¿Se inspiraban esas imaginaciones en relatos auténticos? El marqués Sade nos lo dice: 'Frecuentemente he visto en París a un hombre que pagaba a precio de oro todos los cadáveres de jóvenes muchachos y muchachas muertos de muerte violenta y enterrados recientemente; se los hacía llevar a su casa y cometía una infinidad de horrores sobre sobre aquellos cuerpos frescos.' El marqués no es testigno digno de fe. Sus palabras quedan extrañamente confirmadas, sin embargo, por una memoria dirigida en 1781 al procurador general de París sobre la indecencia de las sepulturas: 'Los cuerpos descendidos a ese abismo común están expuestos todos los días a la violación más indigna: algunas gentes, so pretexto de estudiar, no se contentan con los cuerpos que les dan en los hospitales, roban también los cuerpos muertos de los cementerios y cometen sobre ellos todo lo que la impiedad y el libertinaje pueden sugerirles.' ¿Era verdad? ¿Era mentira? Por lo menos se creía que los particulares 'aficionados a la anatomía' eran sospechosos de 'libertinaje' con los cadáveres.
De "El Hombre ante la Muerte" por Philippe Ariès; Taurus Humanidades, Madrid, 1999.
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