ATILIO PELOSSI
Muerto en Montevideo el 11 de junio de 1925
Asunción Muñoz, casi niña aún, buena y linda, se retiraba de su empleo en una casa de cintas cinematográficas, donde se desempeñaba con gusto e inteligencia; respetuosa y cumplida con su superior, amable con sus compañeros, se conquista todas las simpatías. Junto al director y a sus buenos camaradas, contempla una tarde la proyección de una película, que debía exhibirse en uno de nuestros cines, para deleite de niños y mayores... Y he ahí, que de pronto se escapa una chispa del motor de la máquina, provocando vertiginosamente un pavoroso incendio que consume todas las películas y amenaza la vida del patrón y sus empleados... Inútil todo esfuerzo por ahogar aquel fuego. Lo preciso es salvarse: voces de espanto dicen a gritos el horror de esas horas de incendio... En precipitada fuga, las puertas se abren, buscando la calle. Alguien advierte que la niña empleada, como equivocara la salida, corre hacia el fondo... Quería salvar de las llamas el sombrerito y el abrigo que ostentara con inocente coquetería, sin medir, la pobrecita, lo que significaba aquel minuto de pérdida...
Uno de sus compañeros, niño como ella, la llama, la busca con afán desesperado... Todo inútil... Asunción Muñoz, que así se llama la niña, no está. ¿Habrá logrado escapar por la azotea de la casa? ¿Habrá salido?... No hay tiempo para contestar esta muda interrogante del compañero... Las llamas han hecho presa de toda la mansión. El fuego, las chispas, el humo y el calor del incendio, restan fuerzas, asfixian... No hay tiempo que perder... De un lado lo irremediable, lo fatal, la muerte; del otro, la salvación pronta, sin perder un instante... Y he ahí que dos amigos quieren convencer y aprisionar entre sus brazos a un adolescente que la casualidad lo ha guiado al lugar del siniestro... "No intentes penetrar", "es una osadía", "te costará la vida". Son palabras huecas, que llegan al oído del muchacho valiente... Nada lo detiene: una mujer peligra su vida y es preciso salvarla... recuerda el gesto heroico de Viale, aquel náugrago del vapor América...
Y Atilio Pelossi, el mancebo valiente, que lleva por escudo, un pañuelo en la boca, para cruzar entre las llamas; en el alma un impulso heroico y único y en su corazón un sentimiento de infinita ternura para aquella desconocida a quien quería arrancar de la muerte, se arroja a salvarla.Y el obrero humilde, el electricista que ya una vez sin saber nadar se había arrojado al agua para salvar a un desconocido, sin una vacilación, con sublime serenidad, consciente del sacrificio que importaba su osadía, pero dominado por la heroica resolución de salvar a la niña, aquel muchacho bueno, generoso, que otras veces con más suerte había salvado otras vidas... aquel muchacho, no volvió... Quedóse allá, en el fondo, donde hallara a la infortunada compañera, desde aquel momento de horrible tragedia... Horas más tarde, la fuerzas del Cuerpo de Bomberos, encontráronlo muerto, carbonizado, como la niña que él tanto deseó salvar...
La grandeza de alma de aquel humilde obrero electricista ha conmovido hondamente la conciencia popular... Y en el corazón de cada uno de los hijos de esta patria que amamos, florecerá el laurel de la gloria, que ostentaremos bien alto, con verdadero orgullo en el jardín de nuestras almas... Recordemos que fue un héroe, que era joven con derecho a la vida... Que también en su hogar había calor de afectos... Y olvidó todo... el padre, la abuela, amigos y novia, en holocausto de su noble tentativa y de su desinterés.
De "Cultura Moral" por Joaquín Mestre. Papelería Comini, casa editora, Montevideo, s/f.
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