La desgracia de la existencia consiste en que lo que es espiritual, jiva, se ignora como tal porque se deja invadir, sobrecargar de materia. De modo completamente análogo, aseguran nuestros médicos que nosotros sufrimos de artritismo porque los cristales de ácido úrico se acumulan en nuestras articulaciones: los males humanos resultan de residuos dejados por los actos anteriores. El karman, totalmente material, consiste en esta acumulación; nuestra personalidad está envuelta en ligaduras, bandha; este término permanecerá en el vocabulario índico, que conservará la noción de la servidumbre concebida como una ligazón. No sólo nuestras iniciativas puramente espirituales (virya) están trabadas, sino que nuestro intelecto se oscurece y extravía. También es necesario, cuando la ignorancia se hace demasiado densa, que un orientador del camino, que un salvador, nos revele a nosotros mismos.
Comprobaremos que las doctrinas de salvación, características del siglo VI, debieron calcarse en la medicina de la misma época: salvación, salud, ¿no son nociones paralelas? El descubrimiento de un "mal" implica el de un "remedio". Teoría de la existencia fenomenal y voluntad de salvación concerniente a un solo y mismo "hecho" que se trata de "deshacer". Cuando se sabe cómo se ha formado un nudo, se sabe desanudarlo. Física del karman y proceso de la liberación serán rigurosamente inversos, pero comportan las mismas condiciones. La liberación es el reverso de la esclavitud. Imperdir que el nuevo karman embarace nuestra fundamental espontaneidad; disolver, eliminar el karman acumulado en ella: he aquí, pues, el camino de la salvación, el remedio del sufrimiento. El ardor de la ascesis apresura la maduración de los residuos kármicos y opera una "limpieza" que , poniendo cada sustancia en su puesto, nos restituye en nuestra pureza nativa.
En esta preocupación de la integridad original, se manifiesta alguna afinidad con las doctrinas de Zoroastro. Otro punto común es el respeto meticuloso a toda vida, el horror al daño (ahimsa) causado a no importa qué animal. Los jainas podrán ante su boca un lienzo o un fino tamiz para no correr el riesgo de aspirar algún mosquito. El dualismo de lo espiritual y de lo material y hasta el gusto de lo blanco en el vestido de los cvetambaras, aumentan aún la analogía. Mortificación como medio antecedente, comprensión como medio último de liberación, he aquí el programa, más negativo que constructivo, de la austeridad jaina. El budismo, aun el del Pequeño Vehículo, presentará más urdimbre, más mescolanza, más sutilidad; admitirá, en el Gran Vehículo, desarrollo filosóficos ilimitados. El seco jainismo no tuvo nunca nada de Mahayana; permaneció, bajo su dogmática y su disciplina, bastante parecido a sí mismo a través de las edades, permanente supervivencia de opiniones y de creencias muy antiguas. Por esto, su conocimiento proporciona hitos muy preciosos al analista de la inteligencia índica.
De "La India antigua y su civilización" por P. Masso-Oursel, Philippe Stern y H. de Willman-Grabowska. UTEHA, México DF, 1957.
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