Morirás: esta no es pena, sino naturaleza del hombre. Morirás: con esta condición entré que había de salir. Morirás: este es derecho de las gentes, volver lo que recibiste. Morirás: esta vida es un romería que se acaba; a eso vine, esto hago, todos los días me llevan al término que la naturaleza me puso cuando nací; ¿de qué me puedo quejar? No soy el primero ni seré el postrero; muchos han ido delante, y todos me seguirán. Pero morirás mozo... por ventura con esa muerte me libraré de algún gran mal, y a lo menos de la vejez.
Perdido he el hermano... loco es el que llora las caídas de los motales. ¿Es esta cosa nueva o maravillosa? ¿Qué casa hay de plebeyo ni de rey, que no tenga sus muertes y sus tristezas? La muerte, el destierro, el llanto, el dolor, no son suplicios, sino censos y tributos de la vida. Gran consuelo es pensar que lo que os ha acontecido a vos, ha acontecido a todos los que han vivido antes de vos, y acontecerá a todos los que después han de venir.
Y por esto ha querido la naturaleza hacer que sea tan común y universal la muerte, para que siendo lo que es más terrible, a todos inevitable, nos consolemos con la igualdad. También será parte de consuelo, el considerar que este tu dolor no aprovecha para ninguna cosa, ni al difunto ni a ti; así no querrás que sea largo y prolijo lo que no puede aprovechar.
Del "Tratado de la Tribulación" del P. Pedro de Ribadeneira; Editorial Mosca Hnos; Montevideo, 1944.
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