viernes, 15 de febrero de 2019

Hacia el cielo

Pablo Lestián, el 28 de mayo, a los 9 años

Pablito, fue llamado y hallado digno pa­ra ir a formar parte del séquito celeste del Amigo de los niños, del Cordero inmacu­lado, Cristo Jesús. Hacía tres meses, apenas, que seguía  los cursos  de  la  clase 2da (Curso Comercial), destacándose entre sus condiscípulos por su carácter tesonero algo reconcentrado, pero de una sensibilidad exquisita. Amable, siempre sonriente, veíasele atravesar retozón los patios rebosando sa­lud y vida: entrar en la Capilla y hacer sus visitas al Santísimo, como buen Cruzado que era. Robusto en lo físico, sorprendió a todos su deceso casi repentino, la víspera, preci­samente, en que debía  recibir a Jesús por primera vez en  su  corazoncito  que cuida­dosamente preparaba para ese gran acto. Jesús tenía otros designios y en vez de darse a Pablito encubierto bajo los velos del Sacramento, llevóle a su celeste mora­da para inundarle de la eterna felicidad. En pocas palabras podemos sintetizar el recuerdo que ha dejado entre sus condis­cípulos en el corto espacio de tiempo que fué nuestro alumno. "Fé" en sus prácticas religiosas. "Constancia y laboriosidad" en clase."Buen humor, amabilidad y respeto" pa­ra con los Superiores y compañeros. Al mezclar nuestras lágrimas con los so­llozos de sus afligidos y resignados pa­dres, sometámonos todos a la voluntad de Dios siempre próvido con los hombres aun cuando nos hiere en lo más hondo de nuestros  afectos.

Abel Rodríguez, el 28 de octubre, a los 8 años

Al recuerdo de Abel Rodríguez acudi­rán sus condiscípulos en busca de las vir­tudes que le vieron practicar. Si bien es cierto que tuvo dificultades en el cumplimiento de las tareas escritas, no deja de ser un modelo en su conducta. Fué piadoso, puro y humilde de cora­zón: sincero en las relaciones con sus com­pañeros y superiores: tímido en los prime­ros momentos, se hacia querer por su espontaneidad, su apresuramiento en ser ob­sequioso, prestando pequeños servicios, que los que hemos conocido y tratado enla  intimidad, sabemos que eran actos de caridad con que nuestro querido  Cruzado embellecía su alma cada día más hermosa. Esta hermosura se revelaba  diariamen­te por  actos  sencillos (y no son los menos las reprensiones y castigos  que  recibió por las  dificultades arriba mencionadas) reali­zados empero por una exquisita delicade­za (nos consta), por su radiante  y pecuiar sonrisa, que hasta en medio de las lá­grimas "nada tenía de terreno". Pintábase la misma inocencia en su dul­ce mirar siempre franco, irradiando eflu­vios cautivadores: su rostro sereno, animado constantemente  por  expansiva  sonrisa, traían a la memoria al Angel pintado por Dante en su "Divina  Comedia": "A  noi venía la creatura bella. Bianco vestita, é nella faccia quale. Par tremolando mattutina stella".

Su corazoncito había recibido por prime­ra vez la visita de Jesús el 29 de mayo del presente año y desde aquel dichoso día alimentábase con la carne sacrosanta del Cordero, con el pan que engendra vírge­nes y que es gérmen de inmortalidad. “¿Por qué existe la sombria realidad de la muerte para ciertos seres superiores? ¿Por qué su pasaje de esta a la otra vida no se efectúa por medio de las delicias  del Tabor? ¿Por qué ha de partir de este mun­do, pasando por el crisol del dolor, el alma inocente  alimentada con el Pan de los Ángeles y santificada por el contacto  divi­no de la carne sacrosanta de Jesús? Acaso a los purísimos ojos de Dios cons­tituye una mancha el haber cruzado este mezquino planeta, y una expiación antici­pada sea un acto misericordioso de su di­vina bondad. Así ha de ser. El alma de Abel, purificada del polvo de las pequeñas imperfecciones inherentes a la humana naturaleza, por las espinas del dolor con que la enfermedad le brindara, goza ya de la eterna bienandanza. Esperando reunimos pronto con él, imi­temos sus sencillas virtudes, recordando su simpática fisonomía, que nos ofrece ca­racterísticos  relieves de cristiana hermo­sura. Al inclinarnos reverentes ante la tumba prematuramente abierta donde descansan los despojos mortales que animó el alma pura de nuestro querido Abel,  presentamos nuestras más sentidas condolencias a sus buenos y afligidos padres, si bien lloramos la separación del niño tiernamente amado, es nuestra persuación que Abel  nos espera en el Cielo.— (Colegio  S.  Familia  -  Agua­da).

De "La Cruzada". Año XII, Nº 1. Montevideo, 15-ene-1931.                                                  

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