viernes, 28 de febrero de 2014

Las causas de la vejez y de la muerte

 

Nuestro desmesurado deseo de vivir está en pugna con los achaques de la vejez y la brevedad de la vida. Poseemos el instinto de la vida, pero carecemos del de la muerte. La humanidad entera se estremece ante la muerte, ante el espectro de la degradación física y moral de la vejez. Las mismas religiones solo le han producido un débil consuelo. Predican la resignación ante lo inevitable, y para mitigar el pavor, para satisfacer el deseo innato de vivir, de vivir sin tregua, nos auguran que hemos de renacer en otra vida mejor: la vida eterna. En su inmensa piedad por la pobre humanidad, a la que nada podría consolar de la pérdida de la vida terrenal, estas religiones afirman rotundamente que la otra vida será infinitamente mejor. Sin embargo, ateos y creyentes piden a Dios o a la ciencia que les prolongue la existencia sobre la tierra y les aleje los achaques degradantes de la vejez. 

Desgraciadamente, cuando menos hasta estos últimos tiempos, la ciencia se ha mostrado impotente para procurar un remedio a la vejez y alejar el término fatal. Conocemos las causas indirectas de la senectud, los efectos de ciertas dolencias; pero ignoramos completamente la razón íntima de la decadencia de nuestros órganos, decadencia que se produce inevitablemente en una época casi fija. Por encima de las causas banales, queda una incógnita insuperable: ¿Podremos abordarla, podremos penetrar el misterio de nuestro organismo y dar con la causa primordial de nuestra vejez y de nuestra muerte? Únicamente la solución a este problema, al descubrir el secreto de la naturaleza, podría encaminarnos hacia el remedio posible contra el estado senil, que a cierta edad influye lamentablemente sobre nuestro cuerpo. 

Por arduo que sea el problema, no debe considerarse fuera del alcance de las investigaciones permitidas a la ciencia. La imposibilidad de conocer el origen de la vida y la aparición del primer ser viviente, en ningún modo debe excluir la posibilidad de descubrir la causa de la muerte. En efecto, el origen de la vida se remonta a millones de años, y actualmente nos es imposible reconstruir las condiciones atmosféricas: calor, humedad, composición del aire, radiaciones, así como el estado de la materia, muy particular en tal circunstancia, que permitieron el surgimiento de la vida. 

Por el contrario, la muerte es un fenómeno que en hartas ocasiones nos es dable observar. Nuestro estudio puede extenderse desde el ser más simple al organismo más complicado. Es más, por la experimentación podemos comprobar una hipótesis que nos sugiere la observación: si bien nos es imposible crear artificialmente la vida, artificialmente podemos realizar las condiciones que aceleren o alejen la muerte. La investigación en este sentido está por lo tanto justificada, y el fracaso de las investigaciones anteriores no debe invalidar ningún nuevo esfuerzo que tienda a resolver este problema, el más grave, el más avasallador para la humanidad.

De "A la Conquista de la Vida" por el Dr. Sergio Voronoff; Editorial Claridad, Buenos Aires, s/f.

martes, 25 de febrero de 2014

El Retrato y la Muerte


Título: "El Retrato y la Muerte"
Autora: Virginia de la Cruz Lichet
Editorial: Temporae
Lugar: Madrid
Año: 2013

En el pasado, cuando un ser querido moría, los que velaban su cuerpo pedían a un profesional que sacara una foto del cuerpo antes de ser enterrado. Los motivos eran varios pero solo dos importantes. Lo primero que hay que tener en cuenta es que la muerte no era algo tan ajeno. Era rutina. El que perdía a un hijo, a un hermano o a una madre quería tener una imagen suya como recuerdo, “para no olvidar su cara”. Por qué no sacaban una fotografía de esa persona en vida es una pregunta que nos hacemos ahora pero que no se formulaban entonces. No se podían permitir tener miles de fotos y escogían gastar el poco dinero del que disponían en la última imagen posible. Segundo, les servía como documento notarial. Si uno enviaba a las Américas la fotografía del fallecido (o un álbum del entierro), podía esperar con seguridad un envío de dinero para pagar todos los gastos.

Todas esas fotografías han llegado hasta nosotros porque la muerte lo deja todo atrás, pero no fueron hechas para la galería. Formaban parte de la intimidad familiar. Hoy se conservan en manos de coleccionistas (algunas cuestan muchísimo dinero) y en vitrinas de museos etnológicos. Se estudian, se analizan y se catalogan. Las poses obligadas forman parte de movimientos artísticos. Como ángeles, como la Alicia de Carroll. Aquí tenemos un álbum recuerdo del entierro de una joven llamada Josefa Ogea Sisto y en ésta otra podemos observar cómo la luz incide sobre el perfil. El trabajo de Virginia de la Cruz Lichet es impecable y muy respetuoso.

Mi aficción por este tipo de fotografías es heredada y, al mismo tiempo, inexplicable. Una vez compartí mi vida con un hombre que rondaba y al que rondaban. No espíritus inexistentes sino recuerdos de la infancia en un cementerio. Me contagió la melancolía y ahora solo siento ternura cuando las miro. Ojalá los demás lo entendieran así también.

Vía: Uno de libros

sábado, 15 de febrero de 2014

Mussolini, último acto

Título: "Mussolini, último acto"
Autor: Luciano Boccardini

La ejecución se realizó el 28 de abril de 1945; según la versión oficial, Mussolini fue fusilado, junto a Clara Petacci, en Giulino di Mezzegra, cerca de Dongo. El método casi secreto y expeditivo de la ejecución fue decidido por la presunta intención de los Aliados de capturar vivo a Mussolini y procesarlo ante un tribunal internacional (con la posibilidad que fuese condenado a una pena menor o absuelto), mientras muchos partisanos exigían por el contrario que se aplicase pena de muerte al Duce tal como había sido decretada por el Comité de Liberación Italiano El sueño del Duce, un líder tragicómico, había terminado. Así terminan los tiranos....