En vano cruda muerte,
En mí tu saña apuras;
Si están mis manos puras,
¿Qué mal podré temer?
La llama que a mi mente
Dió un día el alto cielo,
No esperes en el suelo
Tirana oscurecer.
El présago sonido
Que exhalas de tu boca
Espante al que provoca
La lid de maldición:
Espante al que su patria
Sujeta a vil coyunda
Y en crímenes se inunda
De atroz recordación:
Espante al que seduce
Su cándida belleza,
Y en llanto de impureza
La mira sin horror:
Espante al que su hermano
Conduce al cautiverio,
O lleva el adulterio
Al lecho del amor.
Si yo de paz proclamo
Sus leyes a porfía;
Si odié la tiranía
Y al hombre desleal;
Si miro un nuevo hermano
De Dios en cada hechura;
Si en mí la desventura
Consuelo halló vital:
¿Por qué sangrienta muerte,
Tu saña me persigue?
El que inocente vive,
¿Qué mal podrá temer?
La llama que a mi mente
Dió un día el alto cielo,
No esperes en el suelo
Tirana oscurecer.
Adolfo Berro
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