Al igual que toda materia orgánica, los cadáveres sufren en el suelo una serie de transformaciones, que en resumen son: después de dos o tres días desaparece la rigidez cadavérica y se presentan los fenómenos de la putrefacción, que se caracteriza por la acción de los fermentos sobre los tejidos, y por el desarrollo abundante de gases, indicadores del activo funcionamiento de los miroorganismos anaerobios. Después, por la acción de las diastasas autolíticas o segregadas por los fermentos, se produce una especie de licuación de la masa orgánica del cuerpo. La presencia y la penetración del aire, permite después el trabajo de los microbios aerobios, que terminan por transformar la materia orgánica en amoníaco, nitritos y nitratos, vale decir, se sigue el proceso general del cual nos hemos ocupado detalladamente al estudiar el suelo. En el suelo de mediana porosidad y humedad y donde no llegue el agua telúrica, es el lugar, donde la transformación de los cadáveres se hace en las mejores condiciones, completándose en el término de 4 a 7 años. No sucede lo mismo, cuando las condiciones del suelo son otras; los suelos arenosos y de gran sequedad o donde las temperaturas son muy bajas llevan a la conservación o momificación de los cadáveres; otras veces los cadáveres experimentan la transformación cérea, o transformación del cadáver en grasa, debido a que los gérmenes aerobios, no han podido actuar por la falta de aire.
Del manual "Higiene" por el Dr. Manuel V. Carbonell. VI edición. Editorial "El Ateneo". Buenos Aires, 1948.
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