Clemente N., de 22 años de edad, natural del municipio de Salina (Brasil), mató hace tiempo, a una mujer llamada María en los márgenes del río Jundiá, y haciendo fuego en ese lugar, después de asar la carne de la desgraciada, la comió en compañía de su amante, de nombre Francisca. Poco tiempo después, armado de un garrote, mató a su amante, devorándole las carnes enseguida. Aún no habían pasado diez día y ya el caníbal celebraba otro banquete con los cadáveres de dos infelices criaturas, hijas de Franceca.
No satisfecho con tantos horrores, invitó una tarde a un amigo de nombre Simplicio para un paseo, y consiguió que el infeliz pernoctase en su casa, matándolo mientras dormía. El cadáver del desgraciado sirvió de pasto al apetito monstruoso y feroz del caníbal. Algunos meses después asaltó a un tropero llamado Basilio, lanzóse sobre él y le asesinó. En momentos que se disponía a empezar el festín con los restos de su víctima, apareció la justicia, y rodeando la casa consiguió capturarlo.
Llevado a presencia de la autoridad policial, Clemente declaró que la primera vez que comió carne humana en casa de un individuo de nombre Leandro, que mató a un sino llamado Manuel. El criminal hizo esta declaración con la mayor calma, y no ha revelado desde el momento de ser aprehendido la más pequeña señal de arrepentimiento.
De "El Avisador", Salto Oriental, (13 ene. 1891).
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