sábado, 28 de junio de 2014

Morir, morir...


¡Oh, dioses de la amargura! Quiero sobrevivir a vuestras cenizas;  a carcajadas quiero renacer de vuestras sombras. 

¡Oh, Pueblos! La muerte, sobre el suelo, aun yace fresca, palpita, y de vez en cuando con su técnico latigazo, nos hiere. Sobre ella quiere florecer.

¡Oh, Pueblos, Pueblos Nuevos, que estos cantos de amargura y de negra aflicción, sean el último tramo de la escalera oscura, pues más allá se abre luminosa, la puerta de la liberación!

Que estos cantos de loca desesperanza sean el impulso que os lleve a la mansión ansiada del Hombre redimido, del espíritu vencedor.

¡Oh, Pueblos, Pueblos queridos, quiero cobijar en mí toda tristeza, matar a la muerte con su propia muerte!

Mas, ¡ay!, ¡oh, Pueblos, Pueblos, Dioses de la Amargura, es la noche, la noche, la amiga fiel y atormentadora que nos anuncia el gran amanecer!...

Prólogo de "Morir, morir" de Ricardo Navia. Imp. Talleres Casa del Niño. Santiago de Chile. 1954.

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