Enrique Méndez Calzada (1898-1940)
La tercera serie o racha de suicidios abarca desde 1940 a 1946. Siete escritores se quitaron la vida. ¿No habrá influido en esos hombres, casi todos relativamente jóvenes, la tragedia de la guerra mundial? Una catástrofe semejante desequilibra los nervios de muchos millones de seres en el mundo entero y esos desequilibrios traen la muerte por propia mano. Una especie de microbio desparrama por la tierra los deseos de matar y aún de morir. No se habla sino de muerte y de sangre. ¿Cómo asombrarse de que algunos espíritus débiles o propensos se eliminen de este desesperante mundo?
En 1940 se matan Enrique Méndez Calzada, Enrique Loncán y Víctor Juan Guillot. Es muy curioso que los tres fuesen humoristas. También fue humorista Belisario Roldán, pero no en su literatura sino en su conversación, en sus frases espirituales. También lo fue Fernando Ortíz Ehagüe, que murió en 1946. Y no faltaba humorismo, por cierto, la obra de Lugones y tampoco en la de Alfonsina Storni. No creo que la práctica del humorismo conduzca al suicidio, pero sí creo que existe un humorismo amargo, hijo de hondas y escondidas desolaciones del alma.
Enrique Méndez Calzada era simpático y muy buen mozo. Comenzó a publicar en plena adolescencia. Había estudiado en España varios años, por lo cual hablaba un poco al modo de los españoles. La larga permanencia en España y el pertenecer a una familia en que abundaban los hombres cultos -era sobrino de un español eminente, el doctor Rafael Calzada- le sirvieron de mucho: Méndez Calzada escribía con pureza, corrección y serio conocimiento de nuestro idioma. Hasta puede decirse que pocos argentinos escribía como él.
Publicó versos bastante buenos, aunque él no era precisamente poeta; cuentos de valer como los del libro Jesús en Buenos Aires; y ensayos humorísticos. Esencialmente humorista, su humorismo era personal, no imitado del de Anatole France, o el de Chesterton. Durante unos años fue director del suplemento de La Nación, magnífica revista, actualmente reducida a las modestas "páginas dominicales". Ejerció pues, el cargo que habían ejercido Arturo Cancela y Alfonso de Laferrére y después ejercería Eduardo Mallea. Representaba a La Nación, no sé si en París o en Barcelona. Un día, en un telegrama de Barcelona, anunció La Nación el suicidio, en esa ciudad, de Enrique Méndez Calzada.
De "Entre la Novela y la Historia" de Manuel Gálvez; Librería Hachette, Buenos Aires, 1962.
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