Víctor Juan Guillot (1899-1940)
Lo mismo que Loncán, Víctor Juan Guillot publicó un importante artículo al aparecer La maestra normal. Tenía mucho prestigio como periodista, un prestigio, aunque, aunque no tan grande, como el de Emilio Becher. Era mordaz, y así como cuando salía en La Nación un suelto de calidad, irónico y fino, la gente decía: "Es de Becher", cuando se trataba de La Época, el diario radical, del que llegó a ser redactor en jefe, la gente decía: "Es de Guillot".
La obra literaria de Guillot es escasa. Sólo publicó dos libros de cuentos y un volumen sobre el destierro en Ushuaia que le impusiera el gobierno del general Justo, por intento de revolución. A pedido suyo, prologué el primero de sus libros. Escribía Guillot con vigor, precisión y exactitud. Fue una lástima que el periodismo y la política lo absorbieran. La circunstancia de ser radical, y su trabajo periodístico, le mantenían bastante aislado de sus colegas los escritores, inclusive los de su generación. Guillot estaba cerca de Yrigoyen, a quien vió diariamente durante cierta época. Sus colegas, en su mayoría colaboraban en La Nación y en La Prensa, diarios enemigos de Yrigoyen: enemigos a muerte.
Guillot era serio y parco de palabras. Tenía cierto aire extranjero. Hablaba como si pensara mucho cada término y se lo sacara con esfuerzo. Era rubio, mofletudo y de boca muy chica, y por esto y por su perpetuo gesto serio, parecía un niño enojado. Nuestra vinculación comenzó a raíz de su artículo sobre La maestra normal. Le hice entrar en la Cooperativa y le publiqué su primer libro -era un tomo de buenos cuentos- que él quiso, como dije, verlo prologado por mí.
Tenía conmigo un cierto parentesco político: su mujer, de origen entrerriano, es prima o sobrina mía en segundo grado.
Guillot era excelente persona, de lo mejor que había en nuestro mundo literario. Tuvo un mal momento, como cualquiera puede tenerlo, al que se le dio excesiva publicidad, y entonces él, sintiéndose desprestigiado, no quiso continuar viviendo. Lamenté profundamente su desaparición. Le debía mucho a Guillot: comentaba en La Época, siempre con simpatía y comprensión, mis libros, y cuando yo preparaba la Vida de Hipólito Yrigoyen, sus datos verbales o escritos sobre la persona y la intimidad del personaje, fueron para mí de inmenso valor.
De "Entre la novela y la historia" de Manuel Gálvez; Editorial Hachette, Buenos Aires, 1962.
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