Los parientes y los amigos más inmediatos del difunto, son los que generalmente acompañan a los doloridos cuando se dirigen al tiempo. Todos los demás concurrentes se trasladan directamente a éste a la hora designada para la función.
En cualquier tiempo en que se celebren las exequias de una persona, o se conmemore su muerte con una función religiosa, el de la ceremonia es un día de duelo para la familia, y así toda reunión bulliciosa, toda comida de invitación, todo acto que produzca algún goce, o que bajo algún resspecto incluya la idea de placer, es enteramente impropio y ajeno a las circunstancias, altamente contrario a todo sentimiento de humanidad y de decoro, y al mismo tiempo un ultraje que se hace a la memoria del difunto.
Por lo mismo que en el día de la función religiosa se renueva el dolor de la familia del difunto, es natural que algunos de sus parientes y amigos más inmediatos le hagan compañía.
Del "Manual de urbanidad y buenas costumbres" de Manuel Antonio Carreño; Editorial América; Caracas, 1985.
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