Pablito, fue llamado y hallado digno para ir a formar parte del séquito celeste del Amigo de los niños, del Cordero inmaculado, Cristo Jesús. Hacía tres meses, apenas, que seguía los cursos de la clase 2da (Curso Comercial), destacándose entre sus condiscípulos por su carácter tesonero algo reconcentrado, pero de una sensibilidad exquisita. Amable, siempre sonriente, veíasele atravesar retozón los patios rebosando salud y vida: entrar en la Capilla y hacer sus visitas al Santísimo, como buen Cruzado que era. Robusto en lo físico, sorprendió a todos su deceso casi repentino, la víspera, precisamente, en que debía recibir a Jesús por primera vez en su corazoncito que cuidadosamente preparaba para ese gran acto. Jesús tenía otros designios y en vez de darse a Pablito encubierto bajo los velos del Sacramento, llevóle a su celeste morada para inundarle de la eterna felicidad. En pocas palabras podemos sintetizar el recuerdo que ha dejado entre sus condiscípulos en el corto espacio de tiempo que fué nuestro alumno. "Fé" en sus prácticas religiosas. "Constancia y laboriosidad" en clase."Buen humor, amabilidad y respeto" para con los Superiores y compañeros. Al mezclar nuestras lágrimas con los sollozos de sus afligidos y resignados padres, sometámonos todos a la voluntad de Dios siempre próvido con los hombres aun cuando nos hiere en lo más hondo de nuestros afectos.
Abel Rodríguez, el 28 de octubre, a los 8 años
Al recuerdo de Abel Rodríguez acudirán sus condiscípulos en busca de las virtudes que le vieron practicar. Si bien es cierto que tuvo dificultades en el cumplimiento de las tareas escritas, no deja de ser un modelo en su conducta. Fué piadoso, puro y humilde de corazón: sincero en las relaciones con sus compañeros y superiores: tímido en los primeros momentos, se hacia querer por su espontaneidad, su apresuramiento en ser obsequioso, prestando pequeños servicios, que los que hemos conocido y tratado enla intimidad, sabemos que eran actos de caridad con que nuestro querido Cruzado embellecía su alma cada día más hermosa. Esta hermosura se revelaba diariamente por actos sencillos (y no son los menos las reprensiones y castigos que recibió por las dificultades arriba mencionadas) realizados empero por una exquisita delicadeza (nos consta), por su radiante y pecuiar sonrisa, que hasta en medio de las lágrimas "nada tenía de terreno". Pintábase la misma inocencia en su dulce mirar siempre franco, irradiando efluvios cautivadores: su rostro sereno, animado constantemente por expansiva sonrisa, traían a la memoria al Angel pintado por Dante en su "Divina Comedia": "A noi venía la creatura bella. Bianco vestita, é nella faccia quale. Par tremolando mattutina stella".
Su corazoncito había recibido por primera vez la visita de Jesús el 29 de mayo del presente año y desde aquel dichoso día alimentábase con la carne sacrosanta del Cordero, con el pan que engendra vírgenes y que es gérmen de inmortalidad. “¿Por qué existe la sombria realidad de la muerte para ciertos seres superiores? ¿Por qué su pasaje de esta a la otra vida no se efectúa por medio de las delicias del Tabor? ¿Por qué ha de partir de este mundo, pasando por el crisol del dolor, el alma inocente alimentada con el Pan de los Ángeles y santificada por el contacto divino de la carne sacrosanta de Jesús? Acaso a los purísimos ojos de Dios constituye una mancha el haber cruzado este mezquino planeta, y una expiación anticipada sea un acto misericordioso de su divina bondad. Así ha de ser. El alma de Abel, purificada del polvo de las pequeñas imperfecciones inherentes a la humana naturaleza, por las espinas del dolor con que la enfermedad le brindara, goza ya de la eterna bienandanza. Esperando reunimos pronto con él, imitemos sus sencillas virtudes, recordando su simpática fisonomía, que nos ofrece característicos relieves de cristiana hermosura. Al inclinarnos reverentes ante la tumba prematuramente abierta donde descansan los despojos mortales que animó el alma pura de nuestro querido Abel, presentamos nuestras más sentidas condolencias a sus buenos y afligidos padres, si bien lloramos la separación del niño tiernamente amado, es nuestra persuación que Abel nos espera en el Cielo.— (Colegio S. Familia - Aguada).
De "La Cruzada". Año XII, Nº 1. Montevideo, 15-ene-1931.
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