jueves, 30 de noviembre de 2017

El Día de los Muertos (1928)



Una vez más ha pasado por la vida de la ciudad, el día en que se recuerda a los muertos. Una vez más nosotros hemos visto pasar por las calles esas largas filas de gente, con sus manos llenas de flores, filas de autos, de coches y de tranvías, llevando flores... La ciudad adquiere en eso días algo de la fisonomía de las grandes ferias. Puestos de flores en las calles, chicos gritando y ofreciendo sus mercancías, anuncios con cuadros de un subido color dramático, carteles, coronas, cintas con dedicatorias en grandes letras doradas. Todo llamativo. Es el mismo color, la misma animación de las ferias.

Grupos de gente que se detiene en los negocios a tratar sus compras fúnebres, mientras se escuchan los compases de un tango de la vitrola cercana. Grupos de familias, buscando entre las pilas de coronas y de placas, una que exprese lo que ellos quieren y que armonice con el precio. Grupos de chicas y chicos, comentando, charlando, riendo... Las amigas que se encuentran mientras eligen mientras eligen sus ramos de flores, se recuerdan la deuda de una visita, o tejen comentarios sobre la última fiesta a que asistieron. Rostros de niñas con labios muy rojos, que acompañan a sus parientes a cumplir la triste embajada, mientras esconden su alegría para ponerse a tono con sus mayores...

Rostros de gente aburrida que cumplen su misión con el mismo entusiasmo que los empleados van a las oficinas. Rostros de gente que no dicen nada, cabezas que no piensan nada... Y van también en las filas, rostros de gente buena, que llevan las huellas del sufrir, profundamente marcadas. Estos son los menos, y van como asombrados de sentir a su lado ese ruido. La mayoría marcha a cumplir una obligación del calendario, algunos hasta con un poco de fastidio. Hay para nosotros no sabemos qué de doloroso en esas filas de gentes que vemos ir y venir empujadas por la costumbre. 

Hay no sabemos que de trágico en ese montón de gente, que todos los años, en el mismo día tiene que caminar por nuestras calles con sus manos llenas de flores, en dirección a los cementerios, empujados por el calendario. Y así lo vemos nosotros, entrando y saliendo de los cementerios, ajenos casi a la escena que realizan. Casi todos van allí a cumplir rápidamente su misión, lo más rápidamente posible. Lo hombres consultando a cada paso sus relojes, y sus libretas, la mujeres preocupadas de sus vestidos y en la observación de los que llevan las que pasan junto a ellas, mientras desfilan entre las tumbas, acompañadas de bullicio mundano que lo domina todo, leyendo a veces rápidamente un epitafio que les hace sonreír...

La larga fila cumple así la orden del calendario, que todos los años, en el mismo día, los empuja al recinto de los muertos. La mayor parte de las tumbas que permanecen abandonadas durante todo el año, en esos días, se limpian, se adornan y se ponen sobre ellas una leyendas bien grandes en letras doradas, se visten así de fiesta para recibir a la visitas... Y mientras la gente lleva a los cemenerios el ruido de la calle, la vida del mundo, el perfume de las flores, la inquietud, la fiebre, el movimiento de la ciudad, los pájaros del cementerio, siguen entonando sus cantos todos los días, junto a las tumbas, acaso porque ellos saben que nunca como en ese día están más solos los muertos.

De "Emociones Montevideanas" por Orestes Baroffio. Claudio A.García editor. Montevideo, 1942.    

martes, 28 de noviembre de 2017

El suelo y los cadáveres


Al igual que toda materia orgánica, los cadáveres sufren en el suelo una serie de transformaciones, que en resumen son: después de dos o tres días desaparece la rigidez cadavérica y se presentan los fenómenos de la putrefacción, que se caracteriza por la acción de los fermentos sobre los tejidos, y por el desarrollo abundante de gases, indicadores del activo funcionamiento de los miroorganismos anaerobios. Después, por la acción de las diastasas autolíticas o segregadas por los fermentos, se produce una especie de licuación de la masa orgánica del cuerpo. La presencia y la penetración del aire, permite después el trabajo de los microbios aerobios, que terminan por transformar la materia orgánica en amoníaco, nitritos y nitratos, vale decir, se sigue el proceso general del cual nos hemos ocupado detalladamente al estudiar el suelo. En el suelo de mediana porosidad y humedad y donde no llegue el agua telúrica, es el lugar, donde la transformación de los cadáveres se hace en las mejores condiciones, completándose en el término de 4 a 7 años. No sucede lo mismo, cuando las condiciones del suelo son otras; los suelos arenosos y de gran sequedad o donde las temperaturas son muy bajas llevan a la conservación o momificación de los cadáveres; otras veces los cadáveres experimentan la transformación cérea, o transformación del cadáver en grasa, debido a que los gérmenes aerobios, no han podido actuar por la falta de aire.

Del manual "Higiene" por el Dr. Manuel V. Carbonell. VI edición. Editorial "El Ateneo". Buenos Aires, 1948.

domingo, 26 de noviembre de 2017

El suicidio de Juan Burlando

Aviso del almacén de la familia Burlando aparecido en "La Idea Moderna" entre 1892 y 1893.

El lunes por la tarde dejó de existir, descerrojándose un tiro en la frente, el comerciante de esta localidad Juan Burlando. Es una irreparable pérdida profundamente sentida por todos los que conocían al extinto y que viene a enlutar una vez más el hogar de la familia de Burlando, amargada ya por recientes sufrimientos. Juan Burlando fue el único que colaboró constantemente en "La Idea" y en "LA IDEA MODERNA". Modesto que era siempre, guardó su nombre bajo un seudónimo que por respeto a sus deseos en vida, no lo damos a conocer. La filantropía fue una de sus virtudes, que sin necia ostentación, practicó siempre que las circunstancias lo llamaban a hacerlo. En este sentido se expresó el Señor Cañizas en el Cementerio, al rendírsele el último homenaje. 

Como colaborador de nuestro semanario, estamos en el deber de dedicar a Juan Burlando estas mal trazadas líneas que, aunque despojadas de frases lúgubres y pomposas ellas son el reflejo fiel y sincero de los sentimientos que abrigamos. Fue uno de los pocos, repetimos, que desde el momento que nacimos a la vida pública, se asoció a nuestra idea batallando por el bien y la moralidad según sus creencias y convicciones. Aún existe en nuestra mesa de redacción un artículo que daremos a la publicidad en el próximo número y en el que como en todas sus producciones, un observador profundo del corazón humano hubiera podido ver la melancolía y tristeza de que se hallaba rodeado el espíritu de nuestro amigo.

Las miserias y penalidades de la vida lo han arrastrado a un triste y doloroso fin que muchas veces se abraza cuando la mente ofuscada por trastornos y dificultades y el corazón oprimido por amarguras y tristezas, se dejan arrastrar por pensamientos siniestros, a los cuales el hombre obedece muchas veces como esclavo. En la flor de su edad y cuando aún podía alimentar esperanzas y esperar placeres se quitó la vida, pensando quizás encontrar una mejor, en ese otro más allá que hay después de la tumba. ¡Qué el cielo corone sus deseos y que el Ser Supremo haya oído su voz! LA IDEA MODERNA se asocia al sentimiento provocado por la inesperada muerte del joven Burlando y envía su pésame por medio de estas líneas al hogar enlutado, rogando para él paciencia y resignación.

Del semanario ilustrado "La Idea Moderna" Nº 7 (12 de febrero de 1893). Salto. Uruguay.      

sábado, 25 de noviembre de 2017

Vehículos fúnebres II


Camión para el transporte de cadáveres de la Policía de Montevideo en servicio en 1927. La fotografía apareció publicada en la Memoria Policia Montevideo 1923-1927 bajo la dirección del Inspector Juan Carlos Gómez Follé.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Cadáveres - Cementerios


Cuando termina la vida, la materia orgánica del cuerpo humano entra en un proceso de descomposición y transformación, que obliga a un alejamiento rápido del cadáver y a darle un destino que impida las graves consecuencias que caso contrario puede orginar. El destino final de los cadáveres cambia mucho de una nación a otra. La incineración, el arrojar los cadáveres al agua, el colocarlos en la "torre del silencio", como hacen los persas, para que los devores los buitres, la conservación por medio del embalsamamiento, la inhumación, la colocación del cadáver en ataúdes  éstos después en panteones y sepulcros, la cremación por los métodos modernos, han sido y son los procedimientos usados, según las costumbres, las creencias religiosas, el grado de civilización de los pueblos.

En las naciones de civilización más adelantada, se sigue hoy día tres procedimientos: la inhumación, la colocación en nichos o en sepulcros, la cremación. Son estos procedimientos a los cuales nos hemos de referir. Un precepto higiénico, que figura como previo, es la comprobación de la muerte, averiguando a la vez, si ésta coincide con el diagnóstico de la enfermedad que la ha ocasionado, evitando así el encubrimiento de críemenes y sirviendo además a la estadística médica. El certificado de defunción, dado por el médico que asistió a la persona durante la enfermedad o por la autoridad municipal competente, es de rigor en nuestro país. En caso de duda, el cadáver es transportado a la "morgue", donde existen medios para su conservación y autopsia.

Del manual "Higiene" por el Dr. Manuel V. Carbonell. VI edición. Editorial "El Ateneo". Buenos Aires, 1948.