Muy Señor mío:
En medio de mi pesadumbre, y todavía aterrorizado por el golpe que recibí, he experimentado un verdadero alivio al leer la carta de Vd. El interés que Vd. se toma me hace ver que me queda a lo menos el bien más precioso del mundo, un amigo sincero y afectuoso. Así es que no puedo darle bastantes gracias por sus tiernas palabras de consuelo, de que guardaré un recuerdo eterno. La pérdida que hice me ha sido muy cruel, aún el tiempo podrá calmar difícilmente mi dolor; pero a lo menos siempre será una buena fortuna para mi saber que puedo contar con la simpatía de un hombre que se compadece tan bien de mis penas. Ruego a Vd. pues acepte mis gracias sinceras, y crea en el reconocimiento de
Su afectísimo servidor
CARNON
Sceaux, 4 de febrero de 1856.
De "El Secretario Universal" por M. Armand Dunois; Garnier Hnos. editores, París, 1884.
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