Los cementerios son los lugares que debe tener una población y que están exclusivamente destinados a la colocación de los cadáveres. La higiene ha dictado una serie de principios, que se refieren a la ubicación, extensión, disposición, etc., de los cementerios. Antiguamente, se exigía la ubicación de los cementerios en puntos a favor de los vientos dominantes a fin de que no llegaran a la población las emanaciones peligrosas o desagradables. Actualmente esto no tiene mayor importancia, pues se ha comprobado que los gases originados por la descomposición del cadáver no llegan a la superficie cuando los cuerpos son sepultados a 1.50 metros de profundidad.
En cuanto a los microbios patógenos para el hombre y que puede tener el cadáver, los numerosos estudios realizados comprueban que, si a un cadáver se le recubre con tierra en la forma conveniente, dichos microorganismos no pueden tampoco llegar a la superficie y por otra parte, que desaparecen en poco tiempo. Una excepción cabe anotar para el bacilo del carbunclo que por su facultad de esporular, adquiere gran resistencia y se mantiene activo durante años. Debemos agregar además la posibilidad de que estos microbios sean llevados a la superficie por gusanos, ratas, etc.
Conviene alejar a los cementerios suficientemente de la población, a fin de impedir que por la expansión que se produce con el tiempo en toda la ciudad no llegue a quedar en cementerio dentro de ella (vg. Recoleta). Este alejamiento debe ser tal, que no llegue a producir molestias o exigir un largo tiempo para el traslado de la población que constantemente concurre, guardando el recuerdo y el homenaje que se debe a aquellos con que ha estado ligada en la vida.
Del manual "Higiene" por el Dr. Manuel V. Carbonell. VI edición. Editorial "El Ateneo". Buenos Aires, 1948.
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