martes, 30 de octubre de 2012

Modo práctico de ayudar a bien morir


Habiendo desaparecido las Órdenes religiosas que con tanto heroísmo y aprovechamiento de las almas se consagraban a la asistencia espiritual de los moribundos, es de suma utilidad, y aún de indispensable necesidad excitar el celo de los cristianos fervorosos para suplir falta y vacío tan lamentable.En efecto; nadie ignora que del momento critico de la muerte depende una feliz o desdichada eternidad, colmo de todo bien o de todo mal. Creas, critiano, o no creas, pienses, o no pienses en ello, así es y así será... ¿No es justo, pues, que abras los ojos, y despertando del profundo letargo en que has vivido, trates, a lo menos entonces, de prepararte al terrible trance de la muerte?

Por lánguida que tengas la fe, y aunque no sea muy grave la dolencia, te ruego que pidas tú mismo y con tiempo los santos Sacramentos, no fiándote de palabras, ni de esperanzas lisonjeras. Tus parientes y amigos, por una mala entendida amistad, los médicos, por vano respeto, todos te aseguran que no hay peligro todavía, que ya te avisarán con tiempo... pero ¡ay! ¡cuántos miles de cristianos alucinados de esta suerte, se ven, cuando menos los piensan, sorprendidos de la muerte, y condenados eternamente!

Y aún cuando a la última hora se llama a un Sacerdote, siquiera por evitar la infamia de que muera el pariente sin Sacramentos; ¿qué le aprovechará al enfermo su presencia, si, perdido ya el conocimiento, está incapaz de hacer una buena confesión y aún de formar un verdadero acto de contrición? Además ¿qué necesidad puede darse mayor, que la de temer la visita del Médico celestial, único que puede dar acierto a los facultativos, eficacia a los remedios y salud al enfermo? Llámale, pues, a tiempo; que los Sacramentos, lejos de acelerar la muerte al que  los recibe, pronto aléjala muchas veces, y hasta dan salud y vida, si conviene al enfermo. ¡Y cuántos por el más fatal y trascendente descuido, privados de este auxilio, perdieron una salud, que con el socorro de los Sacramentos, hubieran quizás recobrado facilísimamente!

No contento con pedirlos a tiempo, haz que te lean este capítulo, y los motivos de contrición que ponemos para antes de la confesión, pág. 164. Y cuando esté para llegar el Santo Viático, escucha con atención los avisos que se hallan en la pág. 184: que te los lean despacio, como también el hacimiento de gracias para después de recibida la visita del Médico celestial, que se halla pág. 192. Luego, entre día, despidiendo toda visita mundana, podrás ir saboreando el Anima Christi, o alguna de las oraciones a María santísima, como son: Oh Señora mía, pág. 15; el Memorare, pág. 346 y otras, no olvidando la aceptación de la muerte que pusimos en la pág. 588.

Si cayere gravemente enfermo alguno de tus parientes, o cualquier otra persona por cuya felicidad te interesas, suplícote, por las entrañas de Jesucristo y por la amistad que le profesas, le avises con tiempo del peligro en que se encuentra; y con el celo y santas industrias, que el amor verdadero debe inspirar en semejantes casos, le induzcas a que reciba dignamente y a tiempo los Santos Sacramentos. Búscale un confesor de su confianza; prepárale a la confesión y recepción del Santo Viático,pero con suavidad, y sin serle molesto. Cuando estuviere en la agonía, a más de las oraciones indicadas, que será bien leerle, haciendo algunas interrupciones para no cansarle, te podrás también valer de las jaculatorias siguientes: (...)

Repítanse las jaculatorias en que más consuelo hallare el enfermo; y mientras uno le exhorta a bien morir, otros pueden rogar por su alma rezando el Rosario o las letanías de Nuestra Señora; no junto a la cama del moribundo, no sea que el excesivo calor perjudique al enfermo y a los circunstantes, sino allí cerca, en otra pieza, de manera que el moribundo conciba gran confianza, sabiendo que muchos piden a Dios por él. Pero ningunas preces hay más tiernas, y propias para prepararse a la muerte, que la recomendación del alma y demás oraciones que compuso la Iglesia por los agonizantes, y son las siguientes:

RECOMENDACIÓN DEL ALMA

Según el Ritual Romano

LETANÍA DE LOS AGONIZANTES

Señor, ten piedad de él (o de ella (1).
Jesucristo, ten piedad de él (o de ella).
Señor, ten piedad de él (o de ella).
Santa María, ruega por él (o por ella).
San Abel, ruega por él (o por ella).
Coro de los justos, ruega por él (o por ella).
San Abraham, ruega por él (o por ella).
San Juan Bautista, ruega por él (o por ella).
San José, ruega por él (o por ella).
Santos Patriarcas y Profetas, rogad por él (o por ella).
San Pedro, ruega por él (o por ella).
San Pablo, ruega por él (o por ella).
San Andrés, ruega por él (o por ella).
San Juan, ruega por él (o por ella).
Santos Apóstoles y Evangelistas, rogad por él (o por ella).
Santos Discípulos del Señor, rogad por él (o por ella).
Santos Inocentes, rogad por él (o por ella).
San Esteban, ruega por él (o por ella).
San Lorenzo, ruega por él (o por ella).
Santos Mártires, rogad por él (o por ella).
San Silvestre, ruega por él (o por ella).
San Gregorio, ruega por él (o por ella).
San Agustín, ruega por él (o por ella).
Santos Pontífices y Confesores, rogad por él (o por ella).
San Benito, ruega por él (o por ella).
San Francisco, ruega por él (o por ella).
San Camilo, ruega por él (o por ella).
San Juan de Dios, ruega por él (o por ella).
Santos Monjes y Ermitaños, rogad por él (o por ella).
Santa María Magdalena, ruega por él (o por ella).
Santa Lucía, ruega por él (o por ella).
Santas Vírgenes y Viudas, rogad por él (o por ella).
Santos y Santas de Dios, rogad por él (o por ella).
Séle propicio, perdónale, Señor.
Séle propicio, líbrale, Señor.
Séle propicio, líbrale, Señor.
De tu cólera, líbrale, Señor.
Del peligro de la muerte, líbrale, Señor.
De la mala muerte, líbrale, Señor.
De las penas del infierno, líbrale, Señor.
De todo mal, líbrale, Señor.
Del poder del demonio, líbrale, Señor.
Por tu Natividad, líbrale, Señor.
Por tu Cruz y Pasión, líbrale, Señor.
Por tu muerte y sepultura, líbrale, Señor.
Por tu gloriosa Resurrección, líbrale, Señor.
Por tu admirable Ascensión, líbrale, Señor.
Por la gracia del Espíritu Consolador, líbrale, Señor.
En el día del juicio, líbrale, Señor.
Así te lo pedimos, aunque pecadores, óyenos, Señor.
Te rogamos que le perdones, óyenos, Señor.
Señor, ten piedad, óyenos, Señor.
Jesucristo, ten piedad, óyenos, Señor.
Señor, ten piedad, óyenos, Señor.

(1)  Si se rezan por una moribunda, se reemplazan con las palabras “ella, sierva,  hermana”, la de “él, siervo, hermano”.

De la "Nueva Áncora de Salvación" por el Rdo. P. José Mach; Librería de la Vda. de Ch. Bouret, París, 1907.

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