lunes, 31 de diciembre de 2012

Feliz 2013




Estimados seguidores de Galería Nocturna, quisieramos expresarles nuestro deseo de un feliz año nuevo lleno de logros y satisfacciones para cada uno de ustedes. Esperamos que en el año que se inicia podamos seguir mejorando significativamente la calidad del material de nuestro blog y desearíamos que nos hagan llegar sus aportes y sugerencias. En nuestro nombre y el de nuestra querida mascota, el vampirito Charby, les saludamos y les deseamos un feliz 2013.

sábado, 29 de diciembre de 2012

El culto a la Santa Muerte


La 'Santa Muerte', imagen adorada en México

Son muchas las representaciones que existen de la muerte, así como nombres que tenido a lo largo de la historia, ya que muchas culturas la han adorado; en la actualidad es la imagen esquelética vestida con una túnica la imagen que la representa, se puede encontrar de diferentes colores cada uno simboliza algo en particular. Dependiendo de la petición del fiel, es el color de la muerte que se debe de escoger para colocar en el altar: Blanca, salud; negra, fuerza y poder; morada, para abrir caminos; café, para embocar espíritus del más allá; verde, para mantener unidos a los seres queridos; roja, para el amor y la amarilla, para la buena suerte. Se dice que su día oficial es el 15 de agosto, declarado como "Día de la Santa Muerte" por sus fieles.

Aunque la Iglesia Católica condena esta veneración, denominándola como "pecaminosa", algunos asocian esta práctica con la Iglesia. Mientras tanto a la mayoría de sus seguidores parece no importarle la contradicción entre su religión y el culto pagano a "La Santa". Por ello, se organizan rituales similares a los cristianos, incluyendo procesiones y oraciones con el fin de ganar su favor. Muchos hasta llegan a erigir su propio altar en su hogar, oficina o negocio para sentirse protegidos por ella. El altar suele consistir de una estatuilla cuyas medidas va de 15 centímetros a tamaño humano, rodeada de distintas ofrendas, entre las cuales se encuentran arreglos florales, frutas, inciensos, vinos, monedas, dulces y golosinas, además de velas, cuyo color varía de acuerdo a la petición.

La gente acude a ella para pedirle milagros o favores relacionados con el amor, la salud o el trabajo. Por otro lado, también se le pide por fines malévolos, tales como la venganza y la muerte de otros. Sus simpatizantes suelen identificarse al portar algún dije o escapulario de su imagen, mientras que otros optan por llevar su figura de manera indeleble, al tatuársela en la piel. Como elementos indispensables se exigen los puros, los cuales deben estar constantemente encendidos, y el imprescindible pedazo de pan. El escritor y poeta mexicano Homero Aridjis, autor del libro "La Santa Muerte", ha seguido y ha documentado este fenómeno desde muy cerca.

Inicialmente su devoción era exclusiva de criminales, incluyendo contrabandistas, pandilleros, ladrones y prostitutas, quienes suelen hacerle peticiones, tales como el librarles de las balas de la policía o de cualquier otro mal, como por ejemplo, la cárcel. Contradictoriamente, es fácil encontrar devotos del otro lado de la ley, entre ellos militares y policías, quienes piden una bendición para su pistola y sus balas. Incluso, la devoción a "La Flaca" se ha convertido en algo popular dentro de la elite política y empresarial. Aquellos que acuden a su altar la veneran como si fuese una santa, persignándose y rezándole para que se cumplan sus peticiones.

El apego a esta creencia (Entendemos como superstición a la creencia que tiene fundamento en causas sobrenaturales o desconocidas).  Se ha extendido al territorio estadounidense con la inmigración de varios de sus discípulos, quienes afirman haber entregado su travesía a su "santa", llevando entre sus ropas imágenes de ella para mantener su continua protección. Debido a la creencia de que prefiere no ser llamada por su nombre, se dice que la muerte agradece si es nombrada con cariño con el uso de alguno de sus apodos favoritos, tales como "La Comadre", "La Bonita", "La Flaca", "la Señora" o "La Niña".

La Santa Muerte es adorada y su  rito ha sido prohibido y criticado por la Iglesia Católica, una escultura de un cuerpo esquelético envuelto en una túnica; recibe ofrendas como puros, alhajas y hasta vestidos de novia de quienes la invocan para conseguir marido. El misticismo es una doctrina filosófica y religiosa que admite la realidad de una comunicación directa y personal con Dios por intuición o éxtasis. Hoy la veneración a esta deidad se extiende por varias regiones del territorio mexicano, siendo narcotraficantes y otros delincuentes sus más fervientes creyentes. Los fieles creyentes de la Santa Muerte están en descontento. El gobierno mexicano canceló el registro al grupo religioso bajo el argumento de que violó sus propios estatutos.

"Al haber registrado un objeto de culto y dedicarse a otro, se afecta gravemente el objeto de la asociación religiosa y se les retira el registro en garantía de las personas que profesan esta confesión", argumentó Armando Salinas Torre, subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación.( Barranco, Bernardo,2005) A pesar de que la Iglesia de Roma siempre ha repudiado esta práctica, que antecede al conquistador español Hernán Cortés, está integrada por 15 parroquias en Los Ángeles, California, y una en México. El culto pagano a la Santa Muerte, que recientemente ha cobrado popularidad, cuenta con dos millones de creyentes en México y es venerada en el barrio de Tepito, en el centro de la capital mexicana. 

De "El culto a la Santa Muerte: un estudio descriptivo" de Sandra Araujo, Marisela Barbosa, Susana Galván, Aurea García h Carlos Uribe; Universidad de Londres.

lunes, 24 de diciembre de 2012

"La llama azul" (Cuento de Navidad)




Era la víspera de Navidad. Hacía mucho frío porque nevaba desde por la mañana. En las calles blancas caminaba una niñita: no tenía padre ni madre, y su abuela, a quien tanto había amado, hacía un año que había muerto. Una mala madrastra había recogido a la infeliz niña, y la mandaba a vender fósforos por las calles. 

Iba vestida de andrajos y con los pies desnudos. La pobrecita tenía frío; pero no se atrevía a entrar en su casa sin haber vendido antes todos los fósforos, porque su madrastra la castigaría seguramente y la mandaría a acostarse sobre un montón de paja, en un inmundo desván sin darle de comer.

Todo el mundo corría por la calle ocupado en los preparativos de la fiesta de la noche; el árbol de Navidad se preparaba en todas las casas. Nadie tenía tiempo para ocuparse de la pobrecilla. Al pasar por delante de la vidriera de un panadero, los ojos se le iban detrás del pan; pero no se atrevió a pedir.

Oscureció: tocaron las campanas, y las calles fueron quedando poco a poco desiertas, uno que otro paseante, algún perro callejero era todo lo que veía. Vagando por las calles, azotada por el cierzo, la niña se fatigaba, y concluyó por sentarse en un rincón de la calle entre dos paredes, con la cabeza recostada en el muro.

Cada vez sentía más frío, y se le ocurrió encender uno de los fósforos; la madrastra no estaba allí; ¿cómo podría saberlo? Por lo demás, aquel fósforo calentaba un poco sus manos enrojecidas por el soplo helado de noche tan cruda. El fósforo brilló un momento, y le pareció a la pequeña que la llama pasajera regocijaba y animaba un instante su triste vida.

Cerró los ojos, y creyó ver delante de sí una gran cocina en la que se veía un pato relleno de castañas dorándose lentamente en el asador. ¡Qué rico debía ser aquello! Quiso acercarse para satisfacer su deseo, e hizo un movimiento que la despertó: la realidad reemplazaba al sueño. Sólo tenía ante su vista la calle desierta y blanca. Temblaba de frío: un fósforo más, después dos... ¡Ah! ¡qué alegre era aquella claridad y aquel chirrido!

Vió luz en una de las ventanas y se acercó a mirar. ¡Qué cosas tan hermosas se ofrecieron a la vista! En el centro de un salón profusamente iluminado se levantaba el árbol verde, todo adornado de cintas y cubierto de juguetes; luces, adornos de papel dorado, plateado, salpicado de lentejuelas; escalas de Jacob subiendo alrededor del árbol hasta la estrella de los pastores, que brillaba en la cúspide.

Allí cerca estaban un padre y una madre mirando enternecidos a los niños alegres que bailaban batiendo palmas y cantando los himnos de Navidad. ¡Qué alegría mirarlos! ¡Le parecía a la pobrecita que se hallaba entre ellos! Pero de repente notó que el frío la estrechaba demasiado, y pensó en la helada buhardilla donde vegetaba tan desamparada. ¿Qué le dirían cuando volviera? ¡Qué áspero recibimiento le haría su madrastra! ¡En qué abundancia caerían sobre ella los palos, de los que ya parecía sentir las magulladuras! ¡Ah! ¡más bien quedarse en la calle hasta el día siguiente y morir allí!

Tenía entre sus manos el paquete de fósforos; no pudo resistir a la tentación: los fósforos calientan, y ¡es tan divertido verlos arder! ¡Ea! ¡uno! ¡dos! ¡tres! ¡cuatro!... Si se encendiese todo un paquete, ¡qué hermoso sería, Dios mío! Dicho y hecho. Le pareció a la pobre niña que nunca había contemplado nada más hermoso. Muy pronto, el último fósforo brilló: ella creyó ver, vió en verdad abrirse el cielo, y a su abuela que se adelantaba y la llamaba con los brazos extendidos. En el mismo instante la niñita exclamó encantada: "¡Ya voy, abuelita, ya voy!", mientras que una sonrisa extática iluminaba su rostro...

A la mañana siguiente se encontró en el rincón de la calle una rubia niña vestida de andrajos. Estaba muerta, helada por el frío, con los pies desnudos y una caja de fósforos vacía en las manos. Ella había ido al cielo, al lado de sus queridos padres, a calentarse el corazón a la dulce llama azul del eterno amor.

De la obra "Ejercicios progresivos de Lectura, Ortografía y Ortología" por Emma Catalá de Princivalle; Imprenta 'El Siglo Ilustrado', Montevideo, 1913.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Post Mortem LXXI




He aquí la imagen postrera y serena de una religiosa que yace en su lecho mortuorio. Su aspecto es tranquilo y apacible, propio de alguien que, tras una vida virtuosa y dedicada a servir a los demás, se fue de este mundo en paz,o hacia la eternidad, a reencontrarse con su Criador.

martes, 18 de diciembre de 2012

Vencer a la muerte


Vencer a la muerte es siempre grande y generoso; pero nunca lo es tanto como cuando se la vence en el niño, porque la muerte del niño es la muerte injusta: es una culpa de la naturaleza.

José Enrique Rodó
(1871-1917)

viernes, 14 de diciembre de 2012

El Infierno de Dante (1911)



Les invito a ver el film L'Inferno del director Giuseppe de Liguoro (1911) basado en el relato de la Divina Comedia de Dante Alighieri (1265-1321). Se trata de una verdadera joya de los inicios de la cinematografía que ya cuenta con más de 100 años. El resultado obtenido es asombroso para la época y se hace visible la influencia de los dibujos del artista francés Gustave Doré quien realizara hermosas litografías para ilustrar varias obras literarias. La música de Tangerine Dream que se le ha agregado me parece un gran acierto.

lunes, 10 de diciembre de 2012

La Muerte negra



Una característica de los últimos tiempos medievales fue el recrudecimiento de las habituales epidemias. Mientras la "malaria", es decir el "aire pestilente" de los italianos (paludismo), la lepra, el tifus, la "influenza" (denominación de origen astrológico de nuestra gripe), el "fuego de San Antonio" (ergotismo) continuaban su acción; en el siglo XIV Europa es invadida por la "Muerte negra" (peste bubónica de tipo pulmonar), que provocó un verdadero hiato en la historia europea. Nacida hacia 1333 en la región central de Asia, penetró en Europa vía Mediterráneo y vía Rusia, asolando a sus habitantes hasta el mar de Irlanda durante cuatro años. Alcanzó su clímax en 1348. 

Se ha dicho que pereció la cuarta parte de la población por la peste, dato quizás exagerado, aunque cabe tener en cuenta que el siglo XIV fue un siglo de calamidades: hambrunas, guerras y revueltas pudieron debilitar las defensas orgánicas, en tiempos en que la población, en especial la urbana, no estaba en condiciones de protegerse de las enfermedades infecciosas, cuya difusión era facilitada por un tráfico incontrolado.

Muchos médicos se ocuparon de la peste e investigaron sus causas, atribuidas en general a factores astrológicos, cuando no a los judíos. La Muerte negra actualizó la idea de contagio, del carácter contagioso de ciertas enfermedades y de las medidas de aislamiento que se habían puesto en práctica en el caso de la lepra y que, inhumanas como fueron, había librado a Europa del mal. El hecho es que a fines del siglo XV aparece la actual "cuarentena", así como algunos intentos de legislación sanitaria.

Otra epidemia, más bien curiosa, conocida en la antigüedad  pero que la Muerte negra actualizó confiriéndole caracteres psicopáticos fue el "Baile de San Vito" (corea) que degeneraba en frenéticos bailes colectivos y que en Italia, donde se suponía que era provocada por una tarántula y se curaba con música, dio lugar a una composición musical: la "tarantella".  

De "Historia de la Medicina" por José Babini; Editorial Fundación Argentia, Buenos Aires, 1980.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Sacrificios humanos de los primitivos pueblos ecuatorianos



Entre los pueblos ecuatorianos había algunos que, como los puruhaes, adoradores del Chimborazo, hacían sacrificios humanos sobre el altar del templo levantado en el límite de las nieves perpetuas. El ídolo recibía la sangre de los prisioneros de guerra. Tenían también la práctica de la inmolación de los primogénitos, cuyos cadáveres conservaban embalsamados, dentro de sus habitaciones, en vasos de piedra o de barro.

En la costa de las Esmeraldas, los indígenas, a semejanza de los jíbaros de las selvas orientales, ofrecían a sus dioses las tsantsas o cabezas reducidas de los enemigos, muertos en sacrificio. Adornaban los templos con estas cabezas, preparadas de un modo especial para que su tamaño disminuyese, hasta quedar como el puño de la mano de un hombre. En Manabí, en Machala y en la isla de Puná, notable por la fiereza de sus habitantes, no solo sacrificaban a los prisioneros de guerra, sino a las mujeres y a los niños.

Practicaban sus ritos con refinamientos complicados. Despellejaban los cadáveres de sus víctimas, y después de preparar la piel con todo esmero, la llenaban de ceniza, y finalmente la cosían, para que todo el cuerpo humano apareciese como de persona viva, en parte visible del templo.

De "Breve historia de América" de Carlso Pereyra; Editorial Zig-Zag, Santiago de Chile, 1946.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Los que no quisieron vivir IX: Edmundo Montagne



Con Edmundo Montagne, que pertenecía a mi generación, no conversé muchas veces ni fuimos realmente amigos. Tenía aspecto de hombre de mala salud, ojos saltones y expresión nada atractiva, aunque sonreía siempre, con sonrisa triste. Siendo joven estuvo en un manicomio, creo que por poco tiempo. Tenía muchos méritos personales: nobleza, bondad, generosidad, cordialidad. Publicó algunos libros, más de quince, casi todos de versos o de cuentos, sin lograr nunca el favor del público. Dejó un hermoso poema, La Velada, que figura en varias antologías y que no será olvidado. Pero su literatura, en general, carecía de vigor, de grandeza y de otras cosas que dan a los libros valor y preduración.

Trabajador útil, fundó revistas y juzgó, en artículos generosos y no exentos de sentido crítico, lo libros de sus colegas. Alguna vez trató de mí, y a Delfina le dedicó una página extensa y comprensiva. En El bazar del iluso, libro de malos versos, en la parte que tituló "La velada de los poetas", recordó a varios que habíamos cultivado la poesía: Banchs, Ugarte, Arrieta, Capdevilla -a quien llamó, solo Dios sabrá por qué, "viril tronador"*- y a otros muchos. Dice de mí: Gálvez por un "Sendero - de Humildad" y de aldeas - lejanas, viejos usos venerables - y cristianas ideas - nos trae, buen romero - en simplicísimas crónicas amables. 

Dejé de ver durante años a Montagne. Supe que había retornado al manicomio. ¿Por qué, después de tanto tiempo con buena salud mental, tranquilo, sin rarezas, sin decir nada que hiciera temer la catástrofe? Allí permaneció algunos años, hasta un día de 1941 se le encontró ahorcado en su celda.

* Tal vez quiso decir "trovador", y el linotipista y el corrector de la imprenta le hicieron una mala jugada.

De "Entre la novela y la historia" de Manuel Gálvez; Editorial Hachette, Buenos Aires, 1962.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Post Mortem LXX



Esta vez estamos ante una curiosa fotografía post mortem que muestra al cadáver de un niño bicéfalo, o mejor dicho, de dos niños siameses con un solo cuerpo. Seguramente los niños ya nacieron sin vida o bien fallecieron a las pocas horas de haber nacido, como suele ocurrir en la mayoría de estos casos. La fotografía está firmada por Gardner and Philbrick, un reconocido estudio fotográfico que funcionó en la ciudad de Briddeford, Maine, entre las décadas de 1880 y 1900.

jueves, 29 de noviembre de 2012

El Hambre



El Hambre era una divinidad hija de la Noche. Virgilio la coloca en las puertas de los Infiernos y otros en la orilla del Cócito. Se la representa de ordinario en cuclillas en un campo árido en que algunos árboles despojados de su follaje, sólo prestan una sombra triste y rara; con sus uñas arranca plantas infértiles.

Los lacedemonios tenían en Calciecón, en el templo de Minerva, un cuadro del Hambre cuya visión era espantosa. Se la representaba como una mujer macilenta, pálida, abatida, de extrema delgadez, con la piel de la frente seca y estirada, los ojos extintos hundidos en la cabeza, lívidos los labios y con los brazos descarnados como sus manos, que llevan en la espalda. Ovidio ha hecho una descripción no menos espantosa del Hambre.

No puede describirse el Hambre sin recordar la fábula de Eresictón, hijo de Driops y abuelo materno de Ulises. Despreciaba a los dioses y nunca les ofrecía sacrificios. Cometió la temeridad de profanar a hachazos un bosque consagrado a Ceres, cuyos árboles estaban habitados por otras tantas Dríadas. La diosa encargó castigar al Hambre su impiedad. El monstruo penetró en sus entrañas cuando dormía.

En vano apeló Eresictón a los recursos de su hija Metra, amada de Neptuno, que había obtenido del dios la facultad de tomar todas las formas de la naturaleza; pero él, presa de un hambre devoradora que nada podía calmar, terminó devorándose a sí mismo.

De la "Nueva Mitología Griega y Romana" de P. Commelin; Editorial Atlas, Buenos Aires, 1945.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

El juicio persa de los muertos




 El dios Ahura-Mazda está representado en el centro de un sol alado, imitación del disco solar alado de los egipcios.

La lucha entre virtuosos y malos continúa hasta después de la muerte. La muerte es una victoria de Ahrimán; pero el hombre bueno triunfa de esta prueba. Su cadáver no necesita ser conservado (1): expuesto al sol, se secará o será despedazado por los buitres, escapando así a la descomposición. En cuanto a su alma, será juzgada según sus actos, en la tierra. Mithra, dios del cielo y de la justicia, pesa las acciones de los difuntos en una balanza, a la entrada de un puente que conduce al otro mundo. 

Este puente está tendido sobre los abismos del infierno; es ancho, fácil de cruzar para el alma del justo; pero se estrecha hasta ser del grosor de un cabello, para el alma del malo. Éste no franquea el puente; cae en el abismo del infierno.El condenado desciende gradualmente al infierno; pero existe un purgatorio, "la vivienda de los pesos iguales", para aquellos cuyas buenas y malas acciones se equilibran en la balanza. 

En cuanto al alma del justo, penetra en la "mansión de los cánticos" donde lo espera una bellísima doncella. He aquí en que términos se le recibe: "¡Oh joven, de espíritu puro, palabras buenas, acciones buenas, religión buena! Yo soy tu propia conciencia... Me amabas por mi grandeza, por mi bondad. Amada, me has hecho más amada aún; bella, me has vuelto más bella... Ve delante de las Eternas Luces..."

Además de este juicio individual, habrá un juicio final de toda la humanidad, el fin del mundo que se predice después de 2.000 años de existencia. Un Mesías anunciará este juicio final; una ola de metal fundido sumergirá la tierra purificándola con el fuego. Será el triunfo definitivo de Ormuz sobre Ahrimán. 

(1) Es lo que explica la falta de tumbas en Persia. Sin embargo, los reyes persas, influenciados probablemente por las tradiciones elamitas y semíticas, se han preocupado de hacerse cavar tumbas en las montañas de Persépolis. Parecía necesario que el rey fuese representado entre sus súbditos por su cuerpo, pero protegido por una sepultura.

De la "Historia Antigua: Oriente" de A. Moret, J. Cabral y A. Colasanti; Angel Estrada y Cía. editores, Buenos Aires, 1928.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Saturnino Ribes y "el testamento de la piolita"


Saturnino Ribes (1824-1897)

El 24 de junio de 1897 murió en Salto Saturnino Ribes*, a consecuencia de una complicación diabética. No dejó descendientes directos ni indirectos, lo cual dio origen a una historia espeluznante que aún hoy llena de pavor a quienes la escuchan por primera vez.

Según contaban viejos pobladores sáltenos de la época, amigos íntimos de Saturnino y conocedores a fondo de sus pensamientos y deseos, éste había escrito un testamento por el cual legaba todos sus bienes para que se conservara su flota de vapores y el astillero, se construyera un hospital con tres pabellones, se fundara una escuela de estudios superiores en un lugar céntrico, utilizando una inmensa mansión de su propiedad, y se favoreciera con algunas sumas de dinero a ciertos empleados y obreros que con él habían colaborado. Pero este testamento desapareció, y en su lugar se dio a conocer otro, que favorecía a algunos reconocidos "caballeros de alcurnia".

En su libro Salto de ayer y de hoy, el escritor salteño Eduardo S. Taborda narra lo siguiente:

"... Y la voz del pueblo se hizo oír con estridentes resonancias, diciendo que unos caballeros de industria, de manos sucias y conciencias pardas, en combinación con un escribano sin escrúpulos, habían hecho desaparecer el testamento auténtico, fraguando otro, después de la muerte de Dn. Saturnino, en el cual aparecían todos ellos favorecidos.

Esta fue la razón —a estar de este hecho— de que Salto carezca de una Flota, se haya perdido el Astillero, no se edificara el Hospital, no se haya fundado la pequeña Universidad y que varios viejos obreros, honestos y laboriosos, hayan muerto exhalando en sus últimos suspiros el anatema de su desprecio y de su odio hacia la canalla que los había despojado.

Algunos escritores y cronistas interesados, al tratar este asunto, han hecho esfuerzos por enmendar y torcer la opinión pública, pintando con mano mercenaria a Dn. Saturnino como a un viejo misántropo y egoísta, para encubrir, solapadamente, nombres que para nuestro pueblo han sido y son repudiables y oscuros."

Taborda y otros investigadores recogen el hecho infame conocido en Salto como "El testamento de la piolita", que la tradición oral se encargó de hacer llegar hasta nuestros días.

Esta historia cuenta que, apenas muerto Ribes en su lecho, los "caballeros de industria", que se encontraban a su lado, impidieron la entrada de cualquier otra persona en el dormitorio y manifestaron que Saturnino pedía urgentemente la presencia de un notario, ya que pretendía hacer un testamento antes de morir. El ama de llaves manifestó que su patrón ya había hecho testamento, pero los señores vestidos de negro le respondieron que él sólo deseaba cambiar algunas cláusulas.

La habitación se encontraba casi a oscuras. Las cortinas permanecían cerradas, evitando así posibles miradas indiscretas. A pesar de haber sido Ribes el primer habitante de Salto en contar con luz eléctrica en su domicilio, en esos momentos sólo un candil iluminaba débilmente el amplio dormitorio, debido a que "al enfermo le molestaba la luz fuerte".

Preparada la escenografía, se pasó a la acción. Alrededor del cuello del muerto se colocó una piola, cuya punta sostenía disimuladamente alguien sentado a su lado. Al llegar el escribano cómplice, los "caballeros" le informaron que Ribes ya les había comunicado los nombres de sus futuros herederos, quienes casualmente se encontraban todos presentes en la habitación. Se autorizó entonces la entrada de los inocentes testigos, que fueron colocados en un extremo del cuarto en penumbras, lejos del lecho.

El escribano habló al cadáver, preguntándole si en el uso de sus facultades deseaba legar la totalidad de sus bienes en favor de las personas que a continuación se detallaban. Al formular cada pregunta se agachaba para escuchar la respuesta, mientras el que sostenía el extremo de la piolita tiraba de ella hacia adelante, levantando así la cabeza del muerto. Los testigos apenas veían una cabeza que asentía. Se simuló luego la firma del testamento. Los señores de negro rodearon la cama, impidiendo la visión de los testigos. Estos finalmente firmaron y fueron retirados de la habitación. Saturnino Ribes murió oficialmente pocas horas después, cuando un médico ajeno al hecho certificó su muerte. Los "herederos" malvendieron la flota de vapores y la totalidad de los astilleros a Nicolás Mihanovich, en la suma de 180.000 libras esterlinas, mucho menos de la mitad del precio que Ribes les había puesto en vida.

* SATURNINO RIBES fue un poderoso industrial y armador vasco llegado al Uruguay en 1864. Instalado en Salto, fundó un astillero y la compañía naviera Mensajerías Fluviales. Organizó un importante servicio de navegación en los ríos Paraná y Uruguay. En sus instalaciones funcionó la primera central telefónica de Sudamérica y de sus astilleros salió el primer barco del mundo dotado con luz eléctrica. No dejó descendencia y es famoso lo ocurrido con su "testamento de la piolita".

De "Historias del Vapor de la Carrera" de Richard Durant; Editorial Santillana, Montevideo, 1997.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Los alegres funerales de "angelitos"



Si bien esta clase de celebraciones ha traducido en todo tiempo casi por lógica la aflicción y el dolor de los vivos, algunos pueblos han enfrentado el trance con manifestaciones de alegría, fundados en que el muerto ha ingresado en un nuevo estado de felicidad. Ese fue el fundamento que mantuvo hasta casi el propio siglo XX en algunas regiones de España la costumbre de festejar, en vez de lamentar, la muerte infantil. El fenómeno -con muy lejanos antecedentes entre los antiguos fenicios- alcanzó sobre todo a las clases populares de Canarias, Castilla, Levante, Andalucía y La Mancha, entre quienes tenían lugar bailes y cantos en tales ocasiones. 

Los caracteres de "inocente" y "ángel" atribuidos al difunto de corta vida ameditaron la festividad, sobre todo porque se lo suponía accediendo a una vida mejor de la que esperaba a quienes permanecerían en la tierra, lo mismo que librando a los suyos de los gastos, trabajos y desvelos consiguientes a su crianza, para convertirse a su vez en eficaz intermediario ante los ya muertos y Dios. A todo ellos se unían el fatalismo y la indiferencia frente al fenómeno de la elevada mortalidad de párvulos en la época. Como es obvio, la usanza formó parte del aludido bagaje de tradiciones que acompañó a los migrantes peninsulares a América, para alcanzar grados variables de implantación en el nuevo destino.

Un autor que describió con eficacia el Uruguay rural y captó la pervivencia de la costumbre hacia el 1900 en la campaña agregaba que, si alguna persona lloraba en medio de la fiesta, era reprendido por los demás participantes, pues se creía que las lágrimas humedecerían "las alas de angelito", impidiendo su ascenso al cielo.

En los sectores populares del Montevideo colonial hemos hallado huellas escasas pero firmes de esa práctica. Aparecen en dos relatos incorporados a sendos expedientes judiciales por parte de igual número de padrinos (a quienes correspondía tradicionalmente iniciar el llamado baile de los muertos, con que solía abrirse el ceremonial festivo de los niños velados). El primero de ellos corresponde a un hecho policial suscitado en 1793 en la Villa de Pando por uno de los participantes que, bajo los efectos del alcohol ingerido durante la noche del velatorio, cometió al día siguiente un delito de sangre. El testigo Benito Píriz señalaría como motivo de la reunión el "habérsele muerto a su compadre Francisco Mesones un párvulo ahijado del declarante" y que el agresor había pasado con ellos "divirtiéndose toda la noche", al cabo de la cual marcharon todos "para la capilla, trayendo el cuerpo del párvulo a darle sepultura".

El segundo testimonio pertenece a Manuela González, la madrina de otro niño fallecido en 1806, a quien decidió velar en un cuarto del conventillo donde residía. "Lo traje a mi habitación y, consiguientemente en aquella noche, con anuencia de mi marido... hice una diversión", explicaba la mujer al magistrado.

Daniel Granada daba cuenta a fines del siglo XVIII de una aparente deformación local de esas celebraciones, extendidas a veces durante "dos, cuatro, seis o más días": "Los vecinos y amigos solicitaban de los padres o deudos del cuerpo de la criatura, para celebrar en su casa la bienhadada fiesta. Andaba a ese intento el cadáver putrefacto de casa en casa, dando motivo a que la juventud se divirtiese, jugando, bailando, chacoteando, comiendo y bebiendo".

De "Muerte y religiosidad en el Montevideo colonial" de Andrea Bentancor, Arturo Bentancur y Wilson González; Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2008.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Post Mortem LXIX



Ambrotipo que muestra a un caballero fallecido vestido con sus mejores galas y sentado en una silla. Obsérvese el aspecto demacrado que seguramente nos habla de una larga y penosa enfermedad. El ambrotipo es un proceso fotográfico que reproduce una imagen positiva sobre una placa de cristal. Se trata de una técnica patentada en 1852 y que se utilizó hasta fines de la década de 1860 en que fue sustituido por otras técnicas fotográficas.

La pena de muerte



No tiene la sociedad mayor derecho que el individuo para matar, cuando no es en caso de legítima defensa. Pues bien, nunca la sociedad se halla en estado de legítima defensa cuando suprime a un miserable a quien puede colocar en estado de no dañar.La pena de muerte debe desaparecer del código civil y, en épocas de paz, también del código militar. No llena su objeto de intimidación, pues entre las asociaciones de malhechores es un punto de honor el desafiar con temeridad el riesgo del patíbulo. En cuando al criminal aislado, que premedita su crímen, no lo cometería sin no se creyese bastante hábil para escapara a la justicia. La Francia se honrará el día en que suprima de su código esa reminiscencia de la ley del talión, el día en que proclame, como un principio que no admite excepción, la inviolabilidad de la vida humana.

Del "Curso de Moral" de Julio Payot; Librería Nacional A. Barreiro y Ramos editor, Montevideo, 1913.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Los que no quisieron vivir VIII: Víctor Juan Guillot

Víctor Juan Guillot (1899-1940)

Lo mismo que Loncán, Víctor Juan Guillot publicó un importante artículo al aparecer La maestra normal. Tenía mucho prestigio como periodista, un prestigio, aunque, aunque no tan grande, como el de Emilio Becher. Era mordaz, y así como cuando salía en La Nación un suelto de calidad, irónico y fino, la gente decía: "Es de Becher", cuando se trataba de La Época, el diario radical, del que llegó a ser redactor en jefe, la gente decía: "Es de Guillot".

La obra literaria de Guillot es escasa. Sólo publicó dos libros de cuentos y un volumen sobre el destierro en Ushuaia que le impusiera el gobierno del general Justo, por intento de revolución. A pedido suyo, prologué el primero de sus libros. Escribía Guillot con vigor, precisión y exactitud. Fue una lástima que el periodismo y la política lo absorbieran. La circunstancia de ser radical, y su trabajo periodístico, le mantenían bastante aislado de sus colegas los escritores, inclusive los de su generación. Guillot estaba cerca de Yrigoyen, a quien vió diariamente durante cierta época. Sus colegas, en su mayoría colaboraban en La Nación y en La Prensa, diarios enemigos de Yrigoyen: enemigos a muerte.

Guillot era serio y parco de palabras. Tenía cierto aire extranjero. Hablaba como si pensara mucho cada término y se lo sacara con esfuerzo. Era rubio, mofletudo y de boca muy chica, y por esto y por su perpetuo gesto serio, parecía un niño enojado. Nuestra vinculación comenzó a raíz de su artículo sobre La maestra normal. Le hice entrar en la Cooperativa y le publiqué su primer libro -era un tomo de buenos cuentos- que él quiso, como dije, verlo prologado por mí.
Tenía conmigo un cierto parentesco político: su mujer, de origen entrerriano, es prima o sobrina mía en segundo grado. 

Guillot era excelente persona, de lo mejor que había en nuestro mundo literario. Tuvo un mal momento, como cualquiera puede tenerlo, al que se le dio excesiva publicidad, y entonces él, sintiéndose desprestigiado, no quiso continuar viviendo. Lamenté profundamente su desaparición. Le debía mucho a Guillot: comentaba en La Época, siempre con simpatía y comprensión, mis libros, y cuando yo preparaba la Vida de Hipólito Yrigoyen, sus datos verbales o escritos sobre la persona y la intimidad del personaje, fueron para mí de inmenso valor.

De "Entre la novela y la historia" de Manuel Gálvez; Editorial Hachette, Buenos Aires, 1962.

miércoles, 31 de octubre de 2012

La tumba de José Pedro Varela


Tumba de J. P. Varela (1845-1879)

A un costado de la Capilla se le levanta una pirámide que contiene un busto. Allí hace cerca de once años que destaca el que fue infatigable obrero de la educación de su patria. Allí José Pedro Varela duerme en brazos de la muerte ese sueño que no tiene despertar.De todos los monumentos que pueden llevar tal nombre, es el más sencillo. Si estuvieran en relación con los méritos seguramente que el del inolvidable Varela, sería el mejor de todos ellos.

De "Epitafios y monumentos de los Cementerios de Montevideo". (Capítulos del libro inédito titulado "Honoria");  Imprenta Americana, Montevideo, 1889.

martes, 30 de octubre de 2012

Modo práctico de ayudar a bien morir


Habiendo desaparecido las Órdenes religiosas que con tanto heroísmo y aprovechamiento de las almas se consagraban a la asistencia espiritual de los moribundos, es de suma utilidad, y aún de indispensable necesidad excitar el celo de los cristianos fervorosos para suplir falta y vacío tan lamentable.En efecto; nadie ignora que del momento critico de la muerte depende una feliz o desdichada eternidad, colmo de todo bien o de todo mal. Creas, critiano, o no creas, pienses, o no pienses en ello, así es y así será... ¿No es justo, pues, que abras los ojos, y despertando del profundo letargo en que has vivido, trates, a lo menos entonces, de prepararte al terrible trance de la muerte?

Por lánguida que tengas la fe, y aunque no sea muy grave la dolencia, te ruego que pidas tú mismo y con tiempo los santos Sacramentos, no fiándote de palabras, ni de esperanzas lisonjeras. Tus parientes y amigos, por una mala entendida amistad, los médicos, por vano respeto, todos te aseguran que no hay peligro todavía, que ya te avisarán con tiempo... pero ¡ay! ¡cuántos miles de cristianos alucinados de esta suerte, se ven, cuando menos los piensan, sorprendidos de la muerte, y condenados eternamente!

Y aún cuando a la última hora se llama a un Sacerdote, siquiera por evitar la infamia de que muera el pariente sin Sacramentos; ¿qué le aprovechará al enfermo su presencia, si, perdido ya el conocimiento, está incapaz de hacer una buena confesión y aún de formar un verdadero acto de contrición? Además ¿qué necesidad puede darse mayor, que la de temer la visita del Médico celestial, único que puede dar acierto a los facultativos, eficacia a los remedios y salud al enfermo? Llámale, pues, a tiempo; que los Sacramentos, lejos de acelerar la muerte al que  los recibe, pronto aléjala muchas veces, y hasta dan salud y vida, si conviene al enfermo. ¡Y cuántos por el más fatal y trascendente descuido, privados de este auxilio, perdieron una salud, que con el socorro de los Sacramentos, hubieran quizás recobrado facilísimamente!

No contento con pedirlos a tiempo, haz que te lean este capítulo, y los motivos de contrición que ponemos para antes de la confesión, pág. 164. Y cuando esté para llegar el Santo Viático, escucha con atención los avisos que se hallan en la pág. 184: que te los lean despacio, como también el hacimiento de gracias para después de recibida la visita del Médico celestial, que se halla pág. 192. Luego, entre día, despidiendo toda visita mundana, podrás ir saboreando el Anima Christi, o alguna de las oraciones a María santísima, como son: Oh Señora mía, pág. 15; el Memorare, pág. 346 y otras, no olvidando la aceptación de la muerte que pusimos en la pág. 588.

Si cayere gravemente enfermo alguno de tus parientes, o cualquier otra persona por cuya felicidad te interesas, suplícote, por las entrañas de Jesucristo y por la amistad que le profesas, le avises con tiempo del peligro en que se encuentra; y con el celo y santas industrias, que el amor verdadero debe inspirar en semejantes casos, le induzcas a que reciba dignamente y a tiempo los Santos Sacramentos. Búscale un confesor de su confianza; prepárale a la confesión y recepción del Santo Viático,pero con suavidad, y sin serle molesto. Cuando estuviere en la agonía, a más de las oraciones indicadas, que será bien leerle, haciendo algunas interrupciones para no cansarle, te podrás también valer de las jaculatorias siguientes: (...)

Repítanse las jaculatorias en que más consuelo hallare el enfermo; y mientras uno le exhorta a bien morir, otros pueden rogar por su alma rezando el Rosario o las letanías de Nuestra Señora; no junto a la cama del moribundo, no sea que el excesivo calor perjudique al enfermo y a los circunstantes, sino allí cerca, en otra pieza, de manera que el moribundo conciba gran confianza, sabiendo que muchos piden a Dios por él. Pero ningunas preces hay más tiernas, y propias para prepararse a la muerte, que la recomendación del alma y demás oraciones que compuso la Iglesia por los agonizantes, y son las siguientes:

RECOMENDACIÓN DEL ALMA

Según el Ritual Romano

LETANÍA DE LOS AGONIZANTES

Señor, ten piedad de él (o de ella (1).
Jesucristo, ten piedad de él (o de ella).
Señor, ten piedad de él (o de ella).
Santa María, ruega por él (o por ella).
San Abel, ruega por él (o por ella).
Coro de los justos, ruega por él (o por ella).
San Abraham, ruega por él (o por ella).
San Juan Bautista, ruega por él (o por ella).
San José, ruega por él (o por ella).
Santos Patriarcas y Profetas, rogad por él (o por ella).
San Pedro, ruega por él (o por ella).
San Pablo, ruega por él (o por ella).
San Andrés, ruega por él (o por ella).
San Juan, ruega por él (o por ella).
Santos Apóstoles y Evangelistas, rogad por él (o por ella).
Santos Discípulos del Señor, rogad por él (o por ella).
Santos Inocentes, rogad por él (o por ella).
San Esteban, ruega por él (o por ella).
San Lorenzo, ruega por él (o por ella).
Santos Mártires, rogad por él (o por ella).
San Silvestre, ruega por él (o por ella).
San Gregorio, ruega por él (o por ella).
San Agustín, ruega por él (o por ella).
Santos Pontífices y Confesores, rogad por él (o por ella).
San Benito, ruega por él (o por ella).
San Francisco, ruega por él (o por ella).
San Camilo, ruega por él (o por ella).
San Juan de Dios, ruega por él (o por ella).
Santos Monjes y Ermitaños, rogad por él (o por ella).
Santa María Magdalena, ruega por él (o por ella).
Santa Lucía, ruega por él (o por ella).
Santas Vírgenes y Viudas, rogad por él (o por ella).
Santos y Santas de Dios, rogad por él (o por ella).
Séle propicio, perdónale, Señor.
Séle propicio, líbrale, Señor.
Séle propicio, líbrale, Señor.
De tu cólera, líbrale, Señor.
Del peligro de la muerte, líbrale, Señor.
De la mala muerte, líbrale, Señor.
De las penas del infierno, líbrale, Señor.
De todo mal, líbrale, Señor.
Del poder del demonio, líbrale, Señor.
Por tu Natividad, líbrale, Señor.
Por tu Cruz y Pasión, líbrale, Señor.
Por tu muerte y sepultura, líbrale, Señor.
Por tu gloriosa Resurrección, líbrale, Señor.
Por tu admirable Ascensión, líbrale, Señor.
Por la gracia del Espíritu Consolador, líbrale, Señor.
En el día del juicio, líbrale, Señor.
Así te lo pedimos, aunque pecadores, óyenos, Señor.
Te rogamos que le perdones, óyenos, Señor.
Señor, ten piedad, óyenos, Señor.
Jesucristo, ten piedad, óyenos, Señor.
Señor, ten piedad, óyenos, Señor.

(1)  Si se rezan por una moribunda, se reemplazan con las palabras “ella, sierva,  hermana”, la de “él, siervo, hermano”.

De la "Nueva Áncora de Salvación" por el Rdo. P. José Mach; Librería de la Vda. de Ch. Bouret, París, 1907.

lunes, 29 de octubre de 2012

Definición y carácter de la medicina legal




La medicina legal es la aplicación de los conocimientos médicos a los problemas judiciales. Ella excede así los límites de la asistencia de enfermos y ha ido aumentando su área científica con un cúmulo de problemas sociales que requerían su conjunto. Al considerar todas estas aplicaciones se ha hablado de medicina "pública", "política" y "social". Pero éstas desbordan el ámbito de la medicina legal, propiamente dicha. Esta no debe comprender sino el estudio de los problemas médicos relacionados con la justicia. Así resulta de las definiciones propuestas por Orfila, Hofmann, Devergie, Taylor, etc.

Por esta causa emplean la denominación de medicina legal o forense. Pues la medicina legal, que significa estrictamente el estudio de cuestiones médicas previstas o relacionadas con las leyes, habría derecho a aplicar a estudios comprendidos en otras materias: ley de vacuna, de la lepra, otras enfermedades infecciosas, cuya consideración corresponde a la Higiene. Pero el término medicina legal, en ese sentido restrictivo de judicial o forense, es el consagrado en casi todas partes del mundo y el difundido en la Argentina en la producción bibliográfica y en la denominación de las cátedras universitarias del país.

Esta acepción del término delimita al mismo tiempo el campo de la medicina legal, fuera del cual quedan la higiene y la llamada medicina social. De este modo también, nuestra especialidad adquiere carácter más concreto en sus asuntos, sus fines y su método. Los primeros comprenden a casi todos los estudios médicos; los segundos enfocan aquellos en los casos de aplicación de las leyes civiles y penales; el último debe ser el mismo de todas las ciencias biológicas, lo que no excluye el aspecto sociológico, como en la criminología.

La medicina legal analiza la legislación (códigos civil y penal, especialmente) en sus relaciones con la medicina y estudia en ella tres aspectos: su interpretación y crítica doctrinarias, su aplicación en los casos judiciales, la conveniencia de reformarla o de dictar leyes nuevas. O sea la ley ya hecha, en su aplicación judicial y la ley por hacerse, en su elaboración parlamentaria.

Es, pues, una ciencia que sirve de unión a la medicina con el derecho y recíprocamente aplica a una y otro, las luces de los conocimientos médicos y jurídicos. Por eso su estudio interesa a los médicos y a los abogados; el médico legista cultiva una especialidad que no debe ser ignorada por los juristas, especialmente por los magistrados. Si los códigos de procedimientos les dan a éstos el derecho de juzgar los informes médicos y por tanto el de apartarse de sus conclusiones, ello implica la necesidad de una información médicolegal previa. 

El dictamen pericial es de tal importancia casi siempre, que de él depende a menudo la libertad de una persona, su situación económica, su honor, su capacidad, etc. Esta simple mención basta para destacar la enorme importancia doctrinaria y práctica de los estudios médicolegales.

De "Medicina Legal" del Dr. Nerio Rojas; Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947.


domingo, 28 de octubre de 2012

Espíritus de los muertos




Poema de Edgar Allan Poe

I

Tu alma se encontrará sola a sí misma
en medio de oscuros pensamientos de las piedras de la tumba gris.
Nadie, entre toda la multitud, espía
en tu hora de secreto.

II

Sé silencioso en esa soledad,
que no es tristeza de estar solo, pues entonces
los espíritus de la muerte que estuvieron
en la vida antes que tú, están de nuevo
en la muerte a tu alrededor. Y su voluntad
habrá de subyugarte: no te muevas.

III

La noche, aunque clara, fruncirá el ceño,
y las estrellas no mirarán hacia abajo,
desde sus altos tronos en el cielo
con luz como esperanza dada a los mortales.
Pero sus rojos ojos, sin rayo
parecerán para tu cansancio
como una quemadura y una fiebre
que se adheriría a ti para siempre.

IV

Ahora hay pensamientos que tú no prohibirás.
Ahora hay visiones que no desterrarán.
No pasarán de tu espíritu
jamás, como gotas de rocío de la hierba.

V

La brisa, la respiración de Dios, está quieta,
y la niebla sobre la colina
tenebrosa, tenebrosa, todavía intacta,
es un símbolo y una señal
de cómo se sostiene sobre los árboles
un misterio de misterios.
***********
"Sólo la alta poesía es traducible": esta sentencia de Goethe, que por lo mismo que contradice la opinión del vulgo más o menos literario, debe encerrar una verdad profunda, ha sostenido mi esperanza a lo largo de la presente versión del poeta aristocrático por excelencia.

De "Los Poemas de Edgar Poe" con traducción, prólogo y notas de Carlos Obligado; Colección Austral, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1947.

sábado, 27 de octubre de 2012

Post Mortem LXVIII: Sarah Bernhardt



En realidad, esta fotografía es solo un montaje en el cual la gran actriz francesa Sarah Bernhardt (1844-1923) aparece representada como si estuviera muerta en su ataúd. Se trata de una de las típicas excentricidades de Sarah, que en este caso se burla de la muerte.

sábado, 20 de octubre de 2012

La muerte exhibida y aceptada



La sensibilidad "bárbara" convivió con la muerte como hecho familiar y frecuente, recordemoslo. La tasa de mortalidad alcanzó de seguro cifras anuales en torno al 30 por mil habitantes, el triple de los actuales y en períodos de peste -1857 en Montevideo, por ejemplo- la fiebre amarilla diezmó la capital. Empero, en períodos normales, la "sensibilidad bárbara" no solo aceptó sino que promovió la convivencia de todas las formas imaginables de lo macabro: 

Los cadáveres eran llevados para las misas de cuerpo presente a las iglesias, las calaveras  los huesos a menudo se encontraban esparcidos en el suelo o a la vista del público en los nichos abiertos de los cementerios del interior y de Montevideo; a veces la gente convivía con sus propios ataúdes o los huesos de sus parientes; la prensa exhibía tibias y calaveras en grabados que acompañaban los avisos mortuorios; las revistas literarias contenían casi siempre artículos o cuentos macabros; y los objetos fúnebres -ataúdes, crespones, coronas, etc.- eran avisados en los diarios y en los escaparates de las tiendas con total "impudicia", como dirá luego la sensibilidad "civilizada". La muerte era un hecho frecuente en esa sociedad, pero su cultura, en vez de ocultarlo lo exhibió.

De "Historia de la sensibilidad en el Uruguay: tomo I: la cultura bárbara, (1800-1860)" de José Pedro Barrán; Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1997.

domingo, 23 de septiembre de 2012

En ataúd de pino



El 10 de febrero de 1824 tuvo lugar en Montevideo un entierro que debe contarse entre los más deshabitados e indigentes e indigentes que haya presenciado nuestra ciudad. Un tosco ataúd de pino es el que llevan al camposanto. Lo acompañan tan sólo un religioso y una mujer enlutada. El acto de la sepultura no se rodea de ninguna solemnidad: apenas el rezo de alguna oración. Un momento de recogimiento, y todo ha terminado. Así fue el entierro de la esposa de Artigas.

Rosalía Villagrán se encontraba internada desde tiempo atrás en el Hospital de la Caridad, enferma de cuidado. Pero hacía años que se había vuelto loca: desde que había perdido a dos de sus tres hijos, Eulalia y Petronila, de apenas unos meses de edad. Rosalía vivió y murió en la indigencia, a pesar de ser la esposa de quien era. 

Un sacerdote, el canónigo Pedro Vidal, tuvo que prestar 5 onzas de oro para que la familia pudiese pagar los oficios religiosos. Al morir ella, José Artigas se encontraba en su retiro paraguayo. Montevideo estaba ocupado por los brasileños. Aquí casi nadie se enteró de esa muerte.

De "Boulevard Sarandí" de Milton Schinca; Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1976.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Los que no quisieron vivir VII: Enrique Loncán


Enrique Loncán (1892-1940), a la izquierda, junto a colegas de la Cancillería argentina.

Enrique Loncán era un humorista típicamente porteño. Hay que conocer mucho Buenos Aires, el Buenos Aires de 1910, para apreciar la gracia de Loncán. Recuerdo su libro La conquista de Buenos Aires, colección de cuentos o relatos. En uno de ellos, le van a dar un banquete a cierto "llegador". La lista de los firmantes de la invitación tiene una gracia extraordinaria, si bien pocos son los que pueden saborearla. Loncán fue  uno de nuestros más claros y elegantes prosistas. Su frase desarrollábase con fluidez, sin un tropiezo ni una dureza. Algunas de sus páginas están a la altura de las del español, Julio Camba, pero Loncán no era un pensador, como Camba.. Conocía profunda y minuciosamente el espíritu de Buenos Aires, los defectos y las virtudes del porteño. Es decir, del porteño de las clases medias y superiores, no del pueblo. Lástima que su obra fuese fragmentaria.

He sentido verdadero afecto por Loncán. Muchos años antes el había escrito un excelente artículo sobre La maestra normal y me recordó en varias ocasiones. En la sociedad distinguida se le apreciaba mucho, como persona y como orador: no tanto como escritor. Era un orador de excepción, y algunos le consideraban como el sucesor de Belisario Roldán. Pero en el ambiente literario, en el que dominaba una camarilla izquierdista, se le negaba todo mérito y era porque frecuentaba la sociedad principal y el Jockey Club... También le juzgaban snob, no literario sino social. Decían que, de origen modesto -su padre había sido maestro de escuela- se había metido en la aristocracia a fuerza de adulaciones. Pero Loncán nada tenía de adulón, y su espíritu era fino y distinguido.

Yo solía encontrarme con él en el Jockey Club, sobre todo en el vestíbulo, o en el frente, mirando pasar a las mujeres. Hablábamos generalmente de nuestros colegas. Uno de sus temas preferidos era quejarse de los escritores, y recuerdo como le ofendió que al último de sus libros no se diese el tercer Premio Nacional. El jurado, del que formaban parte Manuel Ugarte y Jorge Luis Borges, había concedido el premio a María Alicia Domínguez y el tercero a Loncán. El primer premio tenía que ser otorgado siempre a escritores de alta categoría: Lugones, Rojas, Guiraldes, Capdevilla, Hugo Wast, y en el ambiente literario indignó ver premiada a María Alicia. Entonces, la Comisión de Cultura, cuyo presidente era Carlos Ibarguren, la que tenía facultades para no aprobar las decisiones del jurado -publicadas en los diarios antes de tiempo- no reconoció el fallo y declaró desierto el primer premio, dando el segundo a María Alicia y el tercero al que antes figuró como segundo. Loncán quedó fuera.

Quisquilloso, mostrábase muy enojado con Ibarguren, y más aún con Antonio Aita, de quien decía que había influido sobre Ibarguren. No tardó en vengarse, y en forma cruel. Publicó un cuento largo, en el que remedaba el congreso del PEN Club y en que Aita, con nombre cambiado, figuraba como protagonista. Pero no era un congreso de escritores sino de filatélicos. Este cuento, que Loncán puso al frente de la colección de páginas suyas que hizo publicar en París, en francés, era sarcástico e injusto contra Aita. Con Ibarguren no "se metió" tanto, solo que, como Ibarguren presidía la Comisión de Cultura, la Academia de Letras y la Cooperación Intelectual, y acaso perteneciera a otras comisiones, le llamó "comisionófilo polivalente".

Loncán tenía un tipo algo raro: baja estatura, anchas y un tanto encorvadas espaldas, cara grande -carota podría decirse-, rostro cuadrado y blanquísimo en el que se perdía una nariz minúscula, con los agujeritos a la vista. Daba la impresión de un hombre simpático, y lo era en alto grado. Su literatura es sana, optimista. ¿Por qué se pegó un tiro?

Loncán, por esos días, de los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, acababa de llegar de París, donde había ocupado un alto cargo en nuestra embajada. En París, Loncán había chocado con el embajador, Miguel Ángel Cárcano. Al volver a Buenos Aires, publicó una página violenta contra Cárcano, con motivo de su conducta cuando, por causa de la guerra, debió salir de París el personal de la embajada.. Ahora, ¿qué ocurriría? ¿Iba Loncán a ser destituido o iba a ser amonestado? El caso fue que, una tarde, Loncán se entrevistó con el ministro, José María Cantilo, que era también escritor y había publicado una novela. ¿De qué hablaron? Se ignora, como se ignora lo que Loncán pudo decir a su jefe. Debe saberse que Loncán, como muchos escritores, tenía cierta afición al alcohol, pero sin ser alcoholista precisamente. Es probable que esa tarde de su entrevista con Cantilo se hubiera echado dentro del cuerpo, a fin de templarse, unos cuantos tragos. El caso fue que, terminada la entrevista, se metió en un bar de la avenida Alem y Sarmiento, y junto a una mesa de un rincón oscuro, se pegó un tiro.


De "Entre la Novela y la Historia" de Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Manuela y Santiago Mussio, juntos en la eternidad



Siguiendo nuestra recorrida por el Cementerio Central de Montevideo nos encontramos con un monumento imponente que nos deja una impresión muy triste en el alma. Se trata del conocido vulgarmente por el del zapatero. En la lápida se lee sencillamente:

"Aquí yacen los restos de Da. Manuela Mussio que falleció el 9 de octubre de 1863. Su esposo, Santiago Mussio consagra este monumento".

El monumento se compone de un lecho mortuorio donde duerme ella el sueño de la muerte y él de pie, con la mirada triste y llorosa contemplándola. En una mano descansa la sien izquierda y la otra mano la tiene algo caída y en ella tiene un pañuelo.

La estatua nos da una idea completa, representa unos 50 años, rostro simpático, viste levita y zapatos de punta cuadrada. En cambio el ropaje de ella es muy sencillo; donde el escultor ha desplegado su genio es en las ropas de cama. Las almohadas se destacan perfectamente, pero sobre todo lo que está inimitable son las sábanas y el dibujo de crochet y los festones.

Tengo datos preciosos sobre este monumento. Cuando falleció la esposa de Mussio, éste hizo sacar una fotografía de ella cuando yacía cadáver sobre el lecho mortuorio. Después se embarcó para Italia, y en Génova la encomendó a Lavarello Tece que hiciera ese trabajo escultórico. Entonces él se hizo retratar en la posición que se ve en el monumento, clavando su mirada triste en la que fue su compañera de hogar.

De sus ojos brotaban dos lágrimas silenciosas, sin duda comprendiendo que mañana cuando él también fuera cadáver y durmiera el sueño de la muerte al lado de su adorada e inolvidable Manuela, un espectador o transeúnte indiferente detuviera su paso viendo simbolizado en mármol el dolor y la pena de él al exhalar el postrer suspiro la que fue su esposa.

Cuando el cincel y el buril de Lavarello Tece estaba por concluir su obra, Mussio abandonó Génova y regresó a Montevideo.. Todos los días iba al cementerio y pasaba las horas al lado del sepulcro que guardaba cenizas tan queridas. Una tarde unos changadores entraron un monumento encajonado convenientemente, era el de Mussio.

El mismo, con la alegría del niño reflejada en su semblante ayudó a colocarlo en el mismo sitio en que actualmente se halla. Después estuvo contemplando absorto, profundamente, la estatua yacente de ella y la de él propio. El sol ocultaba sus rayos de oro en el horizonte y Mussio impasible, con un pañuelo en la mano se secaba las lágrimas que brotaban abundantemente de sus ojos.

Su larga permanencia y lo avanzado de la hora llamó la atención de uno de los guardianes a cuya vigilancia está nuestra necrópolis. La advirtió que el cementerio se iba a cerrar y que el reglamento no permitía que nadie quedase después de la oración. No pudo convencerlo. Entonces, el estimable Inspector del Cementerio, D. Eloy García, trató con su habitual bondad y dulzura de convencerlo y no poco trabajo le costó sacarlo del cementerio.

Santiago Mussio ya iba enfermo. A los pocos días un cortejo fúnebre dejaba un féretro cerca de este monumento. Era Santiago Mussio que no pudo advenirse a vivir separado de su esposa y que iba a dormir en la misma tumba que ella.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Post Mortem LXVII: Clarence Meredith



Fotografía de la niña Clarence Meredith, fallecida en el año 1868 cuando contaba con 14 meses de edad. 

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El sepulcro de Bartolomé Scarone



Entre los sepulcros del Cementerio Central de Montevideo se levanta el majestuoso monumento erigido a la memoria de Bartolomé Scarone, de indiscutido mérito artístico. En el centro hay una pirámide cuya cima está rodeada de flores de mármol primorosamente trabajadas y esculpidas. En la superficie de la pirámide hay la siguiente inscripción:

A
BARTOLOMÉ SCARONE
Falleció el 22 de junio de 1878

A la derecha se destaca el ángel de la muerte con la guadaña en una mano. Es de tamaño natural y la otra mano la tiene extendida en la dirección de la pirámide como señalando la inscripción que hay grabada en ella. A la izquierda hay una mujer sentada, envuelta en un manto que como trabajo de escultura no se puede pedir nada mejor. En esta actitud reflexiva, con la cara apoyada en dos dedos de la mano derecha, tal vez el artista haya querido simbolizar en ella que debemos pensar en el pequeño tránsito de la vida a la muerte. La cabellera, pliegues y ropaje, no dejan nada que desear.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Anatomía del cuerpo humano (1559)



Esta imagen forma parte del "Tratado de Anatomía de Cuerpo Humano" de Juan Valverde de Amusco (c.1525-1588) publicado en Roma, en el año 1559.  En ella vemos a una cadáver desollado que sostiene a su propia piel con una mano y un cuchillo de disección en la otra. La cara de la piel se ve distorsionada y borrosa, con un aspecto fantasmal, lo que indica que el alma ya se ha separado del cuerpo.

jueves, 30 de agosto de 2012

Post Mortem LXVI: Maximiliano I de México


Maximiliano de Habsburgo (1832-1867)

El Emperador Maximiliano I de Habsburgo fue condenado a muerte tras un juicio sumarísimo. Fue fusilado en el Cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro, el 19 de junio de 1867, junto con los generales conservadores Miramón y Mejía. Las últimas palabras del Emperador fueron acerca de un reloj con el retrato de su esposa:

"Mande este recuerdo a Europa a mi muy querida mujer, si ella vive, y dígale que mis ojos se cierran con su imagen que llevaré al más allá. Lleven esto a mi madre y díganle que mi último pensamiento ha sido para ella."

El Emperador de México, segundos antes de recibir las descargas del pelotón de fusilamiento, entregó una moneda de oro a los siete soldados del pelotón. Después proclamó:

"Perdono a todos y pido a todos que me perdonen y que mi sangre, que está a punto de ser vertida, se derrame para el bien de este país; voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva México!"

Maximiliano, que había suplicado no se le lastimase la cara, separó su rubia barba con ambas manos echándola hacia los hombros, y mostró el pecho. No sucumbió en el acto, y se advirtió, porque ya caído pronunció estas palabras: Hombre, hombre. Entonces se adelantó un soldado para dispararle el golpe de gracia, con el cual exhaló el último aliento.

viernes, 24 de agosto de 2012

Los que no quisieron vivir VI: Enrique Méndez Calzada


Enrique Méndez Calzada (1898-1940)

La tercera serie o racha de suicidios abarca desde 1940 a 1946. Siete escritores se quitaron la vida. ¿No habrá influido en esos hombres, casi todos relativamente jóvenes, la tragedia de la guerra mundial? Una catástrofe semejante desequilibra los nervios de muchos millones de seres en el mundo entero y esos desequilibrios traen la muerte por propia mano. Una especie de microbio desparrama por la tierra los deseos de matar y aún de morir. No se habla sino de muerte y de sangre. ¿Cómo asombrarse de que algunos espíritus débiles o propensos se eliminen de este desesperante mundo?

En 1940 se matan Enrique Méndez Calzada, Enrique Loncán y Víctor Juan Guillot. Es muy curioso que los tres fuesen humoristas. También fue humorista Belisario Roldán, pero no en su literatura sino en su conversación, en sus frases espirituales. También lo fue Fernando Ortíz Ehagüe, que murió en 1946. Y no faltaba humorismo, por cierto, la obra de Lugones y tampoco en la de Alfonsina Storni. No creo que la práctica del humorismo conduzca al suicidio, pero sí creo que existe un humorismo amargo, hijo de hondas y escondidas desolaciones del alma.

Enrique Méndez Calzada era simpático y muy buen mozo. Comenzó a publicar en plena adolescencia. Había estudiado en España varios años, por lo cual hablaba un poco al modo de los españoles. La larga permanencia en España y el pertenecer a una familia en que abundaban los hombres cultos -era sobrino de un español eminente, el doctor Rafael Calzada- le sirvieron de mucho: Méndez Calzada escribía con pureza, corrección y serio conocimiento de nuestro idioma. Hasta puede decirse que pocos argentinos escribía como él. 

Publicó versos bastante buenos, aunque él no era precisamente poeta; cuentos de valer como los del libro Jesús en Buenos Aires; y ensayos humorísticos. Esencialmente humorista, su humorismo era personal, no imitado del de Anatole France, o el de Chesterton. Durante unos años fue director del suplemento de La Nación, magnífica revista, actualmente reducida a las modestas "páginas dominicales". Ejerció pues, el cargo que habían ejercido Arturo Cancela y Alfonso de Laferrére y después ejercería Eduardo Mallea. Representaba a La Nación, no sé si en París o en Barcelona. Un día, en un telegrama de Barcelona, anunció La Nación el suicidio, en esa ciudad, de Enrique Méndez Calzada.


De "Entre la Novela y la Historia" de Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.

domingo, 19 de agosto de 2012

Ataúdes de calidad



Esta imagen forma parte de una campaña publicitaria de un fabricante de ataúdes norteamericano de Kansas que pretendía demostrar la calidad y fortaleza de sus productos. Lo cierto es que este pequeño ataúd para niños parece ser capaz de soportar el peso de cuatro hombres adultos lo que no deja de ser poca cosa. 

jueves, 16 de agosto de 2012

El ángel del Hospital Regional



Desde hace tiempo, las instalaciones del Hospital Regional de Salto son el escenario de las visitas de un misterioso ángel mensajero. Se trata de un querubín celestial enviado por Dios a la Tierra con el único propósito de comunicar a ciertos enfermos terminales su inminente travesía a la Región de las Sombras.

A diferencia de otros seres fantásticos que pueblan el imaginario salteño, el ángel del Hospital Regional no posee una fisonomía definida. Puesto que fue moldeado a imagen y semejanza de Dios, también él, como su padre, "se ha hecho todo para todos con el fin de salvar, por todos los medios, a algunos" (I Corintios, 9:22). La mayoría de las veces, el ángel asume la forma de un médico o un enfermero, pero no es infrecuente que adopte la de un compañero de habitación del moribundo, la de un visitante, la de una persona del servicio de limpieza o la de una paloma blanca revoloteando con alegría en las cornisas de las ventanas. Por esta razón, a los ojos del común de la gente el ángel es invisible; sin embargo, los enfermos son capaces de reconocerlo de inmediato, incluso bajo sus manifestaciones más imprevisibles.

En todos los casos, el ritual de la visita del ángel es el mismo. Este se acerca con toda solemnidad al enfermo, que se encuentra tendido en una camilla o recostado en una silla de ruedas, y luego de darle un beso en la frente, toma sus manos y comienza a hablarle. En términos generales, le informa que no debe sentir miedo, pero que conviene que vaya poniendo sus cosas en orden porque el Señor ha dispuesto que su papel en plan divino ha llegado a su fin y tiene decidido llevárselo a su lado. Y en efecto, durante todo este proceso el enfermo no siente temor alguno; puesto que la voz y los ojos del ángel irradian una paz y una serenidad tan profundas y todo su ser parece en verdad una profecía del Cielo, se olvida rápidamente de sus dolores y sufrimientos terrenales para escuchar lo que el mensajero de Dios ha venido a decirle.

Luego de la visita del ángel, el paciente ya no es el mismo. Como ha probado por anticipado las delicias del Edén, experimenta de súbdito una increíble mejoría, que provoca la perplejidad de los médicos tratantes. Una amplia sonrisa se dibuja en su rostro y en sus ojos, que han conocido la Verdad, brilla una nueva luz: la luz de la Esperanza. Sus familiares y amigos lo encuentran rejuvenecido, feliz. Finalmente, cuando el enfermo muere, lo hace en la plenitud de sus fuerzas y enfrenta su destino con el semblante sereno, como si se tratara de un milagro o una bendición.

Mucha gente conoce las leyendas que circulan a propósito del ángel y puede afirmarse sin temor a error que, tarde o temprano, cualquier persona que frecuente el Hospital Regional de Salto tendrá la oportunidad de escuchar algunas de sus historias.


Del "Bestiario del Salto Oriental" de Diego Moraes; Ediciones Cruz del Sur, Montevideo, 2012.

Nota: DIEGO MORAES (Salto, 1979) es un joven y prometedor escritor uruguayo. Entre sus obras, destacan  "Bestiario del Salto Oriental" (2006), "Figari, el Masón" (2008) y "Voces Anónimas" (2009). Si desean conocer más acerca este autor y su obra les recomiendo visitar su blog