Sir Leonard Woolley, director de la expedición cojunta que patrocinaron el Museo Británico y el Museo de la Universidad de Pennsylvania (1922-1929) nos relata en su obra los hallazgos realizados en la ciudad súmera de Ur (anterior al diluvio).
La sepultura corriente era un hoyo rectangular en el fondo del cual se colocaba el cadáver envuelto en un rollo de esteras sujetas con un largo alfiler de cobre, o metido en un ataúd, por lo general de madera o de mimbre, y algunas veces de arcilla. En ambos casos se encuetran con el cadáver objetos de uso personal, tales como cuentas y pendientes, un cuchillo o un puñal, los alfileres que sujetaban al vestido, y quizás el sello cilíndrico cuya impresión sobre una tablilla de arcilla era equivalente a la firma del propietario. Fuera del ataúd o del envoltorio de esteras se colocaba lo que seguramente constituian ofrendas al muerto: alimentos y bebidas en vasijas de arcilla, cobre o piedra, armas o utensilios. En la mayoría de los casos se cubría el fondo de la fosa con esteras que también servían para tapar las ofrendas protegiéndolas del contacto directo con la tierra con que se volvía a llenar la sepultura. El cadáver está colocado siempre de lado, con las piernas ligeramente dobladas en la cadera y en la rodilla, en la postura del que duerme, y con las manos levantadas a la cara sosteniendo cerca de la boca una copa que en otro tiempo debió contener agua.
De "Ur, la ciudad de los Caldeos" por Sir Leonard Wolley. F.C.E. México DF, 1966, págs. 79 y 80.
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