sábado, 12 de noviembre de 2016

José Guadalupe Posada: la muerte con sentido social


Para que el tema de la injusticia social alcance en América el nivel formal digno de expresar su contenido habrá que aguardar hasta la aparición del movimiento muralista mexicano, que ya está anunciado, por otra parte en la obra de José Guadalupe Posada (1852-1913). Posada es el prototipo del artista popular. Popular porque la motivación profunda para realizar su obra le viene del pueblo del cual forma parte y al cual expresa, y también porque es el pueblo el destinatario directo de su trabajo. Entre otras cosas porque la técnica del grabado, en la cual era experto, abarata la producción del artista y la hace accesible a las clases populares. 


Era originario de la ciudad de Aguascalientes y allí a llegar a su veintena comenzó a trabajar en la litografía de Trinidad Pedroso. En la ciudad de León se inició en el grabado y en 1887, se trasladó a la capital mexicana. La figura del grabador Posada, trabajando en sus "calaveras" o "corridos", percibida a través de la puerta abierta de su taller a la calle, pronto se hizo habitual para los mexicanos. El artista trabajaba para el editor Venegas Arroyo quien llegó a sacar una Gaceta callejera con material ilustrado que pronto agotaba sus ediciones.


También ilustró, en una tarea masiva, muchos diarios antiporfiristas. Las "calaveras", personajes públicos o típicos, caracterizados en la forma de esqueletos, tenían raíces en el tema de la muerte, de honda tradición popular en México, con las formas culturales del día de los muertos; también, formalmente, en los dibujos del mismo tipo creados por el litógrafo Santiago Hernández en 1872. Pero José Guadalupe Posada, supo incorporar estos antecedentes y darles una dimensión moral y estética que no tenía precedente: el pueblo mismo de México podía allí reconocerse, en sus rituales, sus bailes, sus luchas callejeras, sus diversiones y sus miserias.


La obra de Guadalupe Posada sería un impacto inolvidable para José Clemente Orozco quien, a la temprana edad de diez años tuviera el privilegio de ver trabajar al grabador en sus planchas de corridos, y también, a pocos metros, ver como las señoritas de la familia del editor Antonio Venegas Arroyo coloreaban a mano las láminas, para la venta.



Las caricaturas de Guadalupe Posada, junto con otros acontecimientos, iban engrosando la "gota de agua" que iría a caer desbatadoramente sobre el régimen corrupto de Porfirio Díaz. La llama encendida por las rebeliones de los curas Hidalgo y Morelos, en la época primera de la independencia, no se había apagado del todo, y pronto, el campesinado contribuiría, con su apoyo a la parte más progresista de la burguesía, a encender la hoguera donde inmolar los privilegios de la clase latifundista. Curiosamente, esa violencia percibida con claridad en las series de grabados de Posada, toma su correcta dimensión histórica cuando se la inserta en la sucesión de hechos que conducen a la revolución de 1910.

De "El arte en América Latina" por Jorge M. Bedoya y Noemí A. Gil. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1973.                                                 

No hay comentarios: