El "nomeolvides" o miosota, es una flor pequeñita, azul, con un poquito de rojo. Nació así: Cuando Dios creó el mundo, dió nombre y color a todas las flores. Una flor chiquitina le supelicaba: - ¡No me olvides! ¡No me olvides! Pero como su voz era tan fina, Dios no la oía. Por fin, cuando el Creador hubo terminado, pudo oír esa vocecilla y se volvió a la planta. Más ya todos los nombres estaban dados. La plantita no cesaba de llorar, pero Dios la consoló: - No tengo nombre para tí; pero te llamarás "nomeolvides". Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Y además le dijo que serviría para acompañar a los muertos y para consolar a los vivos.
Leyenda nórdica, recogida en la "Antología de leyendas de la literatura universal" por Diego de García; Editorial Labor, Madrid, 1953, pág. 1104, t. II.
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