revolución China se ponen de manifiesto con toda crudreza en esta fotografía tomada en la ciudad de Shangai durante la Nochebuena del año 1947. Nunca se sabrá con exactitud cuantos muertos hubo en China durante la Revolución aunque el historiador Arnold J. Toynbee la considera como el peor genocidio ocurrido en el siglo XX después de las guerras mundiales.

jueves, 7 de noviembre de 2013

El juicio de los muertos

 
Morir es separarse el alma del cuerpo. Todos hemos de morir una sola vez; no sabemos cuándo, ni cómo, ni en dónde. Si esta vez erramos el paso, lo hemos errado por toda la eternidad. Debemos, pues, estar siempre bien preparados para morir en gracia de Dios. Después de la muerte, inmediatamente tendrá lugar el juicio. El juicio es la cuenta que el hombre debe dar a Dios y la sentencia del Divino Juez.Todos los hombres hemos de ser juzgados dos veces: la primera en la  hora de la muerte; la segunda al fin del mundo. En estos juicios se examinarán todos los pensamientos, deseos, palabras, obras y omisiones de cada hombre, desde el primer instante del uso de razón hasta el momento de la muerte. El juicio de la hora de la muerte se llama particular, porque es de una sola persona. El juicio del fin del mundo se llama universal, porque será de todos los hombres. La sentencia del juicio particular es irrevocable. La sentencia del juicio universal será la confirmación de la del juicio particular. Cuando uno muere, el alma va al Cielo o al Purgatorio, o al Limbo de los niños, o al Infierno.

Del libro "Instrucción Religiosa: el Cristianismo, sus dogmas, oraciones, mandamientos y sacramentos"; Librería del Colegio Pío IX, Buenos Aires, s/f.

martes, 5 de noviembre de 2013

¿Post Mortem LXXVIII?


No tengo dudas en cuanto a afirma que el niño está vivo, pero ¿qué hay de su madre? Me resulta tan extraña su expresión, tan distante y apagada. ¿Estará realmente viva o se trata de un cadáver morosamente preparado para crear esa ilusión? Si es así, estamos ante un trabajo magistra. En fin, ustedes deciden...     

sábado, 2 de noviembre de 2013

¡Feliz Dia de los Difuntos!


La muerte nos sonrie a todos así que devolvámosle la sonrisa a la muerte...