En los seres humanos, la causa principal de la muerte es la enfermedad; hecho importantísimo, que nunca debemos olvidar, porque ofrece notable contraste con el mundo animal. Con nuestra inteligencia, nuestras leyes, y nuestros hábitos de vida, hemos abolido casi por completo por hambre y por asesinato. Por lo tanto, salvo algún accidente fortuito, deberíamos morir de senectud, si, por una razón o por otra, no estuviésemos expuestos a una porción de enfermedades, que, prácticamente, puede decirse que padecen todos los seres vivientes.
Empieza a descubrirse actualmente que nosotros mismos nos acarreamos casi todas las enfermedades, por la sencilla razón de que hacemos muchas cosas que no son naturales, y que los animales y las plantas se abstienen de ejecutar.Comemos sin tener ganas, y engañamos nuestro apetito con golosinas, deñando de esta suerte los órganos que digieren los alimentos. Bebemos grandes cantidades de alcohol, substancia que no prueba ningun animal. Vivimos rodeados de aire impuro, privados de luz y frescura, mientras nuestros perros y ganados, que no tienen mayor necesidad de aire puro y de luz que nosostros, viven al aire libre y al sol.
Producimos y respiramos humo, descuidamos de un modo lamentable nuestro propio sueño, y cometemos otros cien desaciertos, cuyo castigo son las enfermedades.La lección más importante que el estudio de la vida nos enseña, es que las enfermedades son casi exclusivamente peculiares al hombre, quien se las acarrea a sí mismo, y las cuales podrían abolirse, y se abolirán sin duda, el día en que el hombre se decida a imitar la sabiduría que todos los animales despliegan en el arreglo de su vida; aún los mismos animales domésticos han tomado ya algunos malos hábitos de los nuestros.
Empieza a descubrirse actualmente que nosotros mismos nos acarreamos casi todas las enfermedades, por la sencilla razón de que hacemos muchas cosas que no son naturales, y que los animales y las plantas se abstienen de ejecutar.Comemos sin tener ganas, y engañamos nuestro apetito con golosinas, deñando de esta suerte los órganos que digieren los alimentos. Bebemos grandes cantidades de alcohol, substancia que no prueba ningun animal. Vivimos rodeados de aire impuro, privados de luz y frescura, mientras nuestros perros y ganados, que no tienen mayor necesidad de aire puro y de luz que nosostros, viven al aire libre y al sol.
Producimos y respiramos humo, descuidamos de un modo lamentable nuestro propio sueño, y cometemos otros cien desaciertos, cuyo castigo son las enfermedades.La lección más importante que el estudio de la vida nos enseña, es que las enfermedades son casi exclusivamente peculiares al hombre, quien se las acarrea a sí mismo, y las cuales podrían abolirse, y se abolirán sin duda, el día en que el hombre se decida a imitar la sabiduría que todos los animales despliegan en el arreglo de su vida; aún los mismos animales domésticos han tomado ya algunos malos hábitos de los nuestros.
De "El Tesoro de la Juventud o Enciclopedia de Conocimientos", tomo VII; W. M. Jackson, Inc., Editores, s/f.
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