Niño en su ataúd, c. 1900
Desde
los primeros tiempos de la fotografía se realizaron retratos de
difuntos, retomando una costumbre reservada a una élite que tenía
sus raíces más cercanas en la pintura. Lejos de entenderlo como una
práctica morbosa, la sensibilidad dominante en la época aprobaba su
realización como forma de atesorar una última -en ocasiones la
única- imagen de un ser querido. Desde la época del daguerrotipo,
los fotógrafos incluían en sus avisos la mención a los retratos de
difuntos que solían realizarse en las casas particulares. Así, por
ejemplo, desde los primeros años y en el transcurso de toda la
década de 1850 retratistas como Fernando Le Bleu, Felix Rossetti o
Alfredo Morin ofrecían “ir a las casas para retratar a los
muertos”, “poniéndolos al vivo con la mas exacta semejanza”.
Cadáver del Gral. Venancio Flores, 1868.
En
efecto, estos retratos mantenían las mismas pautas que los de las
personas vivas en lo que se refiere a la pose y al aspecto del
protagonista. Se pretendía lograr semejanza en relación a su imagen
vital, propósito que se reforzaba representando a la persona
fallecida vestida y de ojos abiertos. Entre este tipo de
representaciones abundan retratos póstumos de niños que aparecen
simulando estar dormidos, acompañados de distintos elementos que
simbolizaban su inocencia y pureza, como los atuendos claros o las
flores que con frecuencia le rodeaban o eran colocadas entre sus
manos. También era común que aparecieran acostados en el lecho de
muerte e incluso acompañados de familiares y allegados.
Velatorio del Gral. Máximo Santos, 1889.
En
1875, Fleurquin y Ca., uno de los estudios prestigiosos del momento,
buscaba distinguirse en su publicidad por esta práctica y recordaba
al público que esa firma “siempre esta[ba] pronta para ir a casas
particulares á sacar retratos de personas recién fallecidas”. La
fotografía de difuntos trascendió el ámbito privado para
extenderse a los personajes públicos, cuyos retratos gozaron de
amplia difusión y se integraron a las publicaciones ilustradas de
los últimos años del siglo XIX y principios del XX.
Del libro "Fotografía en Uruguay. Historia y usos sociales 1840-1930" por Magdalena Broquetas (coord.); Clara von Sanden; Mauricio Bruno e Isabel Wschebor. Publicado por el Centro Municipal de Fotografía. Montevideo, 2011.
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